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domingo, 15 de abril de 2018

Alpargatas (Trilogía del ruan IV)

Publicado en la web LaVenia.xyz


En la madrugada eterna de Sevilla, origen de nuestra semana santa, noche de vigilia y penitencia, tres son las formas como Sevilla vive la penitencia: la silente imitación a Jesús Nazareno; siendo testigos del Gran Poder de Dios en su epifanía dolorosa de cada primavera, y acompañándole y velando su sueño en el momento supremo en el monte Calvario.

Los hermanos del Calvario acompañan a su imagen titular de Cristo muerto en la cruz en el día en que ésta se conmemora a visitar a Dios vivo y verdaderamente presente en el monumento de la Santa Iglesia Catedral, momento culmen y principal de las estaciones de penitencia de las hermandades de la tarde del jueves santo y la madrugada.

Dios, por el hombre, ha muerto sobre la roca fría del Calvario. Ya se ha consumado el sacrificio y, aunque falta el triunfo de la resurrección, los hermanos del Calvario quieren que tras tan amargas y duras penas, el Señor descanse. Por eso, en esta noche oscura del alma y ante el anuncio del alba que ha de venir, calzan alpargatas que no hagan ni el más leve ruido que moleste el sueño de Dios en el Calvario. Porque este sueño del Señor no supone ni un alejamiento ni un abandono a los hombres, sino la forma que tenemos de manifestar que queremos que siempre esté con nosotros, y como hombres que somos, queremos que esté en forma de hombre, aunque sea dormido, pues cuando despierte será Jesús Resucitado que en su cuerpo glorioso nunca nos abandonará por dejarnos al Espíritu Santo velando siempre por nosotros.

La alpargata, además constituye la plasmación del sentido de humildad que tienen los hermanos del calvario, al igual que las Hermanas de la Cruz, pues de esta forma se representa que nada nos pertenece, todo es de Dios y hemos de aparecer humildes ante Él. Silencio, recogimiento, severidad y compostura en ese rito anualmente repetido, recibido en herencia directa de nuestros mayores y actualizado con esa naturalidad inherente a lo que es propio y no necesita ni enseñarse ni aprenderse pues va inmerso en el interior de cada uno.

Tras la visita al Santísimo, cumplido el mandamiento y la penitencia, la vuelta a casa, y aunque la luz del día pueda bañar de luz esa lumbre divina que ilumina el Calvario, el recogimiento de la noche se mantiene hasta que el portentoso crucificado entra en la parroquia. A partir de aquí la capilla y su retablo custodiarán la imagen de Cristo durante todo el año para que, sin ruido ni aspavientos y con la humildad de esas alpargatas que se visten una noche y se llevan todo el año en el alma, los hermanos del Calvario, sus vecinos y todo aquel que quiera acercarse a Jesús crucificado,  puedan visitarle y hacerle partícipe de sus vidas.

Trilogía del ruan (I)

Publicado en la web LaVenia.xyz


Si hay algo que defina a la ciudad es su dualidad. Sevilla tiene esa particular forma de ser porque conjuga a la perfección cada cosa con su contrario para, entre ambas, conformar ese carácter y sello inconfundible que identifica sobre todas las demás. Posiblemente sea algo que repitamos hasta la saciedad, pero es precisamente esa perfecta conjunción de contrarios lo que le confiere su personalidad única. La semana santa no iba a ser una excepción y en ella nos encontramos dos claros ejemplos de contrarios que, en unión, conjugan el todo grandioso que es esta fiesta, pues la sabiduría popular nos ofrece dos modos distintos de vivir la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor: desde el rigor de las cofradías de ruan, a la explosión de júbilo popular de las cofradías de capa. En la noche de los improperios, el ruan y la capa cobran un sentido especial conformando unos estilos y modos que, aunque compartidos con el resto de hermandades de las otras jornadas penitenciales, en la noche del Jueves Santo adquieren una magnitud única que no es comparable con el resto y hacen de la madrugada algo único en nuestra semana santa.

En esta noche de la ciudad, las hermandades de negro manifiestan formas completamente diferentes de vestir el ruan que les es común. El rigor penitencial adquiere en ellas una dimensión especial difícilmente explicable si no es con los ojos del corazón y la vivencia interior adquirida a través de la participación en las estaciones de penitencia, bien como integrante de sus cortejos, bien como publico participante en las mismas, dándoles esto último pleno sentido, pues para dar público testimonio de fe y penitencia es imprescindible que el pueblo participe con su presencia, por lo que en una ciudad de calles vacías carece de sentido la procesión.

Y son tres las hermandades de ruan en la madrugada, como también son tres las hermandades de capa, y siendo este un número que ha venido por la propia historia de la ciudad y sus hermandades no deja de tener una significación especial, pues tres son las personas de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo confiriendo a este número la simbología de la Divina perfección; tres son los atributos de Dios: Profeta, Sacerdote y Rey, representados en las potencias que las imágenes de Cristo muestran sobre su cabeza, pues tres son las potencias del alma memoria, entendimiento y voluntad que Jesús las tiene en grado máximo; al tercer día de su crucifixión Jesús resucitó, siendo por tanto tres noches de vigilia desde la última cena el Jueves Santo hasta la Resurrección el Domingo; tres veces los serafines claman “Santo, Santo, Santo”, tres son la virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad... tres son, por tanto, las formas de vestir el ruan en la madrugada que simbolizaremos en uno de los elementos distintivos de sus nazarenos como es el calzado que utiliza cada hermandad: zapatos, sandalias y alpargatas.

En la madrugada eterna de Sevilla, origen de nuestra semana santa, noche de vigilia y penitencia, tres son las formas como Sevilla vive la penitencia: la silente imitación a Jesús Nazareno; siendo testigos del Gran Poder de Dios en su epifanía dolorosa de cada primavera, y acompañándole y velando su sueño en el momento supremo en el monte Calvario.