domingo, 26 de enero de 2020

Tiempo de Cultos


En el autoimpuesto compromiso semanal de compartir un pensamiento, una idea, una reflexión, contigo, que tienes la deferencia de acercarte a este pequeño rincón, son varios los temas que en un principio han centrado mi atención. Por un lado, la cartelería para la próxima semana santa, tanto de Andalucía como de otras localidades fuera de nuestra comunidad, con sus más luces que sombras. Por otro, las noticias del reparto de tiempos en carrera oficial y los no cambios el domingo de ramos y presumiblemente el resto de jornadas. Por si fuese poco los anuncios de nuevas salidas extraordinarias que por su profusión -y mira que me gusta una salida y soy partidario de ellas- han convertido lo extraordinario en ordinario, con casi un programa paralelo junto al de semana santa y las glorias… Frente a todo esto, más que debatido en los últimos días quisiera detenerme de nuevo en una parte fundamental de nuestra semana santa como es el tiempo en el cual nos encontramos donde las hermandades celebran sus anuales cultos de regla.

El año cofrade, como los demás, se subdivide en diferentes tiempos que yo los resumiría en tres. El tiempo de Semana Santa, que abarcaría la Semana Santa en sí, y la semana de pasión. El tiempo de altares, que sería desde Pascua, hasta fin de año, siendo ese gran periodo en que las imágenes se encuentran sus altares habituales en sus capillas y parroquias. Por último, el tiempo de cultos en que nos encontramos ahora, donde desde el inicio del nuevo año en que el Gran Poder comienza su Quinario, hasta bien entrada la Cuaresma, las diferentes hermandades celebran sus cultos, en honra, memoria y veneración de Jesús y su bendita Madre, así como la Función Principal de Instituto donde sus hermanos hacen publica protestación de Fe. Si bien en la anterior entrada nos referíamos al aspecto más formal en cuanto al orden y forma de celebrar estos cultos, hoy quisiera verlo desde otros puntos de vista: estético y participativo.

La estética de los cultos supone un ejercicio de imaginación y virtuosismo de las priostías, creando suntuosos montajes que, por un lado se correspondan al estilo de la hermandad, y por otro sean capaces de mantener dicho estilo en el tiempo. Algunos de éstos montajes son verdaderas obras de arte, que de por sí merecen algún tipo de reconocimiento, aunque la sola visita de los cofrades en general, sean o no hermanos de la cofradía, para admirarlos ya supone una recompensa a su esfuerzo, por no decir la difusión de los mismos a través de las RRSS y medios de comunicación. Estos magníficos montajes, e incluso la magnificencia de los pasos procesionales suponen un llamativo contraste con la simplicidad de algunos de los altares donde reciben culto las sagradas imágenes la mayor parte del año, pero es precisamente esa excelencia en estos montajes un medio más para solemnizar el culto, al presentarnos a Cristo y su Madre con todo el decoro y la majestad que a ellos se les debe. 

Otro punto a tener en cuenta es la asistencia a los cultos y la participación en los mismos, entendiéndola fundamentalmente por no ser un mero y pasivo espectador en la celebración. Ya hablamos que por la forma en cómo se celebraban antes y después del concilio, sustancialmente distinta, al querer mantener todas las oraciones que se hacían junto con la Eucaristía se puede prolongar en exceso el culto. Si a esto le sumamos que las nuevas generaciones cada vez tenemos menos inculcada la asistencia a misa, puede darnos una idea de porqué la asistencia al diario de los cultos puede ser menor que antaño, y sin embargo sí es numerosa la asistencia a la Función Principal con la protestación de nuestra fe. Como paliativo, las hermandades se afanan en buscar elementos que fomenten la asistencia, así muchas de ellas programan para estos días de culto las juras de nuevos hermanos, las de los hermanos jóvenes que cumplen 14 años de edad y pasan a “primera división”, así como la entrega de recuerdos a los hermanos que cumplen 25, 50 o 75 años de pertenencia a la Cofradía. En todos estos casos, aunque si bien conlleva la asistencia de éstos hermanos al culto tienen la contrapartida que añaden tiempo al mismo, con lo que aquellos hermanos que no formen parte de estos colectivos antes mencionados, o sean familia, pueden llegar a pensar su no asistencia. En cualquier caso, como hermanos que somos de la hermandad, asistir a los cultos es una magnífica oportunidad de dar cumplimiento a los fines de la corporación: tributamos culto a Dios y a la Stma. Virgen, recibimos formación en la predicación, tenemos una excelente oportunidad para cualquier obra de caridad y es un momento excepcional para convivir con nuestros hermanos.

