lunes, 26 de agosto de 2019

El tiempo desde el tiempo


Hace algún tiempo me embarqué en esta aventura de pensar en voz alta, al tiempo que me obligué al ejercicio de escribir dichas reflexiones, siempre personales,  sin otro propósito que compartirlas contigo, querido lector que visitas este rinconcito de internet. Muchos son los temas que hemos podido compartir en este tiempo y otros muchos están en la recamara esperando el momento de ver la luz, cuando las circunstancias y el momento permitan tener unos minutos para plasmarlas en el documento en blanco. De estas breves opiniones han surgido algunas sobre el tiempo y la percepción que del mismo tenemos, orientado siempre desde el punto de vista cofrade que es el nexo principal que vertebra este espacio que compartimos. Hace poco hablábamos del tiempo en relación con el espacio, como pude compartir a través de la web amiga ElCostal.org, y en esta ocasión quisiera ver el tiempo en relación con el propio tiempo.


La ley de la vida nos priva, en su devenir, de la presencia de nuestros mayores, algo que, cuando somos jóvenes, en la hdad lo vemos desde la tristeza de la pérdida pero con la lejanía de la diferencia de edad que nos separa, lo que convierte el tema de la muerte en algo aparentemente lejano en el tiempo. Hay veces que la tragedia nos sacude y la pérdida que sufrimos, sea por accidente o enfermedad, es de alguno de los nuestros, en referencia a cuando se nos va alguien de la juventud, de nuestra edad, en este caso ya no hay lejanía que valga y vivimos esta experiencia en toda su crudeza. La muerte de un ser querido, que ha compartido con nosotros la vivencias en la hermandad, que nos ha enseñado desde su experiencia en sus muchos (o pocos) años vividos en la misma, siempre conlleva un momento de pararse a pensar y sobre todo de recordarles y tener presente lo que de ellos hemos podido aprender, lo cual es también una forma de mantenerles vivos entre nosotros desde su memoria.

Esta interiorización se vuelve cada vez mas profunda, en la medida que vamos cumpliendo años y se va reduciendo la diferencia con quienes van acudiendo a presencia del Padre. Por un lado nos hace tomar conciencia real de que el tiempo pasa para todos, y de otra parte nos pone de manifiesto que solo somos presencias temporales y que nuestro cometido real no es otro que aportar nuestro grano de arena que permita engrandecer nuestra familia, nuestra hermandad y por ende a la fiesta en sí, procurando hacer feliz a quienes están a nuestro alrededor, como han hecho quienes ya están en el atrio celeste y por esto les recordamos con todo el cariño. Cuando miramos al tiempo desde el propio tiempo comprobamos como aquellos jóvenes de ayer que guardaban silencio en las reuniones de hermandad escuchando y aprendiendo de sus mayores, somos hoy los que hablamos y narramos nuestras experiencias, vivencias y lo aprendido en estas reuniones compartidas años atrás, y gracias a dios tenemos una juventud que escucha y sigue aprendiendo en la forma mas tradicional de todas, la oral.

Cuando recibimos la triste noticia del fallecimiento de uno de los nazarenos que nos precede es inevitable un doble sentimiento: por una parte ese vacío que deja el padre, el maestro, el amigo, el consejero en quien nos apoyamos a la hora de tomar una decisión, el que está detrás nuestra para reconducirnos en nuestros errores confiriéndonos esa seguridad que, cuando la perdemos, decimos que nos sentimos huérfanos. Por otra parte sentimos la responsabilidad de tener cada vez más sobre nuestros hombros las tareas de gobierno de la hermandad (o de nuestra vida) con la obligación de formar a las nuevas generaciones para que, en su momento, sean ellos quienes se encarguen de las mismas, como antes hicieron con nosotros nuestros antecesores. Perder al nazareno que nos precede es tener presente cuanto aprendimos de ellos y estar prestos a hacer bien las cosas para que, quienes vienen detrás de nosotros, tengan la confianza de estar haciendo lo correcto.

Esto es lo que sentimos al mirar el tiempo desde el propio tiempo.

En recuerdo a Concha, Fernando, Eduardo, Antonio y a todos los nazarenos que nos han precedido.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Evocación


Cuando hablamos “en cofradías” y decimos evocación, prácticamente a todos se nos va la memoria a la magnífica marcha de cornetas y tambores que el genial Alberto Escámez compuso para los bomberos de Málaga y que para los de mi generación supone una de las muestras del más puro clasicismo del género, popularizado en Sevilla por la antigua Policía Armada. Evocación, en su primera definición  del diccionario, es el recuerdo o memoria que tenemos de algo y esto es justo lo que hace la marcha antes mencionada, al igual que toda la música, utilizar el lenguaje del sentimiento para retrotraernos a esos momentos vividos que por su especial significación han marcado nuestra alma y nuestro corazón
                                
Hay veces que el hecho de no poder estar presente en una fiesta o celebración de las que realizamos anualmente sea por trabajo, viaje, alguna otra circunstancia de causa mayor que no nos permita participar en la misma, hace que nuestra mente evoque dicha fiesta y, desde el recuerdo de las vividas en los años anteriores, podamos rememorarla en el sentimiento como si estuviésemos presentes. Esto nos sucede, bien con los cultos anuales de nuestra hermandad: quinario y función Principal de instituto, estación de penitencia o salida procesional en la glorias; bien con cualquier celebración familiar, como ejemplo la nochebuena, si algún año no podemos celebrarla en familia por cuestiones de trabajo.


