miércoles, 30 de octubre de 2019

Punto de inflexión


Y una vez más, estando en la hermandad, el pensamiento vuela, y es que muchas de las cosas buenas que nos pasan ocurren alrededor de la hermandad: padres, abuelos, los amigos, trabajar, aprender, incluso formar nuestra propia familia, como es mi caso y el de otros muchos. Por esto, porque gran parte de nuestras vidas tiene lugar en la hermandad, y así es para muchos de nosotros, es porque las hermandades conforman gran parte de la vida social de la ciudad.

Pues bien, como decía fue estando de nuevo en la hermandad con motivo del cabildo de elecciones, ahora en formato abierto por los muchos hermanos que somos para facilitar el que gran parte puedan venir a votar, aparte del cumplimiento con nuestro deber de hermano es una nueva oportunidad de encontrarnos, saludarnos, cambiar impresiones, alegrarnos de vernos pues, por las obligaciones de la vida diaria, no siempre es posible aunque seamos asiduos a la cita semanal. Y este momento de alegría y de encuentro, de vernos con nuestras familias, de ver como nuestros hijos se van haciendo mayores y se van integrando en la hermandad, de encontrarnos con nuestros mayores, quienes tanto nos han enseñado en muchas tertulias en el atrio de nuestra casa, ver cómo los años se van cargando en sus espaldas (y en las canas de nuestras cabezas…) y de notar, una vez más, la falta de quienes fueron el alma de la cofradía en tiempos no muy lejanos, de quienes aprendimos a ser nazarenos. Es justo entonces cuando nos percatamos del punto de inflexión en el que nos encontramos.

Matemáticamente un punto de inflexión es aquel donde los valores de una función continua en x pasan de un tipo de concavidad a otra, lo que hablando en cristiano quiere decir que es el punto donde la curva que representa esta función cambia su curvatura, lo que traducido a nuestra vida es la constatación del cambio producido por el paso del tiempo. Es darte cuenta que, como ya había comentado en alguna otra reflexión, los jóvenes que escuchábamos en silencio a los “viejos” en las copas en la casa de hermandad, somos ahora quienes hablamos mientras nuestros hijos y la juventud actual nos escuchan. Que quienes trepábamos por los altares, andamios y escaleras para el trabajo de campo, tomamos ahora el relevo en las tareas de diseño y preparación, y son las nuevas generaciones las que hacen el trabajo más movido. Que quienes éramos simples ayudantes o auxiliares o diputados en los cargos últimos en el escalafón de las juntas de gobierno, ahora somos secretarios, mayordomos, censores, consiliarios y hasta hermanos mayores. Este instante supone también que si hasta ahora sumábamos estaciones de penitencia en nuestra cuenta particular, desde este momento tomamos conciencia que lo que hacemos es restar las que nos quedan por realizar, porque nuestro paso por esta vida es finito, y que la túnica de nazareno que nos recuerda a nuestra vestidura bautismal en nuestro anual y particular peregrinar a la Jerusalén de la ciudad, en lo que supone una conversión anual -paso del hombre viejo al hombre nuevo-, empezamos a percibirla como esa última vestidura que nos acompañará en nuestro tránsito  hacia su eterna presencia a la diestra del Padre.

Por esto, lo mismo que hoy nosotros recordamos con alegría a aquellos que nos precedieron y nos mostraron el recto camino que debemos seguir imitando siempre al nazareno que nos precede, hemos de obrar de forma que seamos sus dignos sucesores para que quienes les toque seguirnos como su nazareno precedente, lo hagan con esa misma ilusión que lo hicimos nosotros con nuestros mayores, estando además preparados para ceder el testigo a nuestros jóvenes y dispuestos a aprender de ellos, pues con su juventud nos aportan nuevas ilusiones y  puntos de vista acordes al cambio de los tiempos, siendo precisamente esta capacidad de adaptación lo que hará perdurar nuestras hermandades y la semana santa.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Tecnología y Semana Santa


