lunes, 31 de diciembre de 2018

Baño de Esperanza

Publicado en la web ElCostal.org




Cuando la más candente actualidad del panorama cofrade nos invita una y otra vez a reflexionar ante la proliferación de salidas extraordinarias que se acumulan año tras año por diversas efemérides, coronaciones canónicas, motivos pastorales…, llegándose incluso a elaborar un programa aparte del de Semana Santa y las Glorias. Cuando a esto le unimos el nuevo grupo de salidas que se van incorporando a las reglas de las distintas hermandades: Viacrucis y el no menos numeroso grupo de rosarios matutinos o vespertinos a mayor gloria de quien es la Madre del Redentor, que también han proliferado en los últimos años. Cuando parece que más desbordado se encuentra el momento, recibimos un baño de Esperanza.

Desde los años de Trento se ha instado a la procesión con las imágenes por el carácter catequético que para el pueblo tienen estas salidas. Primero porque en aquellos tiempos en que ni había libros ni cultura para leerlos, ver la representación de la pasión del Señor y los Dolores de su Madre servía para llevar el mensaje evangelizador. Segundo porque, aunque el pueblo ha adquirido cultura con el transcurso de los años, la corriente laicista imperante en la actualidad y el rechazo a todo lo que implique “Iglesia” hace que las manifestaciones públicas de fe por quienes somos parte de ésta tengan plena vigencia en la actualidad, aunque como apunta un buen cofrade siempre con mesura y cordura. Por mi parte he manifestado ya en alguna ocasión que solo con una persona que rece un padrenuestro o avemaría al contemplar una procesión creo que está más que justificada la misma.

Ahora bien, lo vivido estos días con la salida extraordinaria (por ser fuera de programa habitual y por lo bien que se desarrolló la misma) de la Virgen de la Esperanza por los seiscientos años de su devoción y su hermandad, no tiene parangón. No hay que entrar en cuantificaciones, pues ya se han hecho muchas bien estudiadas y fundamentadas que avalan el éxito de la salida, pero si me gustaría fijarme en un aspecto que comentaba anteriormente que es la manifestación de fe y devoción a la Virgen de la que nos hemos impregnado. No es ningún secreto que la Virgen de la Esperanza no es la primera en mi particular lista devocional (en el corazón ni se manda ni atiende a razones), pero después de todo lo que he vivido este Año Jubilar tiene un sitio muy especial.

Porque ha sido todo un año de manifestación de amor a la Madre de Dios en las visitas que realizamos a la Capilla de los Marineros, muy especialmente cuando hemos ido en peregrinación para ganar las gracias del jubileo, pues algo muy fuera de la lógica habitual sentíamos en nuestro interior al rezar ante Ella. Porque en su salida por Triana en el Rosario matutino ya se vislumbraba que teníamos muchas ganas de Esperanza (cuanto nos hace falta la Esperanza…) Pero su salida extraordinaria a la Catedral ha sido una explosión de júbilo sin límites y una demostración de fe del pueblo. Muchos han sido los mensajes que hemos podido leer en las RRSS con anécdotas de las distintas vivencias de esta fe del pueblo, devotos en sillas de ruedas, personas mayores que desde sus casas se llenaban de Esperanza en mudo dialogo con Ella, haciéndonos ver que es lo importante y que lo añadido, y muchísimas otras que no se han publicado pero que seguro cada uno de nosotros hemos presenciado alguna de ellas.

Mi particular baño de Esperanza fue en pleno triunfo de su vuelta a Triana. Pude llegar cuando la Stma. Virgen salía de calle Pastor y Landero a Reyes Católicos, por lo que debido a cuantos nos congregábamos allí me dirigí hacia la calle Trastamara en su confluencia con Reyes Católicos donde, aunque lejos, pude estar presente ante la Virgen de la Esperanza. Justo a mi lado se encontraba un grupo de jóvenes, no creo que de más de 20 años el mayor de ellos, que estaban esperando a la Virgen en aquel punto. Se veía que llevaban todo el camino alrededor del palio aunque en ese momento se encontraban  en las últimas filas del público. En cuanto la Virgen se acercó hasta donde nos encontrábamos comenzaron a lanzar vivas y ¡¡oles!! en su honor, en lo que podría ser la reacción más posible y esperada en ese momento por parte de sus devotos, y como no por la juventud de su hermandad y de su barrio. En ese momento y circunstancia, con todo el público coreando los vivas y la banda poniéndole música al momento en lo que ya de por sí constituía una autentica demostración de amor mariano, ocurrió ese detalle que me puso los vellos de punta y un nudo en la garganta. Interpretaba la banda la marcha en cuyo trio está incluida la Salve de la Hermandad que aquellos chicos y chicas empezaron a cantar junto a la música. No es la primera vez que cantamos con una marcha, pero esta ocasión tenía algo especial. No estábamos en primera fila junto al paso. No había más personas cantando, pues a veces cuando alguien empieza a cantar los demás le seguimos quizás por simpatía, inercia…. Simplemente un grupo de chavales dando rienda suelta al sentimiento más grande que palpábamos en el ambiente: el amor a la Virgen de la Esperanza.

