miércoles, 25 de septiembre de 2019

"Imagenes" para la oración


Estaba el jueves pasado en la Santa Misa semanal en mi hermandad cuando, en la contemplación de las Imágenes del Santísimo Cristo y su Bendita Madre, no pude por menos que traer al pensamiento la polémica sobrevenida ésta última semana con el acceso público de las fotografías y diversas pruebas clínicas que documentan las memorias de restauración de las más señeras Imágenes de nuestra Semana Santa. Sin ánimo de dar más leña al fuego, que ya está bastante vivo, si me gustaría compartir una reflexión personal sobre lo que entiendo son las Imágenes y el poder que las mismas tienen.

Decimos que una imagen vale más que mil palabras, y es verdad. Porque la imagen tiene la capacidad de evocar en nuestra mente el recuerdo de todo aquello que nos gusta y nos motiva, es capaz de aflorar en nuestra piel ese repeluco que sentimos en esos momentos especiales vividos con los nuestros. Gracias a los fotógrafos se han inmortalizado un gran número de momentos singulares de nuestras vidas que podemos recrear ante la contemplación de sus instantáneas. La película y el video van más allá, pues no solo nos recuerdan esos momentos especiales, sino que al unir la imagen con el sonido y el movimiento nos recrean aún más ese ambiente único vivido, que por añorado, nos emociona como si estuviésemos de nuevo ahí. La Imagen de culto no es solo como una fotografía de nuestro padre o nuestra madre, que nos lo traen a la memoria cuando ya no están entre nosotros, la Imagen sagrada es la representación de Jesús y María, y su verdadero poder radica en lo que se llama unción, que es lo que toca nuestro interior al contemplarlas y nos hace rezar un padrenuestro o avemaría. Por esto hay que tener un gran respeto hacia ellas, no por lo que son en sí, aunque sean obras de arte, sino por quienes representan y los sentimientos que despiertan en aquellos que las contemplan con fervor, debiéndose cuidar en extremo la forma como se presentan al público, sea al natural o en fotografías.

Pero son obras de arte, algunas de ellas varias veces centenarias, y por este motivo requieren de cuidados periódicos y restauraciones que sus artífices deben documentar, tanto como memoria del trabajo que se ha realizado y, para que el mismo, sirva de ejemplo y aprendizaje al resto de la profesión. Ni que decir tiene que no son imágenes que se deban difundir al gran público pues, como se ha podido comprobar, la visión de las mismas en dichas tareas de restauración no es plato de gusto para nadie, máxime para personas que estamos acostumbrados a verlas en sus altares y convenientemente arregladas, aunque para los profesionales de la restauración forman parte de su quehacer diario, como comentábamos anteriormente.

Este tipo de fotografías se han realizado, desde antiguo, en múltiples ocasiones. En mis años de hermandad he tenido oportunidad de ver un buen número de ellas, bien en el archivo de la hermandad, bien en el entorno privado, pero siempre desde el respeto hacia lo que estamos viendo, pues, aunque estén en pleno proceso de restauración, no dejan de ser la representación de Jesús y su Madre. De igual forma, cuando se realiza la tarea de vestir las Imágenes para los distintos tiempos litúrgicos y fiestas de la hermandad, son momentos de la mayor intimidad. La contemplación de las mismas en ropa interior, o incluso sin ella, puede llevar a no tenerles el respeto debido, como alguna vez ha podido suceder con alguna figura secundaria con la que nuestra “guasa” ha hecho acto de presencia.

Volviendo al tema que nos atañe, incluso las fotografías de las Imágenes que podemos contemplar en los diferentes medios, RRSS, boletines y anuarios merecen un respeto en cuanto que son de Imágenes sagradas y aunque las contemplemos de esta forma nos siguen evocando a Jesús y María, como les comentaba a mis hermanos de Vera+Cruz en los editoriales de los últimos anuarios de los años 2018 y 2019 que he tenido el privilegio de coordinar, y lo mismo que les rezamos en la capilla podemos hacerlo en la distancia. Y justo por eso se ponen los retablos cerámicos en las respectivas Parroquias, Iglesias y Capillas, para que cuando estén cerradas y no podamos visitar al Santísimo ni las Imágenes de nuestra devoción, tengamos su reproducción a nuestro alcance para que nunca cese la oración.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Unidos en la Fe, Caminamos en la Esperanza




