lunes, 20 de noviembre de 2017

Nos ven porque salimos...

Publicado en la web ElCostal.org




Que la organización de la semana santa necesita una reestructuración a nadie extraña. Que se ha sobredimensionado la misma es una realidad, tanto por el volumen de los cortejos que han experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, como en el público asistente a los mismos, y esto nos lo pone de manifiesto los continuos y crecientes “aforamientos” que por parte de los responsables de movilidad y orden público se suceden año tras año. Evidentemente la semana santa está de moda… Diversas son las causas de este aumento de participación, entre otras la mejora de las vías y medios de comunicación así como el incremento del parque automovilístico que facilita que muchas personas vengan a visitarnos y por supuesto que hermanos que residen en tras localidades puedan participar en la estación de penitencia de su hermandad. Ha vuelto a salir a relucir en estos días una idea que ya estuvo de actualidad hace años y es el limitar el numero de nazarenos en los cortejos penitenciales, ahora centrado en que el nuevo hermano deba esperar tres años para participar en la estación, algo en lo que no puedo estar de acuerdo por varias razones.

En primer lugar el fin principal de nuestras hermandades es salir. Un momento de auge de las mismas fue tras el concilio de Trento en el que como sabemos, para que sirviese de publica catequesis por la contemplación de los misterios de la pasión del Señor se incentivó la salida procesional de las mismas, precisamente por la falta de libros y de conocimiento en el pueblo para poder leerlos. Por tanto las hermandades son asociaciones para “salir” y no nos debe extrañar que una persona quiera hacerse hermano de una corporación para salir de nazareno. Para “no salir” hay otros tipos de asociaciones: antiguos alumnos de colegios religiosos, ordenes terceras religiosas, adoración nocturna,… muchas podríamos enumerar, cada una con su particularidades e idiosincrasia propias donde poder vivir la espiritualidad. Pero en las cofradías el signo distintivo es “salir”

Decía un antiguo cofrade refiriéndose a su hermandad “no salimos a que os vean: nos ven porque salimos”. No pretendo enmendarle la plana, pues en su contexto tiene toda la razón, supone que en la hermandad lo importante es la disposición intima y personal del hermano que sale abstrayéndose de todo lo accesorio, incluido el publico, en pro de la propia intención por la que se realiza la estación penitencial y la meditación de los misterios de la pasión que debemos realizar durante la misma, pero ello no quita que el fin primero es salir para que “nos vean” y de esta manera poder catequizar. He manifestado en alguna ocasión que con que una sola persona al contemplar una cofradía en la calle reza un padrenuestro o avemaría ya habrá valido la pena salir.

Precisamente y en base a esto nuestro Arzobispo ha expresado el valor que tienen las cofradías como freno al movimiento laicista que existe en nuestra sociedad actual. Es por la salida procesional que ponemos públicamente de manifiesto nuestra condición de católicos, y es el componente popular de la misma lo que hace que tantas personas quieran participar en ellas, sea como integrante o como espectador, pero es en estos últimos donde se manifiesta el fin catequético de la salida. ¿Cómo entonces poner trabas a algo que en sí es también un instrumento de evangelización?

Y es que esta limitación a los cortejos la pretendemos poner sobre algo que en las reglas de las hermandades está además contemplado como una obligación de los hermanos, por tanto supondría una distinción entre hermanos de diferente clase cosa que en caso alguno esta recogida en ninguna regla, y más desde que superamos la distinción entre hermanos y hermanas. En todo caso hacemos uso de la antigüedad a la hora de tener un criterio objetivo para asignar el orden en la cofradía o para la concesión de un puesto singular en la misma, una vara, insignia o manigueta, pero ¿para limitar sus obligaciones? ¿Por qué no decimos que no salgan los hermanos de 50 años por ejemplo?

Sinceramente creo que éste no es el camino. Pensemos de verdad con la cabeza de pensar, hay muy buenos cofrades con mucha preparación y formación para reestructurar la semana santa que curiosamente una de las razones por la que se mantiene en el tiempo desde hace casi setecientos años es por su capacidad de adaptarse a los diferentes tiempos y situaciones, pero lo que nunca ha cambiado en todos estos años es su primera razón de ser, el testimonio público de fe aunque sea desde el anonimato del nazareno, y que nunca se nos olvide que “nos ven porque salimos”.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Adviento Sevillano

Publicado en la web LaVenia.xyz


Que la ciudad marca sus propios tiempos es un hecho cierto y constatable, pues asume y da forma propia a las distintas celebraciones que en ella tienen lugar adaptándola a su propio calendario, asumiéndolas de tal manera que adquieren una identidad propia. Una parte fundamental de esto lo conforma la especialísima relación de la ciudad y sus habitantes con las Imágenes de su devoción. Desde siglos pasados, allí donde no llegaban ni los escritos ni la cultura, dichas Imágenes sagradas eran la vía para transmitir ese mensaje constituyendo la forma en la que las hermandades y la propia Iglesia hablan al pueblo, siguiendo el espíritu de Trento.