Muchas veces se ha hablado en estos días que hay un antes y un después de esta magna procesión, hay quien comente que esto se dice por tópico, pero en mi caso…. Confieso que cuando llegue a casa busque la marcha en internet y, una y otra vez, al escuchar sus notas he vuelto a revivir ese momento y siento como se me pone de nuevo la piel de gallina. Volviendo al punto inicial de estas líneas es muy posible que tengamos desbordado el número de salidas extraordinarias, pero mientras las mismas sirvan para movernos a la “piedad” y rezar ante nuestras imágenes sagradas tendrán plena validez. Al igual que sin esperarlo recibí mi particular baño de Esperanza… ¿Cuántos más lo recibieron?

sábado, 24 de noviembre de 2018

El Tiempo y el Espacio

Publicado en la web ElCostal.org





Seguramente al leer el título de este post pueda parecer que vamos estudiar las cofradías siguiendo las teorías científicas más avanzadas, aplicando los estudios de  Einstein, Planck, Hawkins,… Ni vamos a convertir masa en energía, ni a inventar la máquina del tiempo que, dicho sea de paso, ya está más que descubierta en nuestra semana santa, pues solo hay que ir cualquier viernes a San Lorenzo para comprobar que, por mucho que pasen los años, la imagen es siempre la misma: la ciudad besando el talón de nuestro médico de cabecera. La realidad suele responder  siempre a las explicaciones más sencillas y probables, como nos decía Ockham.

Vamos a ver el espacio como la magnitud que nos indica el lugar que ocupa un cuerpo y su cuantificación. En nuestro caso concreto nos va a representar la dimensión de una cofradía, su longitud. El tiempo, en nuestro caso, es la magnitud que nos indica la duración de un suceso particularmente el paso de una cofradía. ¿Y por qué fijarnos en esta cuestión? Mucho se está debatiendo desde hace años con la problemática existente, sobre todo en ciertos días de la semana santa, con el cumplimiento de los horarios establecidos en la carrera oficial (y resto del recorrido).

Quien peine canas como yo, recordará las semanas santas de principio de los setenta, con unos cortejos mucho más pequeños que los de hoy: la Macarena podría llevar en torno a mil nazarenos frente a los tres mil de hoy día; o el Silencio que la recuerdo con apenas doscientos nazarenos, siendo hoy más de mil… Este crecimiento en la longitud de los cortejos, el Espacio, evidentemente conlleva una mayor duración de su Tiempo de paso, que aunque directamente proporcional no necesariamente ha de suponer que el doble de nazarenos tarde el doble de tiempo en pasar, pues es distinto el ritmo de andar de nazarenos y pasos como todos sabemos. Ahora bien es imprescindible que exista “hueco” para que los cortejos puedan avanzar dejando expedita la Campana, carrera oficial, o el punto del recorrido donde se encuentren.

La primera madrugada que vi en la calle fue el año 1973. Mi padre era nazareno del Gran Poder desde que hizo la primera comunión hasta ese preciso año que dejó la túnica en casa por enseñarle la madrugada a su hijo. Nos levantamos temprano a las 4,30 de la mañana: una auténtica aventura para un niño de aquellos años… recuerdo llegar a la plaza del Duque y estar el Señor de la Salud en la puerta de “Lubre” (soy antiguo, lo reconozco). Superada la emoción del momento, continuamos hacia calle Javier Lasso para disfrutar de la Virgen de la Angustias con Campanilleros a la altura de calle Amor de Dios (obsérvese el espacio que ocupaba la cofradía…). Detrás la Santa Cruz de Jerusalén, rompiendo el alba, y Jesús Nazareno a la altura del pasaje de Villasís. No hay palabras para la imponente efigie del Nazareno de Sevilla con el cielo celeste del alba. La virgen de la Concepción en Orfila llegando a la capillita de San Andrés. Después un cierto vacío en mi mente del lugar donde estaba cada una de las imágenes siguientes. Aquel año el Gran Poder había rescatado la calle Cuna como prueba tras la “pescailla” de años anteriores. Que decir ante la majestad del Señor. Su Madre del Mayor Dolor y Traspaso, discreta como siempre cediendo protagonismo a su Hijo, pero igualmente impresionante. El Señor de la Sentencia en los escalones del cine Pathé y la Señora entrando en Cuna por el Salvador…. Aún nos dio tiempo de ver entrar al Calvario a plena luz del Sol y admirar a la Esperanza en el Baratillo. A quien tenga en mente la madrugada de hoy en día, estos tiempos le parecerán imposibles, pero es que las cofradías de la época tenían la tercera parte de los nazarenos de hoy…, la que más.

