lunes, 6 de enero de 2020

Los reyes son los niños


Porque el día de Epifanía, además de ser la manifestación del Gran Poder de Dios, es cuando los niños reciben los juguetes y por eso atesoran en sí toda la ilusión mientras esperan el mágico momento de la mañana del 6 de enero.

Hay determinados días al año que vienen marcados por una característica singular que les hace especiales según lo que celebremos en dicho día así el 18 de diciembre es el día de la Esperanza. También la ironía tiene su pequeño protagonismo en días como el del sorteo de navidad de la lotería, bautizado popularmente como el día de la salud porque, ya que no nos toca el sorteo al menos tenemos salud para disfrutar de la vida con los nuestros. De lo que no hay ninguna duda es en el día de la ilusión que, por ser tan importante, lo celebramos por duplicado el 5 y el 6 de enero con la cabalgata y el día de los reyes magos.

Porque el día de Epifanía en que celebramos a los Reyes Magos, además de ser la manifestación del Gran Poder de Dios -se postrarán ante Ti, Señor, todos los pueblos de la tierra (Sal 71)- que por eso celebramos su quinario en los albores del año nuevo, es cuando los niños reciben los juguetes en recuerdo de los presentes que los Magos ofrendaron al Rey de reyes y por eso atesoran en sí toda la ilusión mientras esperan el mágico momento de la mañana del 6 de enero. Esa mañana que es posible gracias a esos pajes fundamentales de SSMM de oriente que son los hacen encajes de bolillos con lo posible, y a veces incluso lo imposible, para que nada falte en ese transcendental momento que dejará huella imborrable en nuestra memoria. Son tan fundamentales estos pajes sobre todo por ser los auténticos transmisores de la ilusión que se han ganado de por sí en título de reyes magos.

Pero los auténticos reyes magos de verdad son los niños, porque son los portadores de la ilusión que irradian sus rostros durante todas las navidades especialmente en las visitas a los carteros reales y cuando en los escaparates, catálogos y anuncios con los juguetes más preciados y que esperan conseguir en esa mañana de los sueños. Porque la navidad, aparte de recordar el nacimiento de Jesús, es la fiesta de los niños por eso cuando cumplimos años por decenas seguramente diremos que ya no nos gustan las navidades cuando lo que realmente sucede es que se nos ha traspapelado nuestro niño interior.

Ilusión es ese desbordamiento de alegría cuando se visten por primera vez de monaguillo acompañando a sus mayores y repartiendo esos caramelos y estampitas que son oraciones hechas presentes.

Porque es esa capacidad de descubrimiento y aprendizaje que tienen los niños la que les hace vivir tan intensamente cada uno de los acontecimientos de la vida, paladeándolos y disfrutando de ellos, sacando todo el jugo que puedan contener. Así cada momento vivido es una auténtica revelación, como lo fue para aquellos niños en ese despertar de un domingo de noviembre de 2004 cuando al salir al balcón de su casa vieron pasar a la Amargura camino de la Catedral en el cincuentenario de su coronación. Así esa mirada de júbilo cuando juegan en esa “rampla” que une lo divino y lo humano: testigo de hosannas en la Entrada en Jerusalén, testimonio que solo por el Amor podemos llegar a Dios y constancia que solo en su Pasión seremos confortados en esta vida y encontraremos el camino para la eterna. Así ese desbordamiento de alegría cuando se visten por primera vez de monaguillo acompañando a sus mayores y repartiendo esos caramelos y estampitas que son oraciones hechas presentes, por no decir esa emoción interior cuando lo que se viste por primera vez es la túnica penitencial. Así esa piel de gallina cuando de dalmática o sotana y roquete nos estrenamos de acólitos delante de nuestros titulares en el día grande de nuestra cofradía. O así ese repeluco que nos recorre la espalda cuando vestimos por primera vez el costal y la faja que nos hacen ser los pies de Jesús y María, compartiendo con nuestros hermanos ese trabajo que es tan en  equipo que en vez de decirnos costaleros nos llamamos cuadrilla.

Lo que es seguro es que la ilusión es el motor que nos mueve a disfrutar de cada uno de los días de nuestra vida, por eso hay que sembrarla y cuidarla en los niños para que arraigue bien en nuestro interior y permanezca siempre, recordándonos en cada momento el niño que una vez fuimos y que vive en nuestro interior, aunque a veces no lo encontremos, pero es el niño que nos hace vivir en plenitud.

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