lunes, 13 de enero de 2020

Culto


Hemos comentado muchas veces que en los muchos siglos de historia de las hermandades, éstas han ido evolucionando en sus formas atendiendo a los cambios de orden político, social y religioso, que han conformado la imagen que actualmente tienen nuestras cofradías. En cuanto a estos cambios religiosos vamos a prestar atención a aquellos que vinieron por el Concilio Vaticano II que supusieron para la liturgia, como cumbre a la que tiende toda la acción de la Iglesia, un antes y un después en la forma de celebrar los diferentes sacramentos y sobre todo la eucaristía. Estos cambios introducidos, aparte de algunas modificaciones en la estructura de los diferentes ritos que conforman la celebración, fueron la introducción de la lengua vernácula, que supuso un acercamiento de la liturgia a los fieles quienes desde este momento podían seguir la Santa Misa con mucha más facilidad, a la vez que se potenciaba su activa participación en la misma. También la reducción del tiempo de ayuno previo a la comunión, pasando de ser desde las 12 de la noche del día anterior a solo una hora previa, cuya consecuencia inmediata fue la posibilidad de celebrar la eucaristía por las tardes y, por tanto, la inclusión de ésta celebración en el diario de los cultos de las cofradías.

Los cultos antes del Vaticano II, al no poder celebrarse la eucaristía, giraban en torno a la adoración a S.D.M. en exposición mayor, esto es en el ostensorio. Una vez expuesto, tras el canto del pange lingua, se rezaba el santo rosario, con los misterios del día correspondiente, tras el cual la capilla musical interpretaba algún canto. A continuación se rezaban las oraciones propias del ejercicio del triduo, quinario, septenario o novena que se celebrase a cuyo término se cantaba el  Christus Factus Est, o algún otro motete dedicado al Señor, o a la Stma Virgen, dependiendo a quien estuviese dedicado el culto, tras el cual el predicador, revestido de sotana y roquete y acompañado de dos hermanos de la hermandad, acudía al pulpito desde donde realizaba la predicación, centro del culto. Finalizado el sermón y mientras el sacerdote se revestía con los ornamentos propios para hacer la Bendición Solemne y Reserva del Santísimo, la capilla interpretaba la copla de culto de la hermandad. Con dicha Bendición y Reserva finalizaba el culto diario, salvo el último día en que se realizaba la procesión claustral con el Santísimo por las naves del templo. El domingo, una vez finalizado los días correspondientes al culto, tenía lugar la Función Principal de Instituto.

Tras el Concilio, la gran mayoría de los cultos han pasado a realizarse con la celebración de la eucaristía, pero se viene conservando antes de la misma el rezo del Santo Rosario y las oraciones propias del culto que se celebra. El último día se suele mantener la procesión claustral con S.D.M. por lo que se hace exposición mayor tras la misa seguida de estación ante el Santísimo y la procesión en sí, a cuyo fin tiene lugar la bendición solemne y reserva. Manteniéndose la Función Principal  al día siguiente.

Como decíamos, y hemos comprobado, los cultos han tenido las adaptaciones correspondientes a los cambios producidos a lo largo del  tiempo pero, en el siempre conservador espíritu del cofrade actual y a pesar que la eucaristía es en sí la más completa de las celebraciones litúrgicas en la que rememoramos y actualizamos el misterio de la redención, mantenemos el rezo del rosario y oraciones aunque la mayoría de los asistentes suelen llegar una vez finalizado el mismo. Teniendo en cuenta, además, que la mayoría de los cultos suelen empezar a una hora tardía para facilitar la asistencia de los hermanos pero teniendo como contrapartida que los mismos terminan a altas horas de la noche que, a su vez, imposibilitan a muchos hermanos (sobre todo a los niños y los muy mayores) a asistir a los cultos de la hermandad. Por tanto y a tenor de lo anteriormente expuesto, a modo de reflexión muy personal, ¿no sería conveniente estudiar un nuevo orden de los cultos que pueda integrar en el mismo todas las oraciones propias, con los beneficios que para el católico tiene la celebración de la eucaristía, buscando que los mismos puedan ser más breves y que terminen a una hora prudente que favorezca la presencia de las familias completas, incluidos mayores y más pequeños?

Independientemente de esta pregunta al aire, repito muy personal, aprovechemos este tiempo de cultos que se nos presenta. Asistamos, recemos en compañía de nuestros hermanos. Celebremos los misterios pasionales del Señor, pero sobre todo celebrémoslo resucitado siendo éste el gran misterio que nos une a los cristianos. Vivamos los cultos en familia: con nuestras parejas, con nuestros hijos, padres, hermanos… los que están y lo que no, pues también los cultos es un momento de recordar y tener presente a quienes nos precedieron. Pero sobre todo vivámoslo en hermandad.

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