jueves, 19 de octubre de 2017

Donde está Dios

Publicado en la web ElCostal.org



Días pasados llamó poderosísimamente mi atención un comentario de un amigo y primitivo hermano: “Mediciones de calor en un paso, GPS, estrenos, procesiones, bandas, igualás, rankings de marchas o de “cambios” en campana… ¡Donde está Dios!” Ciertamente en el mundo cofrade actual hemos de reconocer y hacer un profundo examen de conciencia que tenemos a Dios de lado. Justo lo que debería ser el epicentro y lo que mueve toda nuestra actividad está apartado de nuestro quehacer.
Por definición y génesis nuestra semana santa tiene un marcado componente popular, desde sus origenes y sobre todo desde el Concilio de Trento, las procesiones públicas con las imágenes del Señor servían para formar y catequizar al pueblo al contemplar los misterios de la Pasión en un momento en el que ni había libros ni mucho menos se sabía leer. Con el transcurso del tiempo la formación cultural ha ido en aumento, no siendo tan importante esta función educativa, al menos desde la perspectiva del conocimiento, pues evidentemente desde un punto de vista catequético sigue siendo importante ya que con tantos mensajes cofrades que vertimos en las RRSS (por poner un ejemplo) en una gran medida no somos capaces de ver que en esos mensajes está Dios.
Recuerdo mi infancia, viendo cofradías  en brazos de mis padres, como me enseñaron a presignarme al paso del Señor y de la Virgen con un mudo padrenuestro o avemaría (costumbre que procuro transmitir a mis hijas y que veo hacer a otros muchos que también están viendo el discurrir de la procesión), lo cual marca lo importante. Por supuesto que música, flores, incienso y el trabajo de capataces y costaleros ayudan a que ese sea un momento sin igual y esteticamente bello y perfecto.
Y es posiblemente por la corriente de laicidad que vivimos, la falta de formación cristiana en muchas familias en las que se hace la comunión como algo social y por los regalos (por poner un ejemplo), que en gran medida se ha vaciado de contenido religioso nuestra semana santa, y eso que ése fue precisamente el origen de la misma. Así tenemos procesiones en que lo único que importa es el salir, no por qué se sale; nos centramos demasiado en los estrenos o en el orden de paso por la Campana (o por Catedral) y los tiempos de paso; escenografías y músicas de acompañamiento que lejos de ser eso, acompañamiento, han tomado el papel principal, multiplicamos los viacrucis y rosarios publicos, posiblemente mas por buscar una “salida” que por el propio hecho en sí de la oración en común…. ¿puede ser que la poca afluencia de publico al viacrucis del consejo en la catedral sea porque nos quedamos en el traslado y en el momento de la oracion aprovechamos para un descanso y a esperar el traslado de vuelta? ¿cambiarlo de día arreglaría esto?  ¿Vemos dónde está Dios? También es cierto que si alguien al ver una imagen en la calle se acuerda aunque sea de decir “Ave María Purísima” habrá valido la pena salir, pero hay mucho que mejorar.
Las hermandades y sus juntas, de las que he formado parte en varias ocasiones, consejo, delegación de hermandades, debemos hacer examen de conciencia. Me consta y es evidente que se están poniendo en marcha muchos planes de formación que tratan de paliar esta situación que vivimos. Musicas, cambios, chicotás, flores, bordados, libreas, dalmaticas, golpes de pértiga, representaciones…, todo es importante y ayuda a centrar y dignificar nuestra celebración y sobre todo porque son y las hace el pueblo, pero no debemos nunca olvidar que lo fundamental siempre es lo que va encima de los pasos, no por ser obras de arte, sino por lo que representan: a Dios y a su Madre.

domingo, 1 de octubre de 2017

La Jerusalén de la ciudad

Publicado en la web ElCostal.org



El periodo estival suele ser un periodo particularmente tranquilo en lo que a noticias del mundo cofrade se refiere. Normalmente no suele ir mas allá de algún que otro proceso electoral, que se suelen hacer coincidir en este tiempo precisamente por la amplitud de las agendas, y también es el momento del examen de conciencia de lo realizado el curso anterior y de una programación tranquila y pausada de lo que va a ser el próximo curso que iniciamos en septiembre.

