Y el
día de San Miguel de 1615 la Hermandad de la Santa Cruz en Jerusalén hace voto
solemne:
“Así, será bien que, por auto capitular,
quede asentado y establecido esta religiosa opinión, tan conforme al sentir de
antiguos y santos Padres de la Iglesia, y jurado en el Libro de Autos de esta
Santa Cofradía: cómo tenemos, creemos y
confesamos que la Virgen María Nuestra Señora, Madre de Dios, fue
concebida sin pecado original.”
La
Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen se convierte así en seña de identidad
de la hermandad, constituyendo la auténtica “Gloria de los Nazarenos”. Si bien
fue la primera corporación en realizar dicho voto, ni con mucho fue la única,
pues otros muchos también lo hicieron, así apenas tres meses después la Hdad.
De Jesús Nazareno de Palencia; en 1616 lo realizaron la Hdad. De Sacerdotes de
San pedro Ad-Víncula de Sevilla y las ciudades de Marchena y Sanlúcar de
Barrameda; en 1617 la Cofradía hermana de los Primitivos Nazarenos de Carmona; en 1620 el Cabildo Municipal de Mérida; en 1672 la Cofradía de los
Santos Mártires y San Pedro de Córdoba; en 1677 la Ciudad de Jerez de la
Frontera, por no hablar de la Hermandad de los Negritos de Sevilla en la que Fernando
de Molina, Hermano Mayor, y Pedro Francisco Moreno, Alcalde de la Cofradía,
vendieron su libertad para sufragar con ese dinero cultos en honor de la Virgen
Inmaculada; y esto solo por mencionar algunos ejemplos de lo que supuso el
fervor Inmaculista de la época.
Pero
volviendo al tema que nos ocupa, no es una casualidad que la Primitiva de los
Nazarenos de Sevilla realizase este voto en este día, pues ¿quién es San Miguel?
La
Santa Iglesia otorga a San Miguel el más alto lugar entre los Arcángeles y le
llama “Príncipe de los espíritus celestes”. Ya desde el Antiguo testamento
aparece como el gran defensor del pueblo de Dios contra el demonio y por esto
es considerado el “Jefe de la Milicia Celestial”, y así se le representa
vestido de guerrero o soldado-centurión. También la tradición nos enseña que
San Miguel es quien ofrece a Dios la oración de los fieles, presidiendo –de
esta manera- el culto de adoración que se le tributa al Altísimo y que la
liturgia nos presenta como la nube de incienso que sube hasta el Padre: “Te pedimos humildemente, Dios Todopoderoso,
que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por
manos de tu ángel…” (Plegaria Eucarística 1) También es defensor de las
almas de los hombres guardándolas no solo durante la vida terrenal, sino en la
hora de la muerte recibiéndola al separarse del cuerpo y guiándola hasta el
cielo. El mismo nombre de San Miguel es todo un clamor de entusiasmo y
fidelidad, pues significa ¿Quién como Dios?
El
año pasado se cumplieron 400 años de este solemne voto celebrándose, entre
otros actos, un besamanos extraordinario a María Santísima de la Concepción,
para cuyo montaje la priostía de la Hdad tuvo a bien colocar la imagen de San
Miguel Arcángel , obra de Luisa Roldán y procedente de la extinta Parroquia de
San Miguel de Sevilla, en la que cambiando la espada por la Bandera Blanca de
la Hdad, signo y símbolo del voto recordado y que anualmente es renovado en la
Fiesta Principal de Instituto de la Hermandad, sirvió para plasmar visualmente
las palabras con las que Tomás Pérez, Hermano Mayor, se dirigió en ese 1615 a
sus hermanos solicitando la defensa de la Pureza de María:
“Advirtiendo a Vuesas Mercedes que lo pido
en día del gloriosísimo Arcángel San Miguel -en cuya feligresía militamos-,
justo será se me conceda; y lo será que le imitemos, apellidando como apellidó
-siendo valeroso capitán de los ejércitos angélicos- el nombre inefable de la
Majestad divina de Dios nuestro Señor, defendiéndolo: ¿Quién como Dios?
Digamos
nosotros también: “¿Quién como María, Madre de Dios, concebida
sin pecado original?”, prometiendo y jurando de defenderlo
hasta morir, pues la celebridad de tan Purísima Concepción es
honra de Dios, que la obró con tan admirable preservación de la original culpa,
y es acto de la virtud de religión de celebrar tan lúcida obra del Altísimo.
A
nosotros más que a otros nos toca la defensa de esta causa, como a hermanos de
la Santísima Cruz,
instrumento Divino, y causa eficaz de su Redención y la nuestra, aunque para
esta esclarecida Señora le fue medicina preservante, sin nunca, ni aún por un
solo instante, caer; y así amó, respetó y adoró esta sagrada insignia, como a
bien de todos y prenda que tanto amó Cristo Nuestro Señor, su Unigénito Hijo.”
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