Foto @TSFotografias_
Centrándonos en la Imágenes de la Virgen, es costumbre vestirlas de forma distinta según la época del año y en noviembre, por la celebración de los fieles difuntos es tradicional vestirlas de luto. Hoy día las redes sociales y los medios de comunicación nos ofrecen multitud de galerías con las distintas dolorosas bellamente vestidas en este tiempo de recuerdo a los que ya partieron a la casa del Padre, pero de entre todas hay una que indubitablemente marca este noviembre, la Virgen de la Esperanza.

La Macarena de luto supone la sublimación estética de la pena y la plasmación visual que no hay dolor comparable a su dolor. La Macarena de luto es la Virgen de los Dolores a la que cantaba el Padre Cué antes que Sevilla le gritase su piropo de amor: “olé las mujeres bonitas…” Y así esa sonrisa, fruto de ese lírico piropo y que le entrecorta el llanto por ver a su hijo injustamente sentenciado, es la que da forma a este “adviento sevillano” que es el mes de noviembre.

Este particular inicio del adviento lo tenía muy claro D. José, un anciano sacerdote de boina y sotana raída, que siempre entre bromas con la juventud nos dejaba su amor a Cristo y a la Eucaristía. A pesar de tener su devoción mariana particular en la parroquia donde muchos años desempeño su ministerio sacerdotal, cada noviembre nos pedía a algún joven que tuviera vehículo que por favor le llevase a la Basílica, pues sus piernas ya no le permitían ir andando ni tan siquiera montar en autobús, aparte que gustaba de ir acompañado a tan especial visita. Lo mejor de la misma era la felicidad que transmitía su cara al salir, porque tenía muy claro que rezar ante la Macarena vestida de negro es el anuncio cierto de la alegría del nacimiento del Hijo de Dios.

Porque para el calendario de la ciudad ver a la Macarena de luto nos dice que estamos en el tiempo de la espera, que aunque litúrgicamente adviento es en diciembre, en Sevilla se adelanta porque a la alegría del nacimiento del Niño Jesús le anticipamos el júbilo de celebrar a su Madre como la que está tan Llena de Gracia que no ha lugar en ella para el pecado ni siquiera el original, y ante quien el adviento se vuelve admiración porque es quien nos colma de lo que nunca debe faltarnos: la Esperanza.

Miembro de junta...

Publicado en la web ElCostal.org


Actualmente, y gracias a las redes sociales y a los distintos medios de comunicación, la repercusión de las noticias cofrades tienen una especial relevancia especialmente por la cantidad de impactos que generan y la gran propagación que tienen, debiendo destacar las relativas a las elecciones a juntas de gobierno. Aunque no se sea hermano de la hermandad estas noticias despiertan mucho interés, porque en determinados casos y sobre todo si hay más de un candidato a hermano mayor, el que salga elegido uno u otro, puede tener repercusión en el resto de hermandades. Es el caso concreto de las elecciones a la Hdad de la Macarena en el que cada candidato ha anunciado posturas diferentes ante el problema actual de la madrugada (por citar un ejemplo de actualidad), y quien resulte elegido va a marcar indubitablemente la solución a este tema repercutiendo de forma distinta en el resto de las hermandades de la jornada. Pero no es éste el objeto de mi reflexión de hoy, sino lo que nos debe llevar a presentarnos como miembro de junta de gobierno de una hermandad.

No sé si será por mi educación en los Maristas, por los antiguos cofrades que he tenido la suerte de conocer y aprender de ellos, o simplemente por los valores que mis padres me transmitieron, tengo muy claro que formar parte de una junta de gobierno, o ser auxiliar de la misma, colaborador, diputado de tramo,… supone una opción de servicio a los hermanos teniendo muy claro que, de entre los fines de una hermandad, lo principal es promover la unión y el bienestar de sus miembros fomentando fraternos lazos de “hermandad” entre ellos para, de esta manera,  y al estar precisamente reunidos en nombre de Cristo, que se cumpla en nosotros el evangelio de San Mateo: porque “donde dos o tres estamos reunidos en su nombre, Él está en medio de nosotros” (Mt.18,20).

