domingo, 15 de abril de 2018

Viernes de "marchitas"

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Que Sevilla es Mariana, no es algo que se diga porque así reza en la leyenda del escudo de la ciudad que incluso puede sonar a tópico, sino que está en su escudo porque responde a una realidad palpable del histórico amor de Sevilla con la Virgen. Es la constatación de esa innata capacidad del pueblo de convertir los tiempos propios de la ciudad en celebraciones de la Madre del Señor, como ocurre en el tiempo de adviento en que Sevilla vertebra las vísperas de la navidad en torno a cuatro advocaciones de la Stma. Virgen, convirtiendo así las cuatro velas de la corona de adviento en la conmemoración de la Inmaculada Concepción, Loreto, Guadalupe y por supuesto Esperanza.

De igual forma ocurre en la cuaresma, tiempo de preparación a la semana santa, que nos recuerda los cuarenta días de Jesús en el desierto, el pueblo articula la última parte de este tiempo, cuando los domingos tienen nombre propio, en torno a esa rosa de dolor y llanto que es la Virgen del Valle.

Así, el Domingo de “Laetare”, de funciones principales de Salud y Esperanzas y de toma de horas ante la imagen de por quién reinan los reyes, la mirada de la ciudad se gira ante el llanto más desconsolado y universal que, desde la que fue casa profesa de la Compañía, tiende la mano a sus hijos para que, en besos de amor desmedido hacia la que desde la Cruz es Madre de toda la humanidad, de forma queda silenciosa le demos gracias por cada día junto a Ella.

Y mudos quedemos también ante la contemplación de esa asunción dolorosa, preludio de la del 15 de agosto, por la que la Stma. Virgen ascenderá a la gloria de su altar de septenario mientras de los corazones emana un recuerdo de los que fueron y de los que están, por quienes vendrán y por quienes, aun estando sus obligaciones no les permiten venir a acompañar a la Virgen del Valle en su septenario doloroso. Y en esos siete días recordando su vida llena de dolor y pesar, el Domingo de Pasión, domingo de pregón y  besamanos y besapies, Ella en su altar sigue llorando su dolor inconsolable que no es solo por los tormentos de su Hijo, sino también por todas las penas y males del mundo.

Y el viernes siguiente, el dolor tradicional de su nombre cambia por el de las flores que aun siendo primavera caen marchitas ante el llanto de María mientras sus hermanos proclaman la fe en Dios Nuestro Señor ante las lágrimas de la Virgen del Valle, transformadas en perlas que adornan su bellísimo rostro doliente bajo los acordes de la música que Gómez Zarzuela soñó para Ella y por quien los hermanos Álvarez Quintero proclamaron que tras llanto y padeceres encontraremos los brazos eternos de la Cruz. 

Evocación en el alma al contemplar su descenso a la tierra para ser entronizada en su paso, altar andante, donde el Domingo de Ramos aguardará la visita de sus hijos que, para consolar su quebranto, acudirán a postrarse ante la doliente Madre que, fiel a la cita con la ciudad, el Jueves Santo de la Cena del Señor paseará su profundo dolor por este Valle de lágrimas, convirtiéndolo en el Valle de Sevilla.

Y anhelo en la Anunciación por una sacra conversación que torna el llanto en alegría, que cambia dolores por gozo y luto por fiesta, que vuelve la penitencia en Gloria y transforma la cuaresma y la pasión en Pascua, porque el Domingo de Resurrección, la mirada llorosa de la Virgen del Valle es el anuncio de la magna alegría de los cristianos: ¡¡Jesús Vive, ha Resucitado!!

Alpargatas (Trilogía del ruan IV)

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En la madrugada eterna de Sevilla, origen de nuestra semana santa, noche de vigilia y penitencia, tres son las formas como Sevilla vive la penitencia: la silente imitación a Jesús Nazareno; siendo testigos del Gran Poder de Dios en su epifanía dolorosa de cada primavera, y acompañándole y velando su sueño en el momento supremo en el monte Calvario.

Los hermanos del Calvario acompañan a su imagen titular de Cristo muerto en la cruz en el día en que ésta se conmemora a visitar a Dios vivo y verdaderamente presente en el monumento de la Santa Iglesia Catedral, momento culmen y principal de las estaciones de penitencia de las hermandades de la tarde del jueves santo y la madrugada.

Dios, por el hombre, ha muerto sobre la roca fría del Calvario. Ya se ha consumado el sacrificio y, aunque falta el triunfo de la resurrección, los hermanos del Calvario quieren que tras tan amargas y duras penas, el Señor descanse. Por eso, en esta noche oscura del alma y ante el anuncio del alba que ha de venir, calzan alpargatas que no hagan ni el más leve ruido que moleste el sueño de Dios en el Calvario. Porque este sueño del Señor no supone ni un alejamiento ni un abandono a los hombres, sino la forma que tenemos de manifestar que queremos que siempre esté con nosotros, y como hombres que somos, queremos que esté en forma de hombre, aunque sea dormido, pues cuando despierte será Jesús Resucitado que en su cuerpo glorioso nunca nos abandonará por dejarnos al Espíritu Santo velando siempre por nosotros.

