“Buenos días nos dé Dios”. Este sencillo
saludo al comenzar el día, en el que pedimos al señor nos conceda una buena
jornada, formaba parte de la banda sonora de mi infancia y juventud, pues para
una de mis tías, hermana de mi madre, era su grito de guerra en las mañanas,
apostillado siempre con “y parte en su
santa gloria” con lo que no solo le pedimos disfrutar un buen día, sino ser
partícipes de la gloria eterna al fin de nuestra vida.
Un sencillo y
profundo saludo que con el transcurso de la vida fue quedando atrás al no estar
tan en contacto diario con quien lo propagaba voz populi cada mañana, pero que
años después y gracias al saludo diario en el grupo de whatsapp que compartimos
un grupo de amigos de la hermandad, “buenos
días nos dé Dios” volvió a ser punto de partida de nuestro día a día. Y,
como no podía ser de otra forma, ante este saludo emerge consustancial la
jaculatoria familiar “y parte en su santa
gloria”.
Como dice
siempre un conocido tuitero “todo lo que somos ocurre en la niñez” y lo que
ocurre en la niñez siempre formará parte de nuestra vida, como esos rosarios que aprendíamos
a rezar con nuestras abuelas y que nos vienen a la memoria cuando lo rezamos en
los cultos de nuestra hermandad. Por eso, en este tiempo difícil que
atravesamos no hay un saludo mejor para nuestras mañanas.
Y al igual que
hacemos en el rezo de las horas, si en laudes alabamos a Dios por el Mesías con
el cántico de Zacarías, en vísperas alabamos al Señor con el saludo de María a
Isabel, por eso en la tarde el recuerdo va para la Madre con el Acordaos de San
Bernardo, porque nadie que se haya encomendado a Ella se ha visto desamparado.
Para quienes creemos, somos cofrades y como tales parte de la iglesia, no hay mejor forma empezar y terminar el día que dando gracias a Dios, pidiendo la protección del Hijo, “buenos días nos de Dios” y dando un beso a su Madre #Acordaos.