He tenido el privilegio de formar parte en las juntas de gobierno de mis hermandades y lo verdaderamente importante, la mejor lección aprendida, es que ser miembro de una junta es ser aún más imitador de Jesús Nazareno, que “se despojó de su rango para hacerse el servidor de todos” (Flp 2,7). Ser miembro de una junta no es estar por encima de los demás sino, como he dicho antes, estar al servicio de todos los hermanos: “Si alguno quiere ser el primero que se haga el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,35), porque estando al servicio de los hermanos estamos sirviendo a Dios: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40). Ser miembro de junta es estar dispuesto a “negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirle” (Mt 16,24), es dejar de lado los gustos y deseos personales para buscar lo mejor para la hermandad, sus hermanos y por supuesto para la Iglesia, como parte suya que somos.

Y no es que un hermano no tenga derecho a formar parte la junta, por supuesto que sí, pero siempre que ese afán sea para trabajar por y para sus hermanos, para con su (nuestro) trabajo aportar ese granito de arena que haga crecer nuestra hermandad. Dar el paso para presentarse supone no solo tener en cuenta el derecho propio, sino valorar el ambiente de la hermandad en general, evitar los escándalos por motivos de división interna y actuar de la mejor manera para ayudar a la hermandad en el testimonio que toda la Iglesia diocesana tiene que dar ante los indiferentes y alejados de la Fe en Jesucristo. Y sobre todo tengamos muy en cuenta las palabras de S.S. Francisco quien en la  homilía de inicio de su pontificado nos dijo que Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz.”

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Sin luto

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Noviembre: cuanto se encierra en él. Tradicionalmente decimos que es el mes de los difuntos y las vírgenes se visten de negro, pero por otra parte es un mes lleno de gloria. A sus días cada vez más cortos, los fríos que vienen y las lluvias que lo caracterizan y ponen las notas tristes, hay que sumar las distintas celebraciones que tienen lugar y  hacen de él no un tiempo de luto, sino de gloria.


Su nombre tradicional de mes de los difuntos viene por celebrar en sus primeros días la Fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos. Cierto es que recordamos en ellas a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros, pero es también cierto que su recuerdo se hace no tanto desde la pena porque ya no estén a nuestro lado, sino celebrando que ya marcharon a la compañía del Padre. Porque el día de Todos los Santos lo que se celebra es todos aquellos que están en el cielo ante Dios, es por tanto un día de fiesta y de gloria, de color blanco y repique de campanas, es el día de la Iglesia Triunfante. Porque para los cristianos hay vida más allá de la muerte y tras una vida haciendo el bien se puede morir “en paz” y alcanzar la gloria junto a Dios.

El día de los Fieles Difuntos recordamos a todos aquellos que habiendo dejado esta vida aun no gozan de la presencia del Padre y es con nuestras oraciones que pedimos por ellos para que puedan estar cuanto antes a su lado. Vestimos a las vírgenes de negro por ser este el color tradicionalmente asociado al dolor y a la pena por la pérdida de un ser querido, aunque nuestro recuerdo de ellos une la tristeza cierta de no tenerles entre nosotros con la alegría de saberles en una vida mejor. Este recuerdo a los difuntos se realiza durante todo el mes por las distintas hermandades, colectivos y asociaciones prolongando por tanto a todo mes esta conmemoración y de aquí adquiere su nombre.

Pero realmente Noviembre es un mes de gloria, ya que aparte de los Santos celebramos las ultimas procesiones de Glorias: a los últimos “Rosarios” (Santa Catalina y San Vicente) hay que sumar a la Reina de Todos los Santos y a la Virgen del Amparo, sonoro colofón todas ellas de nuestro tiempo de “glorias”. Además celebramos a Santa Cecilia, patrona de la música con multitud de conciertos y certámenes, y en San Juan de la Palma el nombre de “Amargura” no tiene nada de hiel y sí mucho de gloria en el anual recuerdo de su coronación canónica. Y gloria es también el inicio del Adviento que aunque sea un tiempo de impaciencia en la espera de la navidad, nos anticipa la alegría del nacimiento del Niño Jesús y por ello alguna Dolorosa se viste de hebrea…

Decía el Padre Cué hablando de la Macarena: “uniendo gracia con pena va el broche de tu sonrisa…” pues el mes de noviembre hace justamente eso, unir gracia con pena y fruto de esa unión tenemos un tiempo especial de gloria, un tiempo de negro pero “sin luto”.
 

