lunes, 18 de mayo de 2020

Devociones del corazón


No necesitamos nada especial para que una hermandad nos produzca un apego o singular cariño a sus imágenes titulares, solo el sentimiento que la contemplación de las mismas produce en nuestro interior  las hace insustituibles en nuestro programa personal de la semana santa.

La vida sigue, el virus con nosotros y nosotros intentando aprender de él. Nuevas cancelaciones y aplazamientos que nos dejan de manifiesto una y otra vez esta primavera esfumada de 2020. En contrapartida el proceso de recuperación nos devuelve la apertura de nuestros templos que, poco a poco y con grandes medidas de seguridad y aforo,  nos empiezan a devolver un culto abierto al que poder sumarnos.

Justo en esta vuelta a la celebración del sacramento en comunidad acudí a mi parroquia, templo más cercano, donde tuve la dicha de compartir la eucaristía con mis vecinos y previamente la exposición y bendición con el Santísimo, siempre ante las benditas imágenes de la hermandad del barrio. Es precisamente la presencia de las mismas la que hace volar el pensamiento y la memoria haciéndonos reflexionar sobre el cariño y devoción que nos puedan representar estas imágenes que, aunque no sean las  de nuestra hermandad, si nos representan una cercanía particular por cuanto conjugan nuestro amor por Jesús y María en unión a lo que representa la hermandad en nuestra cultura popular.

Pero este sentimiento no es exclusivo de la hermandad de nuestro barrio, hay otras hermandades que también evocan este sentimiento en nuestro interior por cuanto suponen una cercanía con sus hermanos bien por amistad, por convivencias entre juntas de gobierno o las propias realizadas entre las hermandades del día, por diversas actividades realizadas desde los grupos jóvenes (las cuales incluyen un componente inseparable de convivencia entre los mismos).

Pero tampoco necesitamos nada especial, pues es normal que en cada jornada de la semana santa tengamos alguna hermandad que nos produzca un apego o singular cariño a sus imágenes titulares, sin que tenga que mediar ninguna de las anteriormente citadas, simplemente el sentimiento que la contemplación de las mismas produce en nuestro interior  las hace insustituibles en nuestro programa personal de la semana santa, incidiendo en que cada día tenga ese punto especial que lo hace indispensable, aunque no sea el día grande de nuestra cofradía. Todo ello supone que la visita a sus templos tenga un añadido especial y sentimental que pueda incluso, en algunos momentos, suplir la visita a la capilla de nuestra hermandad, pues al fin y al cabo rezamos a un mismo Jesús y a una misma María independientemente de su advocación o imágenes que los representen.

Pero este valor añadido no es exclusivo de la semana santa pues tenemos muchas devociones que forman parte de nuestro intimo ser que vienen aprendidas y en herencia directa de nuestras madres y abuelas, fundamentalmente. Devociones de mes de mayo “venid y vamos todos”, de mes de junio “En Vos confío”, de mes de julio a la Reina del Carmelo, de novena en agosto a quien solo necesita que le llamen “La Virgen”, devociones selladas los viernes con un beso en el talón. Esto es, sin más vuelta ni más razón, porque no hay razones que valgan donde manda el corazón.

lunes, 11 de mayo de 2020

La imagen de la hermandad.


Un buen equipo de comunicación es hoy día un valor en alza en las hermandades, no solo por coordinar la publicación de los mensajes en los diferentes canales de que disponga la hermandad, sino como centro de atención a los medios de comunicación, lo que redundará en una mayor calidad de la información que se transmita.


Amanece un nuevo lunes y con el nuevas esperanzas, nuevas perspectivas y nuevas situaciones en este encierro que empezamos a remitir. Durante este tiempo ha sido fundamental el contacto con nuestras hermandades a través de las diferentes redes sociales y medios de comunicación, que nos han acercado misas, oraciones, cultos, la propia estación de penitencia, y por supuesto las noticias emanadas desde las corporaciones, así como fotografías de nuestros titulares, lo que nos ha hecho sentir su cercanía en estos difíciles momentos. Mucho hemos avanzado en términos de comunicación, ya lo hemos venido repitiendo en entradas anteriores, pero aún nos queda mucho camino por recorrer.

La hermandad en si no es ningún medio de comunicación pero si un transmisor de contenidos que por la propia idiosincrasia de las corporaciones son fundamentalmente de carácter evangelizador y en este sentido la propia Iglesia, desde SS Pablo VI, nos insta a usar estos medios para predicar el mensaje de la Salvación a la vez de enseñar el recto uso de los mismos. El propio proceso de la comunicación es algo que no se puede improvisar, a poco que reflexionemos es de sentido común que el uso de las redes sociales ha de ser cuidado y medido pues lo que en ellos se diga es directamente emanado desde el seno de la hermandad  por lo que va a resultar la imagen de la misma proyectada en la sociedad. Cualquier fallo, desliz o distracción que suponga la publicación de un mensaje no adecuado que precise de rectificación es algo que puede restar credibilidad a la institución. Por tanto es muy conveniente que las cofradías tomemos conciencia de esta nueva situación y apostemos por los nuevos medios de comunicación que se nos ofrecen y que van siendo cada vez de uso más mayoritario en la sociedad.