El último siglo de nuestra historia se ha caracterizado por los profundos cambios y avances tecnológicos que tanta repercusión tienen en nuestra vida diaria que la han actualizado en una evolución que difícilmente hubieran imaginado nuestros abuelos. En los medios de comunicación este progreso se ha manifestado de una manera espectacularmente rápida, prácticamente exponencial. De los libros, los periódicos, el paso a la radio y televisión y el salto a internet y los móviles nos ha catapultado a un universo nuevo y lleno de posibilidades, algunas ya asumidas y  otras muchas aun por explorar. En éstos últimos días me ha llamado la atención la noticia de una aplicación para rezar el rosario… ¿Una aplicación para rezar? Donde vamos a llegar.

En un primer momento es normal sorpresa, asombro, extrañeza, conmoción, incluso hasta susto. Es algo tan nuevo y tan rompedor con lo hacíamos hasta ahora que puede causar todos estos sentimientos pero, y si aprovechando esta aplicación hay quien reza el rosario ¿no habrá cumplido su objetivo?

Juanma de Cirez @jarrillo_delata
Seguramente nuestras queridas cofradías fueran en su momento algo tan novedoso como esta aplicación del rosario; imaginemos las caras de los ciudadanos del siglo XVI contemplando el discurrir procesional de las mismas, que recordemos fueron impulsadas desde el concilio de Trento para evangelizar al pueblo al contemplar los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor, en un tiempo donde ni había libros y escaseaba la cultura para el pueblo llano. Por eso, atendiendo a esta razón de ser, y teniendo en cuenta la sociedad actual, cualquier procesión, ordinaria o extraordinaria, mientras consiga que haya quien se santigüe al contemplar las sagradas imágenes, estará plenamente justificada su realización.

Y del mismo modo como nuestras imágenes mueven los corazones cuando recorren la ciudad en sus pasos procesionales o en andas a hombros de sus devotos, también lo hacen gracias a las fotografías que diariamente vemos de ellas en nuestros mensajes de whattsapp, twitter, instagram o Facebook, que nos dicen en voz baja que Él está presente en todos ellos aunque no sepamos verlo a primera vista. De igual forma rezamos todos los días cuando enviamos o recibimos los mensajes de nuestra hermandad con ese salmo, cita, pensamiento u oración; así como leemos el evangelio cuando nos lo envía nuestro diputado de guardia en el grupo de la cofradía, de forma que, casi sin leerlo completo, recordamos dicho pasaje solo con ver su principio, y así podríamos seguir…

Porque, en definitiva, la tecnología no es más que otra herramienta a nuestra disposición con muchos y diferentes usos y aplicaciones, entre ellos el ser canal de transmisión de la Buena Noticia, de Jesús y de María, y como tal también nos ayudan a rezar. Bienvenidos sean.

jueves, 17 de octubre de 2019

Barrios





Años, tiempo, cambios, evolución…. Todo esto es un continuo en la historia de las cofradías. Desde la primera estación de penitencia que tenemos constancia el 14 de abril de 1356, en que los primitivos nazarenos a imitación del Dulcísimo saliesen desde Ómnium Sanctorum, muchos han sido los cambios que ha sufrido nuestra “fiesta” en el devenir del tiempo. Parte de esta transformación ha sido, no solo el cambio en los días y horarios de las estaciones de penitencia, sino el nacimiento de nuevas hermandades y una nueva geografía urbana de la ciudad sobrevenida por el crecimiento de la misma, sobre todo en estos últimos siglos.

Esta expansión de la ciudad ha motivado no solo que gran parte de la población de la urbe viva en estos barrios de nueva creación, sino que el centro, también conocido como “intramuros” esto es lo que está dentro de la zona histórica amurallada de la ciudad, haya ido perdiendo poco a poco a sus vecinos y que las hermandades “tradicionales”, con sede canónica en dicho casco antiguo, hayan visto como su nómina de hermanos ha cambiado su lugar de residencia a estos nuevos enclaves e incluso a ciudades limítrofes a la urbe.