La alpargata, además constituye la plasmación del sentido de humildad que tienen los hermanos del calvario, al igual que las Hermanas de la Cruz, pues de esta forma se representa que nada nos pertenece, todo es de Dios y hemos de aparecer humildes ante Él. Silencio, recogimiento, severidad y compostura en ese rito anualmente repetido, recibido en herencia directa de nuestros mayores y actualizado con esa naturalidad inherente a lo que es propio y no necesita ni enseñarse ni aprenderse pues va inmerso en el interior de cada uno.

Tras la visita al Santísimo, cumplido el mandamiento y la penitencia, la vuelta a casa, y aunque la luz del día pueda bañar de luz esa lumbre divina que ilumina el Calvario, el recogimiento de la noche se mantiene hasta que el portentoso crucificado entra en la parroquia. A partir de aquí la capilla y su retablo custodiarán la imagen de Cristo durante todo el año para que, sin ruido ni aspavientos y con la humildad de esas alpargatas que se visten una noche y se llevan todo el año en el alma, los hermanos del Calvario, sus vecinos y todo aquel que quiera acercarse a Jesús crucificado,  puedan visitarle y hacerle partícipe de sus vidas.

Sandalias (Trilogía del ruan III)

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En la madrugada eterna de Sevilla, origen de nuestra semana santa, noche de vigilia y penitencia, tres son las formas como Sevilla vive la penitencia: la silente imitación a Jesús Nazareno; siendo testigos del Gran Poder de Dios en su epifanía dolorosa de cada primavera, y acompañándole y velando su sueño en el momento supremo en el monte Calvario.

Siendo la Estación de Penitencia el principal culto externo de la hermandad, sus cofrades han de procurar revelar y difundir el mensaje de Jesús a todos cuantos contemplen la procesión mediante su actitud y su comportamiento en la calle. Siguiendo al Hombre fuerte que camina hacia el calvario cargando en su cruz todas nuestras culpas y pecados; el Hombre ante quien se postran todos los pueblos de la tierra; el Hombre que, aunque llevado como un malhechor, es la luz del mundo que nos ilumina y guía a todos; el Hombre cuya fuerza hace que se sobreponga a todo, incluso a su propio martirio; el único Hombre que puede romper el lazo del pecado y liberar a la humanidad, el Hombre en cuya Mano está el Poder y el Imperio.

Y para seguir a este Hombre, sus cofrades desde 1904 calzan sandalias en sustitución del zapato con hebilla tradicional hasta entonces, porque ante Dios cargado con la cruz en la que lleva nuestras aflicciones, debemos reconocernos pecadores y no llevar otro calzado que el que El mismo pudo llevar, y así descalzos o con sandalias acompañarle en su paso por las calles hasta la Jerusalén de la ciudad donde nos espera en la real presencia de la eucaristía.

En cumplimiento del espíritu y tradición de la hermandad, los cofrades del Gran Poder irán con el mayor orden, en silencio y siempre cubiertos, en profunda meditación sobre la pasión de nuestro Señor y los Dolores de la Santísima Virgen María, con la mayor devoción, dando publico testimonio de fe que sirva de ejemplo y edificación a cuantos contemplaren el paso de la cofradía.

Y después El, Jesús del Gran Poder, a quien visitamos todos los viernes del año pero que el viernes en que se conmemora su pasión y muerte sale a la calle para recordarnos que está aquí para escucharnos, guiarnos y consolarnos porque es el Hijo del Padre que está entre nosotros por su Espíritu Santo.

Porque ante el Gran Poder de Dios, toda rodilla se doble y la palabra enmudezca, que solo hable el corazón para darle gracias, proclamarle tres veces santo y calzar nuestras sandalias para acompañarle camino del calvario.

Zapatos (Trilogía del ruan II)

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En la madrugada eterna de Sevilla, origen de nuestra semana santa, noche de vigilia y penitencia, tres son las formas como Sevilla vive la penitencia: la silente imitación a Jesús Nazareno; siendo testigos del Gran Poder de Dios en su epifanía dolorosa de cada primavera, y acompañándole y velando su sueño en el momento supremo en el monte Calvario.

Desde la madrugada del 14 de abril de 1356 los Primitivos Nazarenos de Sevilla salen en penitencia pública a imagen, semejanza e imitación de Jesús Nazareno, vistiendo para ello túnicas moradas, con una soga de esparto, con cabelleras de fibras vegetales sujetas por una corona de espinas, los pies descalzos portando una pesada cruz en absoluto silencio y gran recogimiento, armados "con las armas verdaderas con que nuestro Redemptor Jesu Christo venció a sus enemigos, la Santa Cruz pues en ella murió matando nuestra muerte y reparando nuestra vida".