Por tanto me reitero en la conclusión de mi anterior post, aprovechando este tiempo de cultos que se nos presenta. Asistamos, recemos, celebremos, vivamos y, sobre todo, hagámoslo en hermandad.

lunes, 13 de enero de 2020

Culto


Hemos comentado muchas veces que en los muchos siglos de historia de las hermandades, éstas han ido evolucionando en sus formas atendiendo a los cambios de orden político, social y religioso, que han conformado la imagen que actualmente tienen nuestras cofradías. En cuanto a estos cambios religiosos vamos a prestar atención a aquellos que vinieron por el Concilio Vaticano II que supusieron para la liturgia, como cumbre a la que tiende toda la acción de la Iglesia, un antes y un después en la forma de celebrar los diferentes sacramentos y sobre todo la eucaristía. Estos cambios introducidos, aparte de algunas modificaciones en la estructura de los diferentes ritos que conforman la celebración, fueron la introducción de la lengua vernácula, que supuso un acercamiento de la liturgia a los fieles quienes desde este momento podían seguir la Santa Misa con mucha más facilidad, a la vez que se potenciaba su activa participación en la misma. También la reducción del tiempo de ayuno previo a la comunión, pasando de ser desde las 12 de la noche del día anterior a solo una hora previa, cuya consecuencia inmediata fue la posibilidad de celebrar la eucaristía por las tardes y, por tanto, la inclusión de ésta celebración en el diario de los cultos de las cofradías.

Los cultos antes del Vaticano II, al no poder celebrarse la eucaristía, giraban en torno a la adoración a S.D.M. en exposición mayor, esto es en el ostensorio. Una vez expuesto, tras el canto del pange lingua, se rezaba el santo rosario, con los misterios del día correspondiente, tras el cual la capilla musical interpretaba algún canto. A continuación se rezaban las oraciones propias del ejercicio del triduo, quinario, septenario o novena que se celebrase a cuyo término se cantaba el  Christus Factus Est, o algún otro motete dedicado al Señor, o a la Stma Virgen, dependiendo a quien estuviese dedicado el culto, tras el cual el predicador, revestido de sotana y roquete y acompañado de dos hermanos de la hermandad, acudía al pulpito desde donde realizaba la predicación, centro del culto. Finalizado el sermón y mientras el sacerdote se revestía con los ornamentos propios para hacer la Bendición Solemne y Reserva del Santísimo, la capilla interpretaba la copla de culto de la hermandad. Con dicha Bendición y Reserva finalizaba el culto diario, salvo el último día en que se realizaba la procesión claustral con el Santísimo por las naves del templo. El domingo, una vez finalizado los días correspondientes al culto, tenía lugar la Función Principal de Instituto.

Tras el Concilio, la gran mayoría de los cultos han pasado a realizarse con la celebración de la eucaristía, pero se viene conservando antes de la misma el rezo del Santo Rosario y las oraciones propias del culto que se celebra. El último día se suele mantener la procesión claustral con S.D.M. por lo que se hace exposición mayor tras la misa seguida de estación ante el Santísimo y la procesión en sí, a cuyo fin tiene lugar la bendición solemne y reserva. Manteniéndose la Función Principal  al día siguiente.

Como decíamos, y hemos comprobado, los cultos han tenido las adaptaciones correspondientes a los cambios producidos a lo largo del  tiempo pero, en el siempre conservador espíritu del cofrade actual y a pesar que la eucaristía es en sí la más completa de las celebraciones litúrgicas en la que rememoramos y actualizamos el misterio de la redención, mantenemos el rezo del rosario y oraciones aunque la mayoría de los asistentes suelen llegar una vez finalizado el mismo. Teniendo en cuenta, además, que la mayoría de los cultos suelen empezar a una hora tardía para facilitar la asistencia de los hermanos pero teniendo como contrapartida que los mismos terminan a altas horas de la noche que, a su vez, imposibilitan a muchos hermanos (sobre todo a los niños y los muy mayores) a asistir a los cultos de la hermandad. Por tanto y a tenor de lo anteriormente expuesto, a modo de reflexión muy personal, ¿no sería conveniente estudiar un nuevo orden de los cultos que pueda integrar en el mismo todas las oraciones propias, con los beneficios que para el católico tiene la celebración de la eucaristía, buscando que los mismos puedan ser más breves y que terminen a una hora prudente que favorezca la presencia de las familias completas, incluidos mayores y más pequeños?

