sábado, 24 de noviembre de 2018

El Tiempo y el Espacio

Publicado en la web ElCostal.org





Seguramente al leer el título de este post pueda parecer que vamos estudiar las cofradías siguiendo las teorías científicas más avanzadas, aplicando los estudios de  Einstein, Planck, Hawkins,… Ni vamos a convertir masa en energía, ni a inventar la máquina del tiempo que, dicho sea de paso, ya está más que descubierta en nuestra semana santa, pues solo hay que ir cualquier viernes a San Lorenzo para comprobar que, por mucho que pasen los años, la imagen es siempre la misma: la ciudad besando el talón de nuestro médico de cabecera. La realidad suele responder  siempre a las explicaciones más sencillas y probables, como nos decía Ockham.

Vamos a ver el espacio como la magnitud que nos indica el lugar que ocupa un cuerpo y su cuantificación. En nuestro caso concreto nos va a representar la dimensión de una cofradía, su longitud. El tiempo, en nuestro caso, es la magnitud que nos indica la duración de un suceso particularmente el paso de una cofradía. ¿Y por qué fijarnos en esta cuestión? Mucho se está debatiendo desde hace años con la problemática existente, sobre todo en ciertos días de la semana santa, con el cumplimiento de los horarios establecidos en la carrera oficial (y resto del recorrido).

Quien peine canas como yo, recordará las semanas santas de principio de los setenta, con unos cortejos mucho más pequeños que los de hoy: la Macarena podría llevar en torno a mil nazarenos frente a los tres mil de hoy día; o el Silencio que la recuerdo con apenas doscientos nazarenos, siendo hoy más de mil… Este crecimiento en la longitud de los cortejos, el Espacio, evidentemente conlleva una mayor duración de su Tiempo de paso, que aunque directamente proporcional no necesariamente ha de suponer que el doble de nazarenos tarde el doble de tiempo en pasar, pues es distinto el ritmo de andar de nazarenos y pasos como todos sabemos. Ahora bien es imprescindible que exista “hueco” para que los cortejos puedan avanzar dejando expedita la Campana, carrera oficial, o el punto del recorrido donde se encuentren.

La primera madrugada que vi en la calle fue el año 1973. Mi padre era nazareno del Gran Poder desde que hizo la primera comunión hasta ese preciso año que dejó la túnica en casa por enseñarle la madrugada a su hijo. Nos levantamos temprano a las 4,30 de la mañana: una auténtica aventura para un niño de aquellos años… recuerdo llegar a la plaza del Duque y estar el Señor de la Salud en la puerta de “Lubre” (soy antiguo, lo reconozco). Superada la emoción del momento, continuamos hacia calle Javier Lasso para disfrutar de la Virgen de la Angustias con Campanilleros a la altura de calle Amor de Dios (obsérvese el espacio que ocupaba la cofradía…). Detrás la Santa Cruz de Jerusalén, rompiendo el alba, y Jesús Nazareno a la altura del pasaje de Villasís. No hay palabras para la imponente efigie del Nazareno de Sevilla con el cielo celeste del alba. La virgen de la Concepción en Orfila llegando a la capillita de San Andrés. Después un cierto vacío en mi mente del lugar donde estaba cada una de las imágenes siguientes. Aquel año el Gran Poder había rescatado la calle Cuna como prueba tras la “pescailla” de años anteriores. Que decir ante la majestad del Señor. Su Madre del Mayor Dolor y Traspaso, discreta como siempre cediendo protagonismo a su Hijo, pero igualmente impresionante. El Señor de la Sentencia en los escalones del cine Pathé y la Señora entrando en Cuna por el Salvador…. Aún nos dio tiempo de ver entrar al Calvario a plena luz del Sol y admirar a la Esperanza en el Baratillo. A quien tenga en mente la madrugada de hoy en día, estos tiempos le parecerán imposibles, pero es que las cofradías de la época tenían la tercera parte de los nazarenos de hoy…, la que más.

Si la cofradía del Silencio en 1973 ocupaba desde el Pasaje de Villasís en Javier Lasso hasta los Panaderos y el Ateneo, en 2015 ocupa desde la esquina de Javier Lasso con Trajano hasta la Plaza del Salvador con Villegas…. ¿Vemos la importancia del espacio? Imaginemos la longitud de las restantes cofradías. Esto, que parece de perogrullo, recuerdo que cuando en uno de los últimos proyectos de arreglo de la madrugada con un intento de Silencio, Gran Poder y Macarena por calle Cuna, decíamos entre mi círculo íntimo: “es imposible”…, luego el Cecop nos dio la razón.

Soy plenamente consciente que, tras lo que trasciende a los medios de comunicación hay un estudio concienzudo y pormenorizado, aunque al gran público no le llegue. Mis recuerdos de aquel año de proyecto de vuelta de las tres cofradías por Cuna, fue precisamente esa falta de transmisión de la información sobre estos aspectos del tema, el espacio. En estos tiempos que hablamos de “cronograma”, esto es donde está cada paso y Cruz de Guía de cada cortejo en cada momento, con tanto desparpajo y naturalidad, tener que pararse a hacer una abstracción mental de la situación de cada cofradía para intentar ver la viabilidad de la propuesta resta credibilidad a la misma. Mi reflexión no busca la crítica por la crítica, sino un punto de meditación que nos lleve a mejorar la situación actual con total conocimiento de causa, que no dudo se haya tenido en cuenta, pero que no se ha transmitido al gran público de forma clara. Pensemos, reflexionemos y, sobre todo, seamos respetuosos con el espacio y el tiempo.

