Estaba el jueves
pasado en la Santa Misa semanal en mi hermandad cuando, en la contemplación de
las Imágenes del Santísimo Cristo y su Bendita Madre, no pude por menos que
traer al pensamiento la polémica sobrevenida ésta última semana con el acceso público
de las fotografías y diversas pruebas clínicas que documentan las memorias de restauración
de las más señeras Imágenes de nuestra Semana Santa. Sin ánimo de dar más leña
al fuego, que ya está bastante vivo, si me gustaría compartir una reflexión
personal sobre lo que entiendo son las Imágenes y el poder que las mismas
tienen.
Decimos que una
imagen vale más que mil palabras, y es verdad. Porque la imagen tiene la
capacidad de evocar en nuestra mente el recuerdo de todo aquello que nos gusta
y nos motiva, es capaz de aflorar en nuestra piel ese repeluco que sentimos en
esos momentos especiales vividos con los nuestros. Gracias a los fotógrafos se
han inmortalizado un gran número de momentos singulares de nuestras vidas que
podemos recrear ante la contemplación de sus instantáneas. La película y el
video van más allá, pues no solo nos recuerdan esos momentos especiales, sino
que al unir la imagen con el sonido y el movimiento nos recrean aún más ese
ambiente único vivido, que por añorado, nos emociona como si estuviésemos de
nuevo ahí. La Imagen de culto no es solo como una fotografía de nuestro padre o
nuestra madre, que nos lo traen a la memoria cuando ya no están entre nosotros,
la Imagen sagrada es la representación de Jesús y María, y su verdadero poder radica en lo que se
llama unción, que es lo que toca nuestro interior al contemplarlas y nos hace rezar
un padrenuestro o avemaría. Por esto hay que tener un gran respeto hacia ellas,
no por lo que son en sí, aunque sean obras de arte, sino por quienes
representan y los sentimientos que despiertan en aquellos que las contemplan
con fervor, debiéndose cuidar en extremo la forma como se presentan al público,
sea al natural o en fotografías.
Pero son obras de arte, algunas de
ellas varias veces centenarias, y por este motivo requieren de cuidados
periódicos y restauraciones que sus artífices deben documentar, tanto como
memoria del trabajo que se ha realizado y, para que el mismo, sirva de ejemplo
y aprendizaje al resto de la profesión. Ni que decir tiene que no son imágenes
que se deban difundir al gran público pues, como se ha podido comprobar, la
visión de las mismas en dichas tareas de restauración no es plato de gusto para
nadie, máxime para personas que estamos acostumbrados a verlas en sus altares y
convenientemente arregladas, aunque para los profesionales de la restauración forman
parte de su quehacer diario, como comentábamos anteriormente.
Este tipo de fotografías se han
realizado, desde antiguo, en múltiples ocasiones. En mis años de hermandad he
tenido oportunidad de ver un buen número de ellas, bien en el archivo de la
hermandad, bien en el entorno privado, pero siempre desde el respeto hacia lo
que estamos viendo, pues, aunque estén en pleno proceso de restauración, no
dejan de ser la representación de Jesús y su Madre. De igual forma, cuando se realiza
la tarea de vestir las Imágenes para los distintos tiempos litúrgicos y fiestas
de la hermandad, son momentos de la mayor intimidad. La contemplación de las
mismas en ropa interior, o incluso sin ella, puede llevar a no tenerles el respeto
debido, como alguna vez ha podido suceder con alguna figura secundaria con la
que nuestra “guasa” ha hecho acto de presencia.
Volviendo al tema que nos atañe,
incluso las fotografías de las Imágenes que podemos contemplar en los
diferentes medios, RRSS, boletines y anuarios merecen un respeto en cuanto que
son de Imágenes sagradas y aunque las contemplemos de esta forma nos siguen
evocando a Jesús y María, como les comentaba a mis hermanos de Vera+Cruz en los
editoriales de los últimos anuarios de los años 2018 y 2019 que he tenido el privilegio de coordinar,
y lo mismo que les rezamos en la capilla podemos hacerlo en la distancia. Y
justo por eso se ponen los retablos cerámicos en las respectivas Parroquias,
Iglesias y Capillas, para que cuando estén cerradas y no podamos visitar al
Santísimo ni las Imágenes de nuestra devoción, tengamos su reproducción a
nuestro alcance para que nunca cese la oración.