Si la cofradía del Silencio en 1973 ocupaba desde el Pasaje de Villasís en Javier Lasso hasta los Panaderos y el Ateneo, en 2015 ocupa desde la esquina de Javier Lasso con Trajano hasta la Plaza del Salvador con Villegas…. ¿Vemos la importancia del espacio? Imaginemos la longitud de las restantes cofradías. Esto, que parece de perogrullo, recuerdo que cuando en uno de los últimos proyectos de arreglo de la madrugada con un intento de Silencio, Gran Poder y Macarena por calle Cuna, decíamos entre mi círculo íntimo: “es imposible”…, luego el Cecop nos dio la razón.

Soy plenamente consciente que, tras lo que trasciende a los medios de comunicación hay un estudio concienzudo y pormenorizado, aunque al gran público no le llegue. Mis recuerdos de aquel año de proyecto de vuelta de las tres cofradías por Cuna, fue precisamente esa falta de transmisión de la información sobre estos aspectos del tema, el espacio. En estos tiempos que hablamos de “cronograma”, esto es donde está cada paso y Cruz de Guía de cada cortejo en cada momento, con tanto desparpajo y naturalidad, tener que pararse a hacer una abstracción mental de la situación de cada cofradía para intentar ver la viabilidad de la propuesta resta credibilidad a la misma. Mi reflexión no busca la crítica por la crítica, sino un punto de meditación que nos lleve a mejorar la situación actual con total conocimiento de causa, que no dudo se haya tenido en cuenta, pero que no se ha transmitido al gran público de forma clara. Pensemos, reflexionemos y, sobre todo, seamos respetuosos con el espacio y el tiempo.

viernes, 9 de noviembre de 2018

La ciudad de la Esperanza

Publicado en la web ElCostal.org


¿Qué es la ciudad? Por definición es una población donde se asienta y habitan personas que desarrollan una actividad principalmente industrial y comercial. Está compuesta por un conjunto de edificaciones e instalaciones que están principalmente orientadas hacia este fin, y que dan a cada urbe una imagen y personalidad propias que hace que cada una de ellas sea diferente, con su propia identidad, carácter, clima, su geografía, sus propias costumbres que se han ido configurando a lo largo de su historia. Es esta historia de la ciudad, su evolución, como han variado sus edificaciones en el transcurso de los años por los distintos avances científicos del hombre lo que, no solo le confiere su propia imagen e identidad, sino que influye en sus habitantes condicionando su formación, sus sentimientos, su forma de ser, porque no somos meros observadores de ella, sino parte activa en su evolución, y a la vez esta evolución de la urbe moldea nuestra forma de ser como integrantes de la misma.

Muchos son los puntos de vista desde los que se puede ver la ciudad, siempre según sea la perspectiva de quien la observe: periodistas, arquitectos, artistas, docentes, discentes, políticos, religiosos, meros trabajadores, comerciantes, políticos, turistas,…. Y Vd., amigo lector, ¿cómo la ve? La realidad es que la ciudad es la suma de todos ellos y una proyección de los sentimientos de cada uno de sus habitantes que, apoyados en las singularidades de la urbe antes mencionadas, la hacen suya identificando ambas personalidades. Una vez imbricados ciudad y ciudadano y el todo que conforman, podemos ver como sus peculiares características dotan a cada ciudad de una identidad única que las distingue de las demás. París es conocida como la ciudad de la luz, bien porque fue la primera ciudad con alumbrado público en el siglo XVII, bien porque entre Luis XV y la revolución francesa fue la capital mundial de la filosofía, cultura y pensamiento en lo que fue el siglo de las luces, o bien porque simplemente la luz del sol tiene otra dimensión cuando simplemente paseamos por ella. Venecia es la ciudad del amor por el romanticismo que tiene dar un paseo por sus calles ni que decir tiene de pasear en góndola por sus canales,… Pues Sevilla es la ciudad de la Esperanza…