Desde ese día en la Ermita de San Antonio Abad en el Campo de la Resolana existe la madrugada en Sevilla. En el transcurso del tiempo, fue cambiando su sede esta hermandad, también las costumbres de la ciudad y la forma de realizar esta penitencia publica, así se va a la Catedral a adorar a Jesús Sacramentado y desde 1768 se tiene noticia que las túnicas serán negras y de cola, con capirote de la misma tela y color y cinturón de esparto, y en cuanto al calzado dejan libertad para llevar los pies descalzos solo quienes deseen aumentar el grado de su penitencia siempre y cuando no perjudique su salud, sin más referencia al calzado a utilizar que sería el tradicional por aquel tiempo y que ha perdurado hasta nuestros días: zapatos.

Y siendo una hermandad de penitencia y silencio ¿Por qué zapatos? ¿Por qué no otro calzado más austero para seguir a Jesús Nazareno? Porque El Rey David abraza el instrumento del martirio, pero es de carey y plata porque es un abrazo de salvación al signo de la gloria. Llevamos calzado de gloria por acompañar a un misterio de gloria. Quien mejor explica esto es mi hermano Carlos Colón cuando afirma que Jesús Nazareno es la única imagen alegórica de Cristo de la Semana Santa que conjuga en sí la exaltación de la Santa Cruz (de Jerusalén, titular de la hermandad) por el propio Nazareno, junto con la propia exaltación de Cristo Resucitado que abraza el instrumento de su muerte convertido por ella en Seña de nuestra salvación.

Y para completar la alegoría, la imagen del Señor va custodiada e iluminada por dos ángeles que refleja aún más si cabe que Jesús Nazareno se nos muestra desde la Gloria celestial, autentico Varón de Dolores a lo divino, que en una representación del juicio final se nos muestra mirando a la izquierda donde estaremos los pecadores pero no para recriminarnos nuestras faltas, sino para concedernos su perdón infinito y misericordioso, a través de su mirada, y llevarnos con El junto al Padre.

Llevar zapatos en la madrugada es compartir la Gloria con Jesús Nazareno.

Trilogía del ruan (I)

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Si hay algo que defina a la ciudad es su dualidad. Sevilla tiene esa particular forma de ser porque conjuga a la perfección cada cosa con su contrario para, entre ambas, conformar ese carácter y sello inconfundible que identifica sobre todas las demás. Posiblemente sea algo que repitamos hasta la saciedad, pero es precisamente esa perfecta conjunción de contrarios lo que le confiere su personalidad única. La semana santa no iba a ser una excepción y en ella nos encontramos dos claros ejemplos de contrarios que, en unión, conjugan el todo grandioso que es esta fiesta, pues la sabiduría popular nos ofrece dos modos distintos de vivir la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor: desde el rigor de las cofradías de ruan, a la explosión de júbilo popular de las cofradías de capa. En la noche de los improperios, el ruan y la capa cobran un sentido especial conformando unos estilos y modos que, aunque compartidos con el resto de hermandades de las otras jornadas penitenciales, en la noche del Jueves Santo adquieren una magnitud única que no es comparable con el resto y hacen de la madrugada algo único en nuestra semana santa.

En esta noche de la ciudad, las hermandades de negro manifiestan formas completamente diferentes de vestir el ruan que les es común. El rigor penitencial adquiere en ellas una dimensión especial difícilmente explicable si no es con los ojos del corazón y la vivencia interior adquirida a través de la participación en las estaciones de penitencia, bien como integrante de sus cortejos, bien como publico participante en las mismas, dándoles esto último pleno sentido, pues para dar público testimonio de fe y penitencia es imprescindible que el pueblo participe con su presencia, por lo que en una ciudad de calles vacías carece de sentido la procesión.

Y son tres las hermandades de ruan en la madrugada, como también son tres las hermandades de capa, y siendo este un número que ha venido por la propia historia de la ciudad y sus hermandades no deja de tener una significación especial, pues tres son las personas de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo confiriendo a este número la simbología de la Divina perfección; tres son los atributos de Dios: Profeta, Sacerdote y Rey, representados en las potencias que las imágenes de Cristo muestran sobre su cabeza, pues tres son las potencias del alma memoria, entendimiento y voluntad que Jesús las tiene en grado máximo; al tercer día de su crucifixión Jesús resucitó, siendo por tanto tres noches de vigilia desde la última cena el Jueves Santo hasta la Resurrección el Domingo; tres veces los serafines claman “Santo, Santo, Santo”, tres son la virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad... tres son, por tanto, las formas de vestir el ruan en la madrugada que simbolizaremos en uno de los elementos distintivos de sus nazarenos como es el calzado que utiliza cada hermandad: zapatos, sandalias y alpargatas.

En la madrugada eterna de Sevilla, origen de nuestra semana santa, noche de vigilia y penitencia, tres son las formas como Sevilla vive la penitencia: la silente imitación a Jesús Nazareno; siendo testigos del Gran Poder de Dios en su epifanía dolorosa de cada primavera, y acompañándole y velando su sueño en el momento supremo en el monte Calvario.