Especialmente significativa es esta mañana de agosto en la que el olor a nardos prevalece sobre todo, fiesta de la Asunción de la Virgen que en Sevilla no tiene más advocación que la de saber que por Ella reinan los reyes. Fiesta cuya celebración se inicia no sabemos si muy temprano el día 15 o muy tarde el 14, porque para ser puntuales a nuestra cita nos ponemos en movimiento siendo aún madrugada, incluso la tarde noche anterior. Una madrugada tan especial en la que nos sorprende el alba al mismo pie de la Giralda, Turris Fortissima de  los Proverbios, en espera de venerar a quien es más pura que el sol y es tan Llena de Gracia que no conoció el pecado, y que antes que Roma, Sevilla proclamó Inmaculada. Allí en las gradas, mudo escenario de tantas íntimas devociones calladas, recuerdo de nuestros mayores que no podían perder el sitio frente a la puerta de los palos para la salida de la Señora, y de tantas nuevas generaciones que pasan la noche en vela peregrinando desde las localidades cercanas para rezarle la salve cuando pase ante ellos, cumplimos año a año este rito aprendido y heredado directamente de nuestras madres y abuelas, auténticas y principales transmisoras de su devoción.

Justo esto, evocación, es lo que nos ocurre cada mes de agosto que no podemos acudir a nuestra cita con la Virgen. Aunque físicamente estemos ausentes por trabajo, viajes, enfermedad, asuntos familiares, o cualquier causa mayor que nos impida cumplir este anual encuentro, es el alma y la mente quien nos transporta, en ese íntimo y oculto recuerdo interior, a revivir ese momento único de piedad en que nos encontramos cara a cara con quien es uno de los principales exponentes de la religiosidad y fervor mariano de la ciudad, cumpliendo así, de pensamiento, nuestro compromiso.    Por esto, Agosto, es “evocación”

jueves, 8 de agosto de 2019

Cambios


Un nuevo verano, y van varios, vuelve a saltar la noticia que la semana santa necesita una reorganización. Esto ni es nuevo ni a nadie coge de sorpresa, de hecho muchos de nosotros esperábamos que volviese a saltar la liebre en este periodo vacacional, como efectivamente ha sucedido, en este caso en la entrevista al Sr. Teniente de Alcalde de Fiestas Mayores.

La semana santa tal y como la conocemos es el resultado de muchas y diversas adaptaciones que han tenido lugar a lo largo de los años: desde 1340 año de la fundación de la Hdad del Silencio o 1356 en que realiza la primera estación de penitencia, muchas son las hermandades que se han creado, han desaparecido, se han fusionado, han ido modificando la forma de realizar la penitencia pública a tenor de los cambios religiosos, políticos, sociales sucedidos a lo largo de los años que han ido conformando el modelo actual que, por supuesto, no tiene por qué ser definitivo.

En la actualidad, al igual que en otros momentos anteriores, las razones que motivan los cambios que habrán de venir son fundamentalmente de espacio y tiempo, como ya apuntaba en una reflexión para la web amiga ElCostal.org. El espacio que ocupan los cortejos en la actualidad y el tiempo que necesitan su discurrir son muy diferentes a los de la semana santa de nuestra infancia y juventud, consecuencia directa del crecimiento en las respectivas nóminas de las cofradías y el incremento del número de hermandades que realizan estación de penitencia. No es mi intención ni pretendo hacer ningún tipo de plan salvador maravilloso que venga a poner una solución mágica, pero si quisiera pensar en voz alta.

Las dimensiones de los cortejos tienen más importancia de lo que nos puede parecer. Viéndolos de forma aislada quedaría en una mera anécdota, pero al considerar todas las cofradías de la jornada pueden dar lugar a numerosos conflictos como nos viene ocurriendo históricamente en la madrugada con la famosa “pescailla” o el juego de la serpiente de los móviles de hace algunos años. Esto nos lleva a pensar que el cumplimiento de muchas reglas de las cofradías de ir por el camino mas corto puede resultar paradójico por cuanto que los mismos pueden llevar a cruces imposibles sobrevenidos por las dimensiones de los cortejos antes comentados. Si miramos la historia de la geografía urbana de la semana santa podemos comprobar como se han ido adaptando los recorridos y como actualmente se siguen haciendo, y habrá de hacerse en un futuro a corto medio y seguramente largo plazo.
 
Lo que si tengo claro es que no se trata de una mera cuestión puntual de las cofradías afectadas, sino que “todos” hemos de poner de nuestra parte para que el resultado final sea satisfactorio para el conjunto. Se trata del “bien común” por encima del “bien particular”, algo que en muchos ámbitos no parece tener importancia.

Seguramente la mayoría que podáis leer estas breves líneas no estéis de acuerdo conmigo, como ya dije no se trata de ninguna varita mágica, sino de un pensamiento en voz alta que solo espero nos sirva de reflexión, dejemos de marear la perdiz, y nos mueva a poner nuestro granito de arena que pueda dar respuesta a la situación actual, porque si no lo hacemos quienes estamos implicados y nos gusta y nos mueve el corazón, otros vendrán que nos impondrán los cambios, y no olvidemos lo que decía el recordado Chaves Nogales que “los dos enemigos natos de la Semana Santa sevillana son el cardenal y el gobernador“, y sin las hermandades no habría Semana Santa, que ni es obra de curas ni de gobernantes, sino de los cofrades: del pueblo que las creó, que las mantiene a lo largo de los siglos y que si no le ponemos remedio podría ser también quien le ponga punto y final.