Sevilla es la Ciudad de la Esperanza porque toda su geografía urbana está marcada con esta singular Advocación de la Virgen María a través de la cual cada uno manifestamos nuestro amor por la Madre del Señor con diferentes matices, porque una misma Esperanza tiene hasta cinco diferentes manifestaciones: es Fuente de Gracia en calle Recaredo; Pura Rosa Trinitaria y Auxilio de los Cristianos en la Trinidad; en San Martín es la Divina Enfermera que cura nuestras almas; es el Oficio Divino en la calle Castilla; en el Arco es la Cara con reflejos de “mariquilla”; y en la calle Larga…

Porque en la calle con el nombre más bonito para que viva la Virgen María: Pureza, tenemos la constatación que Cristo es Dios omnipotente y bondadoso que nunca falla a sus promesas, porque todo aquel que hubiere invocado a Dios nunca ha sido despreciado por El. Porque la Esperanza es esa virtud teologal por la que deseamos a Dios como bien supremo. La Virgen de la Esperanza nos trae en su nombre el más grande compendio del amor de Dios, unido a su maternidad divina y su pureza inmaculada, y es, por esto, el salvavidas al que se aferran todos sus devotos, y por esto en la culminación del Año Jubilar de la Esperanza, concedido por la Penitenciaria Apostólica de la Santa Sede con motivo del sexto centenario del origen de la advocación de la Esperanza, que es a su vez el origen de la fundación de la Hermandad, la eclosión de júbilo de su barrio y de la ciudad entera no tiene parangón. 

Con vuestro permiso y como ejemplo de devoción a la Esperanza quiero tener presente a  Francisco. Aunque no vive en la ciudad, gran parte de su familia si procede de aquí, enraizada en sus costumbres y tradiciones. La otra parte de su familia no es de la ciudad, aunque también la conoce, valora y la disfruta. Francisco es cofrade de cuna, persona de iglesia y cofrade convencido y activo, hermano de nacimiento de la cofradía familiar de su localidad natal. En sus doce años de vida, desde que tuvo uso de razón tuvo muy claro que su devoción era la Esperanza, pero ésta en la que su propio Hijo nos dice cada día que no importa las veces que podamos caer, teniendo confianza en Dios y amor de su Madre todo es posible. Son varias las formas por las que llegamos a ser hermanos de una cofradía, la familia, los amigos, el barrio, y el sentimiento… La primera madrugada que su corta edad le permitió aguantar el sueño y ver a la Esperanza en la calle le marcó definitivamente, si casi desde la cuna su identidad cofrade estaba junto a Ella, contemplarla en su triunfal procesión de cada madrugada le hizo tomar la decisión: tenía que formar parte de sus filas… El jueves vio cumplido su sueño. Con su cirio, para alumbrar el camino de la Señora, fue parte de su cortejo y solo hay que ver su cara para comprobar cuál es el rostro de la felicidad, de la ilusión hecha realidad. Como el rostro de Francisco el de todo su barrio, el de toda Sevilla, el de todos sus devotos, explosión de gozo, alborozo, alegría, felicidad, júbilo, entusiasmo, y sobre todo amor y cariño para quien es Reina, Madre y Capitana, dulcísima Esperanza.

Por esto Sevilla, es la Ciudad de la Esperanza…

lunes, 15 de octubre de 2018

La Victoria y el tiempo

Publicado en la web ElCostal.org


El tiempo. Nuestro amigo común. Inseparable compañero de viaje. El que marca el ritmo de nuestras vidas y nos permite ordenar los acontecimientos que nos han sucedido, los que vivimos y los que vendrán. El que cíclicamente nos permite revivir las estaciones del año con sus diferentes temperaturas, colores, climatologías, luces… El que marca el momento de una nueva semana santa, año tras año, siempre igual y a la vez siempre diferente. Porque el tiempo combina en sí esa cualidad circular de organización estacional, y a la vez es esa línea, siempre en movimiento que, como las aguas de un río, no podemos beber dos veces. El tiempo marca nuestra vida en un constante cumplir años que, con la experiencia que nos hace acumular, hace que nunca vivamos un mismo momento de igual forma aunque se repita año tras año.