La Pascua es el tiempo litúrgico por excelencia. Es la celebración del triunfo de Cristo sobre la muerte que da sentido y contenido a la Iglesia. Los primitivos nazarenos celebramos el Domingo de Pascua el día fundamental que es, donde además el Dulcísimo Nazareno se nos muestra desde la gloria de su paso, escoltado por los ángeles que guardan su Luz, mientras abraza la seña de su triunfo en la más cierta Exaltación de la Santa Cruz, aunque al sevillano modo cede su protagonismo en éste día en favor de su Madre, ante cuyo paso celebramos la más grande Gloria de los creyentes que rubricamos repartiendo el azahar que le acompañó en la madrugada. No es, por tanto casualidad, que hayamos aprovechado este tiempo pascual para celebrar, en una radiante mañana de mayo, el Año Jubilar de la Esperanza, concedido por la Penitenciaria Apostólica de la Santa Sede con motivo del sexto centenario del origen de la advocación de la Esperanza, que es a su vez el origen de la fundación de la Hermandad de la Esperanza de Triana. Porque la Esperanza es esa virtud teologal por la que deseamos a Dios como bien supremo. Vivir la Esperanza es creer en Cristo que es Dios omnipotente y bondadoso que no falla a sus promesas y, como dice el Eclesiástico: “¿Quién que hubiere invocado a Dios, haya sido despreciado por El? (Eclo 2,10)  La Virgen de la Esperanza nos trae en su nombre el más grande compendio del amor de Dios, unido a su maternidad divina y su pureza inmaculada, y es, por esto, el salvavidas al que se aferran todos sus devotos. Cuando llegamos a la Capilla de los Marineros y, aunque se estaba oficiando una boda, con la discreción oportuna en estos casos, fuimos accediendo a su interior para saludar a quien es fuente de Esperanza y motivo de nuestra peregrinación, siendo testigos de cómo Dios Padre corona el retablo mayor desde el que la Stma Virgen preside la capilla, y en ese primer saludo el corazón no pudo menos que exclamar: “Dios te Salve María, hija de Dios Padre”.

Cumplido este primer e imprescindible saludo a la Señora, iniciamos nuestra jornada visitando el magnífico museo que ha instalado la hermandad para dar a conocer su historia, su cofradía y, como no, para proclamar la gran devoción que se profesa a la Virgen de la Esperanza; visita que fue dirigida por el responsable del museo, quien nos ilustró con los detalles del mismo. Comenzamos la visita admirando una impresionante descripción de la cofradía y su evolución a lo largo de los años, cuidando siempre su particular personalidad totalmente enraizada en su barrio e inspirada en los motivos cerámicos que le caracterizan. Las siguientes secciones del museo están dedicada a la gran devoción que se profesa a la Stma Virgen de la Esperanza, con un apartado especialmente dedicado  a su Coronación Canónica, y con una gran muestra del fervor popular que suscita, reflejado en los muchos presentes realizados a lo largo de los años por sus devotos y personajes populares en el transcurso de la historia, sobre todo la más reciente: toreros, artistas… pero sobre todo, lo que queda patente es el gran amor del barrio y sus gentes, de la ciudad entera y allende sus fronteras. Finalizada la visita al museo, nos dirigimos a la Capilla para participar en la Eucaristía que, presidida por N.H. Rvd. P. Andrés Ybarra Satrústegui, fue el centro de nuestra peregrinación, donde además de celebrar el amor de Dios, participamos del Jubilo de la Esperanza, y allí sentados en los bancos esperando el inicio de la Santa Misa, continuamos la contemplación de la Madre de Dios y de su Divino Hijo, Señor de las Tres Caídas, en su altar junto al de la Madre, y ante ambas imágenes, y porque para todo hijo es un sueño su madre, de nuevo brota del alma el saludo a quien es estrella de los mares: “Dios te salve María, madre de Dios Hijo”.

Decíamos que nada es por casualidad, por eso quiso el Dulcísimo Nazareno que nuestra peregrinación fuese el VI Domingo de Pascua en el que el mensaje principal de su liturgia es que Dios es amor, como nos dice el evangelista Juan, y nadie tiene el amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Dios nos ama y nos amó primero y de ese amor que Dios nos regala nos viene el mandamiento del Amor, verdadero compendio y resumen de todos los demás mandamientos y que precisamente se nos manifiesta en la Esperanza, cuyo Jubileo recibimos. La celebración de hoy es una bendición que nos invita a convertirnos, poniendo amor donde estemos, y sobre todo siendo cauce de ese amor de Dios para con nuestro hermanos, por lo que hemos de vivir el Jubileo de la Esperanza como auténticos seguidores de los primitivos nazarenos que nos precedieron y, muy especialmente, como buenos hijos de la Esperanza y la Concepción. Y pues ese Amor de Dios nos llega a través del Espíritu Santo, por quien actúa el Padre y el Hijo en nuestros días, en nuestra personal e íntima salutación decimos a la Señora: “Dios te Salve María, esposa del Espíritu Santo”.