Esto ha supuesto la creación y arraigo de nuevas hermandades en estas nuevas collaciones, cuyo auge viene determinado por reunir en su entorno a la masa social que en su día fue (y sigue siendo por tradición) de las hermandades del centro, pero que hoy día, aunque no dejen sus hermandades familiares históricamente, encuentran en éstas nuevas el lugar idóneo y cercano al domicilio donde desarrollar esa necesidad de piedad popular que caracteriza a nuestra sociedad. Ejemplo de esto lo tengo en mi propia hija que, sin abandonar la hermandad familiar donde también se desarrolla y desenvuelve activamente como cristiana y como persona, ha ingresado en la nómina de la hermandad del barrio en que residimos, pues su vida cotidiana transcurre en este entorno y sus amigos de infancia, colegio e instituto, hacen también su vida en el barrio y su hermandad.

Para las hermandades de los barrios, este final de verano y principio de otoño ha sido especialmente significativo para ellas, con numerosos eventos que han puesto de manifiesto cómo se vive la religiosidad y la piedad popular en los mismos. A las magnas celebraciones en Nervión, con la hermandad de la Sed, y en Torreblanca con su Virgen de los Dolores, las cuales no merecen más que nuestro reconocimiento y felicitación una vez más, hay que sumar la vuelta del Tiro de Línea a su casa -de Barrio Porvenir a Barrio Tiro- tras las obras acometidas este verano en su parroquia y todo un verano en San Sebastián recibiendo el cariño de los suyos y de todos los que nos sumamos a visitarles. Por mi parte he tenido la inmensa suerte de conocer de primera mano, y enamorarme de ella, a la hermandad del Dulce Nombre de Bellavista, participando en sus cultos. He descubierto una hermandad familiar, sencilla, que aglutina el cariño de su barrio a la Stma Virgen y lo demuestra en sus actos y vida de hermandad, juventud y experiencia en torno a su Dulce Nombre. (Gracias Antonio Rubén por ésta oportunidad).


Cada día soy más de los barrios pues en ellos me encuentro la vida en primera persona. Y no solo los más nuevos cuyas hermandades y agrupaciones parroquiales las mal llamamos, a mi entender, de vísperas, pues su labor diaria con sus hermanos, feligreses y vecinos, las hacen merecedoras de considerarlas “Semana Santa” plena aunque no vayan a la Catedral, sino también de collaciones históricas de la ciudad (alguna incluso intramuros) donde también se percibe este sabor popular que nos pellizca el alma y hace que nos cautiven las hermandades de nuestros “barrios”.

domingo, 6 de octubre de 2019

Pertenencia


De nuevo me encontraba en misa en los cultos de mi hermandad, y de nuevo además de seguir la celebración, las lecturas, las oraciones, todas las partes de la eucaristía; observando como los acólitos conocen casi a la perfección su papel en la liturgia y lo demuestran culto tras culto; cantando sotto voce con el coro los diversos cantos litúrgicos que acompañan la celebración, un poco por deformación profesional por mi afición al canto y mis muchas participaciones en los cultos de numerosas hermandades. Y, como no, todo esto incluye un momento de reflexión sobre el estado de la hermandad, la categoría del altar montado para la ocasión y un repaso a los hermanos que están, que fueron, y los que están en proceso en la juventud de la hermandad.