Independientemente de esta pregunta al aire, repito muy personal, aprovechemos este tiempo de cultos que se nos presenta. Asistamos, recemos en compañía de nuestros hermanos. Celebremos los misterios pasionales del Señor, pero sobre todo celebrémoslo resucitado siendo éste el gran misterio que nos une a los cristianos. Vivamos los cultos en familia: con nuestras parejas, con nuestros hijos, padres, hermanos… los que están y lo que no, pues también los cultos es un momento de recordar y tener presente a quienes nos precedieron. Pero sobre todo vivámoslo en hermandad.

lunes, 6 de enero de 2020

Los reyes son los niños


Porque el día de Epifanía, además de ser la manifestación del Gran Poder de Dios, es cuando los niños reciben los juguetes y por eso atesoran en sí toda la ilusión mientras esperan el mágico momento de la mañana del 6 de enero.

Hay determinados días al año que vienen marcados por una característica singular que les hace especiales según lo que celebremos en dicho día así el 18 de diciembre es el día de la Esperanza. También la ironía tiene su pequeño protagonismo en días como el del sorteo de navidad de la lotería, bautizado popularmente como el día de la salud porque, ya que no nos toca el sorteo al menos tenemos salud para disfrutar de la vida con los nuestros. De lo que no hay ninguna duda es en el día de la ilusión que, por ser tan importante, lo celebramos por duplicado el 5 y el 6 de enero con la cabalgata y el día de los reyes magos.

Porque el día de Epifanía en que celebramos a los Reyes Magos, además de ser la manifestación del Gran Poder de Dios -se postrarán ante Ti, Señor, todos los pueblos de la tierra (Sal 71)- que por eso celebramos su quinario en los albores del año nuevo, es cuando los niños reciben los juguetes en recuerdo de los presentes que los Magos ofrendaron al Rey de reyes y por eso atesoran en sí toda la ilusión mientras esperan el mágico momento de la mañana del 6 de enero. Esa mañana que es posible gracias a esos pajes fundamentales de SSMM de oriente que son los hacen encajes de bolillos con lo posible, y a veces incluso lo imposible, para que nada falte en ese transcendental momento que dejará huella imborrable en nuestra memoria. Son tan fundamentales estos pajes sobre todo por ser los auténticos transmisores de la ilusión que se han ganado de por sí en título de reyes magos.

Pero los auténticos reyes magos de verdad son los niños, porque son los portadores de la ilusión que irradian sus rostros durante todas las navidades especialmente en las visitas a los carteros reales y cuando en los escaparates, catálogos y anuncios con los juguetes más preciados y que esperan conseguir en esa mañana de los sueños. Porque la navidad, aparte de recordar el nacimiento de Jesús, es la fiesta de los niños por eso cuando cumplimos años por decenas seguramente diremos que ya no nos gustan las navidades cuando lo que realmente sucede es que se nos ha traspapelado nuestro niño interior.

Ilusión es ese desbordamiento de alegría cuando se visten por primera vez de monaguillo acompañando a sus mayores y repartiendo esos caramelos y estampitas que son oraciones hechas presentes.

Porque es esa capacidad de descubrimiento y aprendizaje que tienen los niños la que les hace vivir tan intensamente cada uno de los acontecimientos de la vida, paladeándolos y disfrutando de ellos, sacando todo el jugo que puedan contener. Así cada momento vivido es una auténtica revelación, como lo fue para aquellos niños en ese despertar de un domingo de noviembre de 2004 cuando al salir al balcón de su casa vieron pasar a la Amargura camino de la Catedral en el cincuentenario de su coronación. Así esa mirada de júbilo cuando juegan en esa “rampla” que une lo divino y lo humano: testigo de hosannas en la Entrada en Jerusalén, testimonio que solo por el Amor podemos llegar a Dios y constancia que solo en su Pasión seremos confortados en esta vida y encontraremos el camino para la eterna. Así ese desbordamiento de alegría cuando se visten por primera vez de monaguillo acompañando a sus mayores y repartiendo esos caramelos y estampitas que son oraciones hechas presentes, por no decir esa emoción interior cuando lo que se viste por primera vez es la túnica penitencial. Así esa piel de gallina cuando de dalmática o sotana y roquete nos estrenamos de acólitos delante de nuestros titulares en el día grande de nuestra cofradía. O así ese repeluco que nos recorre la espalda cuando vestimos por primera vez el costal y la faja que nos hacen ser los pies de Jesús y María, compartiendo con nuestros hermanos ese trabajo que es tan en  equipo que en vez de decirnos costaleros nos llamamos cuadrilla.

Lo que es seguro es que la ilusión es el motor que nos mueve a disfrutar de cada uno de los días de nuestra vida, por eso hay que sembrarla y cuidarla en los niños para que arraigue bien en nuestro interior y permanezca siempre, recordándonos en cada momento el niño que una vez fuimos y que vive en nuestro interior, aunque a veces no lo encontremos, pero es el niño que nos hace vivir en plenitud.