Finalizada la eucaristía nuestro hermano mayor, Eduardo del Rey, dio las gracias a la hermandad de la Santísima Virgen de la Esperanza por la fraterna y cariñosa acogida que nos ha dispensado, materializándose en la ofrenda de un centro de flores para quien es Reina, Madre y Capitana, dulcísima Esperanza. Alfonso de Julios, hermano mayor de la Esperanza, agradeció nuestra visita entregando, a su vez, a nuestra hermandad el diploma acreditativo como signo y rúbrica de la extraordinaria Peregrinación vivida ante la Virgen de la Esperanza y que nos debe servir siempre a los primitivos nazarenos para ser mejores cristianos y personas, y también para unir más a nuestras hermandades por el bien de la madrugada, de nuestra semana santa y de la Iglesia. Y a los pies de la Stma Virgen, mientras nos hacíamos una foto grupal como recuerdo de éste sábado de pascua,  junto al Padre y al Hijo y en su Santo Espíritu que nos congrega, nos despedimos de la Señora con la salutación final: “Dios te Salve María, templo y sagrario de la Santísima Trinidad”.

Como colofón a esta extraordinaria jornada no podía faltar un refrigerio de confraternización para festejar, a lo humano, las divinas gracias obtenidas en ésta alegría de la Esperanza y signo claro del Amor de Dios, cuyo mejor resumen es el lema elegido por la hermandad de la Stma Virgen de la Esperanza para su Jubileo “Unidos en la Fe, caminamos en la Esperanza”.

El poder de la imagen


Un nuevo año pasó ante nosotros. Un año cargado de vivencias, efemérides, celebraciones, recuerdos, sentimientos, gratitud y sobre todo de continua oración a Jesús y María. En tus manos, hermano de la Vera+Cruz, un nuevo anuario en el que queremos resumir todo lo acontecido en este año recién terminado.

Son precisamente las fotografías que lo integran las que nos sirven principalmente de hilo conductor de esta memoria de 2018, pues es la imagen lo que evoca en nuestra mente esos momentos especiales que hemos compartido en la Hermandad, gracias a la singular visión  de los fotógrafos que muy amablemente han compartido su trabajo con nosotros, sin cuya desinteresada y gentil colaboración este anuario no hubiera sido posible.

Quiero también agradecer a cuantos, magistralmente, han contribuido con sus artículos a dar contenido a nuestra publicación: su sapiencia, conocimientos y buen hacer quedan patentes en sus colaboraciones que espero sean de tu agrado e interés. Quiero tener también una mención especial a todos los miembros de la Junta de Oficiales y sus auxiliares que, con sus respectivas memorias, nos mantienen al tanto de todo lo realizado en este pasado año en la Hermandad. Mi agradecimiento.

Volviendo al punto inicial: las imágenes, te animaba el año pasado a que, cuando viésemos al Cristo y a la Virgen en las diferentes fotografías, tuviésemos un momento de oración por que en ellas se nos representan. Este año, me permito incidir en esa petición, pues es precisamente el amor a Dios y a su Madre representados en el Stmo. Cristo de la Vera+Cruz y la Virgen de las Tristezas el principal nexo de unión que tenemos.

Espero que este anuario sea de tu agrado y deseo que, reviviendo el pasado año a través de sus páginas, te animes a participar en todos y cada uno  de los momentos de hermandad que se nos brindan en este 2019. Para todos Paz y Bien.

La imagen de Dios



Una vez más, mi hermano de la Vera+Cruz, tengo la fortuna de dirigirme a ti a través de ésta, nuestra publicación anual que cumple diez años, donde repasamos lo realizado en este último año y damos gracias a Dios por ello. Resumen de un nuevo año en que se incluye el relevo de la Junta de Oficiales de la hermandad, con nuestro reconocimiento y gratitud a la junta saliente y los mejores deseos a la nueva junta para que su mandato sea fructífero, pedimos al Santísimo Cristo y su Bendita Madre que les iluminen y les guarden para que su labor nuestra hermandad siga creciendo día a día como hasta ahora.

Quisiera aprovechar estas líneas para compartir una breve reflexión. En su gran mayoría el contenido de nuestro anuario es material gráfico, imágenes que nos ayudan a recordar los momentos vividos en la hermandad a torno a Ellos, el Cristo de la Vera+Cruz y la Virgen de las Tristezas. Me gustaría que, cuando contemples las ilustraciones que lo integran, tengas presente que en ellas están Jesús y María, y que así como sacamos sus benditas Imágenes a la calle para que sirvan de evangelización a todos, así deben ayudarnos sus fotografías en nuestra diaria comunicación con Ellos, y de esta manera además de reconocer el trabajo de sus autores que gentilmente las han cedido para que quien reciba este anuario las podamos disfrutar, ese momento sea también un momento de oración.

Hermano de la Vera+Cruz: tuyo es este anuario. Espero que sus contenidos sean de tu agrado, que recordemos lo vivido y nuestra historia, a nuestros hermanos en el presente y a quienes nos precedieron, que evoque ese sentimiento que guardamos en nuestro interior que supone la pertenencia a nuestra hermandad  y sobre todo que el ver al Cristo y a la Virgen en las fotografías publicadas nos ayude a tenerles siempre presente en nuestra mente, alma y corazón.

Paz y Bien.