viernes, 9 de noviembre de 2018

La ciudad de la Esperanza

Publicado en la web ElCostal.org


¿Qué es la ciudad? Por definición es una población donde se asienta y habitan personas que desarrollan una actividad principalmente industrial y comercial. Está compuesta por un conjunto de edificaciones e instalaciones que están principalmente orientadas hacia este fin, y que dan a cada urbe una imagen y personalidad propias que hace que cada una de ellas sea diferente, con su propia identidad, carácter, clima, su geografía, sus propias costumbres que se han ido configurando a lo largo de su historia. Es esta historia de la ciudad, su evolución, como han variado sus edificaciones en el transcurso de los años por los distintos avances científicos del hombre lo que, no solo le confiere su propia imagen e identidad, sino que influye en sus habitantes condicionando su formación, sus sentimientos, su forma de ser, porque no somos meros observadores de ella, sino parte activa en su evolución, y a la vez esta evolución de la urbe moldea nuestra forma de ser como integrantes de la misma.

Muchos son los puntos de vista desde los que se puede ver la ciudad, siempre según sea la perspectiva de quien la observe: periodistas, arquitectos, artistas, docentes, discentes, políticos, religiosos, meros trabajadores, comerciantes, políticos, turistas,…. Y Vd., amigo lector, ¿cómo la ve? La realidad es que la ciudad es la suma de todos ellos y una proyección de los sentimientos de cada uno de sus habitantes que, apoyados en las singularidades de la urbe antes mencionadas, la hacen suya identificando ambas personalidades. Una vez imbricados ciudad y ciudadano y el todo que conforman, podemos ver como sus peculiares características dotan a cada ciudad de una identidad única que las distingue de las demás. París es conocida como la ciudad de la luz, bien porque fue la primera ciudad con alumbrado público en el siglo XVII, bien porque entre Luis XV y la revolución francesa fue la capital mundial de la filosofía, cultura y pensamiento en lo que fue el siglo de las luces, o bien porque simplemente la luz del sol tiene otra dimensión cuando simplemente paseamos por ella. Venecia es la ciudad del amor por el romanticismo que tiene dar un paseo por sus calles ni que decir tiene de pasear en góndola por sus canales,… Pues Sevilla es la ciudad de la Esperanza…

Sevilla es la Ciudad de la Esperanza porque toda su geografía urbana está marcada con esta singular Advocación de la Virgen María a través de la cual cada uno manifestamos nuestro amor por la Madre del Señor con diferentes matices, porque una misma Esperanza tiene hasta cinco diferentes manifestaciones: es Fuente de Gracia en calle Recaredo; Pura Rosa Trinitaria y Auxilio de los Cristianos en la Trinidad; en San Martín es la Divina Enfermera que cura nuestras almas; es el Oficio Divino en la calle Castilla; en el Arco es la Cara con reflejos de “mariquilla”; y en la calle Larga…

Porque en la calle con el nombre más bonito para que viva la Virgen María: Pureza, tenemos la constatación que Cristo es Dios omnipotente y bondadoso que nunca falla a sus promesas, porque todo aquel que hubiere invocado a Dios nunca ha sido despreciado por El. Porque la Esperanza es esa virtud teologal por la que deseamos a Dios como bien supremo. La Virgen de la Esperanza nos trae en su nombre el más grande compendio del amor de Dios, unido a su maternidad divina y su pureza inmaculada, y es, por esto, el salvavidas al que se aferran todos sus devotos, y por esto en la culminación del Año Jubilar de la Esperanza, concedido por la Penitenciaria Apostólica de la Santa Sede con motivo del sexto centenario del origen de la advocación de la Esperanza, que es a su vez el origen de la fundación de la Hermandad, la eclosión de júbilo de su barrio y de la ciudad entera no tiene parangón. 

Con vuestro permiso y como ejemplo de devoción a la Esperanza quiero tener presente a  Francisco. Aunque no vive en la ciudad, gran parte de su familia si procede de aquí, enraizada en sus costumbres y tradiciones. La otra parte de su familia no es de la ciudad, aunque también la conoce, valora y la disfruta. Francisco es cofrade de cuna, persona de iglesia y cofrade convencido y activo, hermano de nacimiento de la cofradía familiar de su localidad natal. En sus doce años de vida, desde que tuvo uso de razón tuvo muy claro que su devoción era la Esperanza, pero ésta en la que su propio Hijo nos dice cada día que no importa las veces que podamos caer, teniendo confianza en Dios y amor de su Madre todo es posible. Son varias las formas por las que llegamos a ser hermanos de una cofradía, la familia, los amigos, el barrio, y el sentimiento… La primera madrugada que su corta edad le permitió aguantar el sueño y ver a la Esperanza en la calle le marcó definitivamente, si casi desde la cuna su identidad cofrade estaba junto a Ella, contemplarla en su triunfal procesión de cada madrugada le hizo tomar la decisión: tenía que formar parte de sus filas… El jueves vio cumplido su sueño. Con su cirio, para alumbrar el camino de la Señora, fue parte de su cortejo y solo hay que ver su cara para comprobar cuál es el rostro de la felicidad, de la ilusión hecha realidad. Como el rostro de Francisco el de todo su barrio, el de toda Sevilla, el de todos sus devotos, explosión de gozo, alborozo, alegría, felicidad, júbilo, entusiasmo, y sobre todo amor y cariño para quien es Reina, Madre y Capitana, dulcísima Esperanza.

Por esto Sevilla, es la Ciudad de la Esperanza…