Apostar no quiere decir que centremos toda la atención en las redes sociales, sino que aprovechando el tirón generado por la situación actual nos formemos y preparemos en el correcto uso de las mismas, cada hermandad dentro de su propia identidad y personalidad. Es muy importante la creación de equipos de trabajo de este área con personas que tengan conocimientos en este campo (o que se formen) y, por supuesto, que conozcan a la perfección la institución en la que van a desempeñar su labor. Siempre he sido defensor que en la “casa” podemos tener gente que aporte en todos los campos (de hecho soy partidario que siempre que sea posible, y haya hermanos dispuestos a colaborar, debemos contar con su participación pues no solo cubriremos la necesidad en cada caso, sino que además fomentaremos la convivencia entre los hermanos que es una de las razones de ser de las hermandades), y este no va a ser una excepción, pero nunca debemos dejar de lado la posibilidad de contratar un especialista en este campo que nos ayude, asesore, instruya y pueda también estar operativo para cuando la inmediatez de respuesta en algunas ocasiones así lo requiera.

Un buen equipo de comunicación es hoy día un valor en alza en las hermandades. No solo por cubrir las distintas informaciones y coordinar la publicación de las mismas en los diferentes canales de que disponga la hermandad, sino además como centro de atención a los periodistas, medios generalistas de comunicación y a las diferentes web y portales de información religiosa y cofrade que se harán eco de las diferentes informaciones que puedan surgir desde la hermandad. Una correcta atención  a los profesionales redundará en una mayor calidad de la información que se transmita.

Una buena labor de comunicación no necesita ser algo ni reiterativo ni redundante, lo que nos conduciría a la pesadez y hartazgo. Ha de ser siempre veraz, honesta, conveniente y sobre todo que tengamos muy en cuenta que en todos y en cada uno de los mensajes que podamos ofrecer van implícitos siempre Jesús y María, y por tanto han de ser fuente constante de evangelización, que en definitiva será la mejor imagen que se pueda transmitir de la hermandad.

lunes, 4 de mayo de 2020

La vida sigue igual


En la línea habitual de acción de las cofradías se abre un amplio horizonte de trabajo, no solo en la ayuda al necesitado tanto a nivel económico como asistencial, sino muy especialmente en la misión evangelizadora que tenemos, como parte de la Iglesia que somos. Aquí la vida sí que no debe seguir igual.

Siendo niño se hizo muy  popular una canción de un jovencísimo Julio Iglesias cuyo título saco a relucir y cuya letra decía: “Al final las obras quedan las gentes se van. Otros que vienen las continuaran, la vida sigue igual”. La canción nos dice que conforme va pasando el tiempo las personas pasamos y las obran continúan y la vida sigue su curso. Esto es justamente así en nuestras hermandades que atesoran muchas de ellas una historia de siglos y ahí permanecen. Incluso las más modernas cuenta ya con varias generaciones de hermanos en su historia. Pero no es precisamente a esto a lo que me quiero referir hoy, sino a otro significado que también podemos darle al título de esta canción que es diametralmente opuesto y es que en muchas ocasiones nos dejamos llevar por la rutina, inacción o lo que solemos decir “marear la perdiz” para no actuar ante los acontecimiento y dejar que la vida sigua exactamente igual.

Cuando se inició esta pasada cuaresma lo hacíamos con la noticia de que el domingo de ramos continuaría igual que el año anterior. Nuevamente casi un año transcurrido y sin solución a la nueva realidad de los diferentes días debido fundamentalmente a la dimensión que han adquirido los cortejos de la mayoría de las hermandades que hace muy difícil mantener los actuales horarios e itinerarios de las hermandades por el espacio que ocupan en la geografía urbana de la ciudad. No es el domingo el único día afectado como todos sabemos, ni es momento de debates, pero si es una muestra de lo que indicábamos al principio de esta reflexión, que la vida sigue igual.

Esta cuaresma que, si bien se inició como las anteriores, pronto cambió en el rumbo inesperado de la situación excepcional que estamos viviendo y que nos ha dejado una semana santa inédita que, como ya hemos dicho anteriormente, nunca se nos hubiera pasado por la cabeza vivir. Tras cincuenta días de confinamiento y, ya bien pasada la semana santa, tenemos otra vida sigue igual en base a lo que podrá ser o no ser el año próximo. Si aún no sabemos cuándo tendremos vacunas ni cómo va a evolucionar la situación ahora que empezamos a levantar poco a poco las restricciones, ¿Cómo seguimos un día sí y otro también con lo que será la semana santa de 2021? Si habrá costaleros o no; si será solo de nazarenos sin pasos (¿oiga y como tenemos 600, o más, nazarenos en una capilla o parroquia?); mientras no tengamos datos precisos y conocimientos del virus es hablar por hablar y la vida sigue igual. A este respecto de las pocas cosas sensatas que he oído ha sido al presidente del Consejo, cuando ha dicho que para 2021 están contemplando “todos” los escenarios posibles. La solución, como hemos dicho hasta la saciedad, la dará el tiempo.

Y también quisiera referirme a otra cuestión que, con mucha sensatez, he leído en los últimos días,  el artículo de Ignacio Valduérteles sobre el importante papel que tienen las hermandades en los nuevos tiempos que se vienen (me niego a llamarlo nueva normalidad). En la línea habitual de acción de las cofradías se abre un amplio horizonte de trabajo, no solo en la ayuda al necesitado tanto a nivel económico como asistencial, sino muy especialmente en la misión evangelizadora que tenemos, como parte de la Iglesia que somos, en estos momentos en que la laicidad imperante en la sociedad hace más necesaria la formación en los valores religiosos en que creemos, que sean respetados por el resto de la sociedad como valores particulares de la persona que son, que no deben ser impuestos pero que cada cual es libre de tener. En esto el papel de las hermandades es fundamental y aquí la vida sí que no debe seguir igual.

Retomemos la canción de Julio Iglesias: “Siempre hay por quién vivir y a quien amar. Siempre hay por qué vivir por qué luchar.” Pongámonos las pilas y hagamos que la vida siga igual pero en el estricto sentido que nos dice la canción. Tenemos faena.