Es precisamente viendo al sacerdote celebrante donde comienza el pensamiento a divagar, pues es hermano muy antiguo, asiduo al día a día de la casa en los años de juventud, y hoy día sacerdote con responsabilidad en la diócesis. Desde este punto de partida, vuela la mente hacia otros hermanos a los que también hemos conocido en la juventud y hoy son personas de renombre en sus respectivas profesiones, lo cual nos produce un sentimiento de alegría ante los éxitos de nuestros hermanos y amigos. Y, como ya he manifestado en alguna ocasión,  no menos importante es esa profunda satisfacción interior cuando vemos a los jóvenes que un día conocimos de niños en la hermandad, siendo nosotros miembros de las juntas de gobierno, compartiendo hoy junta con nosotros y aprendiendo de ellos. He de decir que me encanta aprender cosas nuevas cada día y tener la oportunidad de hacerlo de aquellos a quienes un día pudimos enseñar creo que es de las mejores cosas que nos puede otorgar la vida.

Toda esta reflexión es posible por una cuestión muy simple, y a la par muy compleja, como es el sentimiento de pertenencia a la hermandad. Queremos a la hermandad porque nos sentimos parte de ella, y por la estrecha convivencia con nuestros hermanos, que también sienten a la hermandad como suya, y entre todos nos sentimos parte de una gran familia.

Pertenencia que nos viene dada por muestra propia familia, nuestros padres, que continuando con lo que hicieron los suyos, nos hacen hermanos desde el bautismo, nacimiento, al hacer la primera comunión, o al llegar a la edad para salir de paje, según la costumbre de la hermandad y del momento. El propio grado de pertenencia de la familia a la hermandad marcará también el del joven hermano. A veces nuestra llegada a la hermandad se debe a tener amigos que forman ya parte de la misma, y al ir con ellos a la hermandad en tanto la vamos conociendo desde dentro nos enamora, nos engancha, nos atrapa, y nos hace suyos. En otros casos nuestra llegada a la hermandad es por la devoción que nos inspiren los sagrados titulares, ya hemos comentado en alguna ocasión del poder de las imágenes sagradas para tocar nuestro corazón como representación de Cristo y su Madre que son.

Para que estos últimos se sientan integrados y, por tanto, parte de la hermandad, es muy importante que tengamos las puerta abiertas para que, quien quiera, pueda entrar a convivir con los hermanos, siendo esto fundamental no solo para estos nuevos hermanos sino para aquellos que, aunque miembros desde la infancia, verán acentuado su sentimiento de pertenencia a la "casa" cuanto más activa sea su participación en la vida de la corporación. Por tanto las juntas de gobierno deben vigilar y cuidar que los hermanos se sientan acogidos en la hermandad, la tomen como suya, como propia, se alegren con las buenas noticias y se entristezcan con las que no lo son. Es fundamental el diputado de juventud, que junto con los priostes y el de cultos, hacen atractiva la hermandad a la juventud por su especial vinculación en estas áreas de la corporación; y si la juventud se engancha a la hermandad ya no la dejará nunca, y por supuesto amplíese ésto a todos los hermanos de cualquier edad o condición. Como colofón permítanme reproducir unas frases del artículo de mi primitiva, y joven hermana, Inés en el boletín de nuestra Archicofradía que creo es el mejor ejemplo para ésta reflexión:

“No recuerdo con exactitud la primera vez que crucé las puertas de San Antonio Abad. Por aquel entonces sólo acompañaba a mi familia a ese lugar en el que, sin tan siquiera ser hermana, sentía como si el mismísimo Jesús Nazareno me abrazase como abraza a su cruz... Sin embargo, ese abrazo fue cambiando hasta convertir ese lugar en un hogar.

Y a aquellos jóvenes que, sin conocer a nadie, se han acercado a Jesús Nazareno, les animo a que vengan, a que participen, a que pregunten todo lo que les inquiete de manera abierta y sin miedos a ser nuevos en esto, porque al final todos estamos aquí por un punto en común: la devoción a Nuestros Titulares. Porque para eso estamos, para tener siempre las puertas abiertas, para ayudarnos entre nosotros con las cruces que nos tocan en el día a día, para que, de alguna manera, ese abrazo entre hermanos sea un abrazo a la cruz de cada uno. Igual que lo hace el Nazareno”