Por eso nuestras semanas santas nunca son iguales. Nuestras sensaciones al salir de nazareno siempre encierran algo nuevo. Porque, aunque cada año veamos al Gran Poder salir en San Lorenzo, la emoción que nos produce contemplar el paso firme y decidido del Hijo del Hombre tiene algo especial, como especiales y diferentes son nuestras vivencias a lo largo de cada año. Porque al contemplar cada 15 de agosto la salida de la Virgen, no puedo evitar dirigir la mirada hacia ese punto justo frente a la puerta de los palos para comprobar, una vez más, que mi tía María ya no está ahí, sino junto a Ella en el balcón del cielo, y así le sucede a cada uno con sus seres queridos, en ese punto concreto de la geografía de la ciudad en que guardamos en el corazón.

Por tanto el tiempo es inflexible, intolerante, obstinado, implacable, riguroso, intransigente… quasi dictatorial… ¿o sin el quasi?

Aunque el domingo pasado hubo un momento en que todo lo anterior quedó en evidencia, y el temible dictador invencible cayó en derrota ante la magna presencia de la Virgen de la Victoria en su Rosario hacia la Catedral, triunfal previa de su coronación canónica. No es mi intención hacer una nueva crónica del mismo, son muchos ya quienes han cantado las excelencias de este culto que tuvimos la fortuna de vivir, pero si quisiera reflexionar ante las emociones sentidas ante la Reina de las Cigarreras.

Para quienes fuimos afortunados de contemplar el traslado de la Virgen hacia la Catedral el año 2013, con motivo del 450 aniversario fundacional de la Hdad, ya nos pareció un sueño irrepetible verla atravesar los jardines de “Cristina” en la aún noche de aquel glorioso sábado de octubre y su tránsito por las calles San Gregorio, Miguel de Mañara, Triunfo y Plaza Virgen de los Reyes amaneciendo, por lo que revivir estos únicos momentos en la mañana del pasado domingo no tuvo nombre. Podría parecer un déjà vu, pero en realidad fue una cápsula del tiempo que, hizo un paréntesis en el continuo lineal, para retrotraernos a un momento único que presumíamos irrepetible. No cabría hablar de solo un traslado porque fue un auténtico acto de culto el rosario que rezamos, por activa y por pasiva, los que asistimos al mismo, porque el recogimiento de todos los asistentes, buena dirección del rezo y el marco musical tanto del Coro de la Hdad de Jesús Despojado, como los interludios musicales por los músicos de la banda de la Hdad. que pusieron la nota sonora al momento (singular binomio Cigarreras y Música) con fragmentos de las marchas procesionales habituales en el repertorio de la Hermandad, no es que invitaran a rezar, sino que cuando te dabas cuenta estábamos rezando las avemarías… En definitiva la Virgen y nosotros.

Esto mismo nos ocurre cada año ante la presencia majestuosa de la Virgen de la Victoria el Jueves Santo cuando, en su palio de cajón monumento nacional, se nos presenta en la calles de nuestra ciudad. Porque en su presencia, y en ese saber hacer de su Hermandad fruto de siglos de historia, la mirada se abstrae de todo cuanto hay en derredor, para centrarse solo en la que, con nombre de reina (de España), y bajo el palio que es buque insignia del estilo arquitectónico propio de la ciudad, une en sí la más pura esencia popular y de abolengo de la ciudad: sus antiguas cigarreras y el cariño del pueblo, un rey presidiendo su paso, el ayer hoy y mañana de la música procesional, y el más íntimo sentimiento de la urbe manifestado tanto por los antiguos vecinos de siglos pasados hasta el que le tributan los actuales residentes del barrio de Los Remedios y todo aquel que, como quien suscribe, profesa especial devoción a la Virgen de la Victoria.

Cuando la Virgen de la Victoria pasa cada año por la esquina de la calle San Fernando se produce este momento “impasse” sobre el reloj, pues al mirar el discurrir de su Imagen por el que es punto de unión de su antaño y hogaño, como nos decía Antonio Burgos hace unos días se nos viene a la mente la imagen de su paso rodeado de sus cigarreras, S. M. presidiendo, los punkies del postigo y sus devotos que vamos a rezarle y pedirle salud para poder saludarla un nuevo Jueves Santo donde, de nuevo, volveremos a abstraernos de todo lo accesorio centrándonos solo en Ella, reviviendo una vez más su Victoria sobre el tiempo.