Este pasado verano sin embargo lo hemos tenido entretenido con las noticias del plan propuesto por los Hermanos Mayores de las Hermandades del Martes Santo, como arreglo a las dificultades de dicho día, así como algún avance sobre posibles actuaciones que se pueden proponer en el tema “madrugada”, que nos están haciendo del inicio de curso un autentico culebrón, pero si me gustaría incidir en una pequeña reflexión sobre la “desmemoria” que parece que padecemos, pues existe una generación que no ha conocido otra semana santa que la actual que, evidentemente, ha sufrido muchos cambios a lo largo de los años.

Porque la semana santa no siempre ha sido como la conocemos y quizás su pervivencia a lo largo de los siglos se deba precisamente a esa capacidad de adaptarse a los cambios de la sociedad en cada uno de los momentos de la historia. Sabemos que existía una semana santa anterior a la carrera oficial, incluso una semana santa en la que no se visitaba la Catedral; sabemos como esa carrera oficial se ha ido transformando en el transcurso de los años (últimamente nos lo están repitiendo hasta la saciedad); que, “aunque le pese a Molina…” y Sevilla lo tuviese muy claro, hubo una semana santa anterior al dogma Inmaculista, la gran devoción de la ciudad era el Santo Cristo de San Agustín hoy salvaguardada su advocación gracias a la hermandad de San Roque, y esto haciendo un ligero repaso a vuelapluma.

Pero no hace falta irse muy lejos, pues los de mi generación en los últimos 50 años hemos sido testigos de multitud de cambios que desde la “perspectiva” actual seguramente harian temblar la tierra: hemos conocido la semana santa sin hermandades que hoy consideramos fundamentales en ella Los Servitas, Jesus Despojado, La Sed, El Cerro, El Carmen, San Pablo, El Sol,… Hemos conocido a Jesus despojado igualmente el Sabado Santo, ahora en el Domingo de Ramos. Hemos conocido el Viernes de Dolores (cuando no era llamado Vispera) con la hermandad de la Sed y después con el Carmen. Hemos conocido hermandades que han cambiado sus imagenes titulares, como San Gonzalo, Las Cigarreras o la Trinidad, por no hablar de la evolucion de algunos misterios con sus imágenes secundarias. Hemos conocido hermandades que han cambiado su sede canónica en estos años, asi el Dulce Nombre en San Antonio de Padua, Los Estudiantes fue de la Anunciación a la capilla Universitaria en el nuevo Rectorado en la fabrica de tabacos, el Valle fue del Santo Angel a la Anunciacion, Jesus Despojado y Las Aguas marcharon desde San Bartolomé  a sus respectivas capillas. Y podríamos enumerar algunos más…

Lo verdaderamente importante es que, independientemente del “sentido” en que se recorra la carrera oficial, la estación de penitencia como procesión manifestación de piedad popular que es, constituye una peregrinación simbólica signo de la condición de la iglesia pueblo de Dios en camino con Cristo por la ciudad terrena hacia a una vida mejor en la Jerusalén celestial, que se simboliza en el discurrir de la procesión de las distintas hermandades desde las propias capillas de las hermandades hasta la Jerusalén de la ciudad que es nuestra Santa Iglesia Catedral. Esta peregrinación no comienza en la campana, sino con los actos previos en las capillas con el recibimiento y acogida de los hermanos que participen en dicha estación penitencial. Que el “camino organizado” de todas las corporaciones a través de la ciudad sea a la ida o a la vuelta de nuestra Jerusalén particular creo que es algo que no tiene más importancia que la que se le quiera dar, pues repito lo importante es la llegada a la Catedral. Que las tradicionales y simbólicas “venias” se pidan en un determinado momento y orden, o en otro, tampoco debe tener mayor importancia, pues son solo eso: símbolos; la auténtica venia esta previamente concedida bien en el cabildo de toma de horas por la parte eclesiástica, bien con las reuniones previas con el cecop por la parte civil.

Abramos las miras y la mente, que aunque lo ideal sería encontrar una solución global que dé respuesta a la Semana Santa en su integridad, no desechemos, al menos como prueba, alternativas parciales estudiadas, consensuadas y muy seguramente posibles de realizar, pues en el fondo lo que queremos es celebrar una Fiesta plena tanto en su componente religioso y devocional como en su dimensión popular, que Todos podamos disfrutar.