75 Aniversario del Traslado del Stmo. Cristo de la Veracruz a la capilla del Dulce Nombre de Jesús

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La dilatada historia de las hermandades y cofradías está plagada de diversos pasajes, unos alegres, otros tristes, unos buenos, otros malos, unas veces en la cresta de la ola y otras en lo más profundo de ellas. Muchas hermandades no han podido superar esas horas bajas y han pasado a engrosar la lista de hermandades extinguidas; alguna de ellas ha dado pie con sus imágenes a hermandades completamente nuevas y otras han visto su resurgimiento con nuevos y jóvenes cofrades que terminaron cautivados por la esencia de estas corporaciones.

Tal fue el caso de la cofradía de la Santísima Vera+Cruz, tras múltiples avatares desde la invasión francesa y posterior desamortización, quedó relegada al olvido… en 1942 un grupo de jóvenes cofrades encabezados por Antonio Soto Cartaya, buscando una hermandad en la que realizarse como cofrades vieron dirigidos sus pasos hasta esta antigua cofradía que, añorando la gloria de tiempos pasados, dormía un corto letargo en San Alberto.

Así, Antonio Florencio, Pepe Ojeda, Emilio Vara, Rafael Pineda, Fernando Fernández y Manolo y Cándido Sánchez Martínez en la tarde del 2 de noviembre de 1942 encaminaron sus pasos hacia la iglesia de San Alberto donde les esperaba el Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, titular de la antigua cofradía que los Rvdo. P. D. José Sebastián y Bandarán y D. Antonio Máñez les habían mostrado, con toda la historia atesorada en torno a si. Junto a ellos, Manolo Mendivil, Antonio Caballero, José Jesús García Díaz, Manolo Cervera, Antonio Caballero, Agustín Vara y Rafael Martínez también cerraron filas y se dispusieron a trasladar al Stmo. Cristo de la Vera+Cruz hasta la Capilla del Dulce Nombre de Jesús, sede actual de la hermandad desde aquel ya lejano día de los difuntos de 1942. Cuentan las crónicas que fue un día lluvioso y que incluso el traslado estuvo amenazado por el agua,… pero finalmente tuvo lugar. Con enseres prestados y una ilusión propia de la juventud de los integrantes de la revitalizada hermandad, el traslado se llevó a término y cumplimos 75 años del mismo.

75 años de ilusión, penas, desalientos, trabajo, dificultades, alegrías, en 2017 lo vemos representado en los actos celebrados con motivo del recuerdo de la hechura y bendición de la Stma. Virgen y ahora del traslado de la imagen del Señor desde San Alberto hasta la capilla. Para el Stmo. Cristo solo un recuerdo en el concierto que con motivo de la Fiesta de Todos los Santos realiza la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla en nuestra capilla, con la interpretación de la marcha “Y Murió en la Cruz” de José Ramón Hernández Bellido y un acto de meditación ante su bendita imagen a cargo de varios hermanos que han sido bien pregoneros de Semana Santa de Sevilla u otras localidades, pregonero universitario, de la Cruz en nuestra Hdad o bien mantenedor en los Juegos Florales en honor a la Stma. Vera+Cruz. Así, quien suscribe, Irene Gallardo, Domingo Fernández, Jesús Domínguez, Rafael de Gabriel, Francisco Berjano y Antonio Luis Soto en recuerdo de su padre, nuestro querido Antonio Soto Cartaya, dejaremos que el sentimiento hable con nuestra voz para rezar ante quien es la gloria de los hermanos cruceros y que desde la Veracruz esta con sus brazos abiertos dispuesto a abrazar a todo quien lo necesite.

Un acto íntimo, para una celebración íntima de los hermanos de la Vera+Cruz. Que aunque la tendencia actual sea de grandilocuentes actos con posibilidad de salida extraordinaria, nuestra opción es la de un discreto recuerdo con rato de oración en común ante su bendita imagen al que nos complacemos en invitar a todo aquel que necesite un rato de oración y de acción de gracias a quien nos ha dado lo que tenemos en la vida. Acompáñenos y celebremos juntos que, como dice un antiguo hermano mayor de la hermandad, no hay mejor opción que seguir a Jesús en la Vera+Cruz.