Un nuevo verano, y van
varios, vuelve a saltar la noticia que la semana santa necesita una reorganización.
Esto ni es nuevo ni a nadie coge de sorpresa, de hecho muchos de nosotros esperábamos
que volviese a saltar la liebre en este periodo vacacional, como efectivamente
ha sucedido, en este caso en la entrevista al Sr. Teniente de Alcalde de
Fiestas Mayores.
La semana santa tal y
como la conocemos es el resultado de muchas y diversas adaptaciones que han
tenido lugar a lo largo de los años: desde 1340 año de la fundación de la Hdad
del Silencio o 1356 en que realiza la primera estación de penitencia, muchas
son las hermandades que se han creado, han desaparecido, se han fusionado, han
ido modificando la forma de realizar la penitencia pública a tenor de los
cambios religiosos, políticos, sociales sucedidos a lo largo de los años que
han ido conformando el modelo actual que, por supuesto, no tiene por qué ser
definitivo.
En la actualidad, al
igual que en otros momentos anteriores, las razones que motivan los cambios que
habrán de venir son fundamentalmente de espacio y tiempo, como ya apuntaba en
una reflexión para la web amiga ElCostal.org.
El espacio que ocupan los cortejos en la actualidad y el tiempo que necesitan su
discurrir son muy diferentes a los de la semana santa de nuestra infancia y
juventud, consecuencia directa del crecimiento en las respectivas nóminas de
las cofradías y el incremento del número de hermandades que realizan estación
de penitencia. No es mi intención ni pretendo hacer ningún tipo de plan
salvador maravilloso que venga a poner una solución mágica, pero si quisiera pensar
en voz alta.
Las dimensiones de los
cortejos tienen más importancia de lo que nos puede parecer. Viéndolos de forma
aislada quedaría en una mera anécdota, pero al considerar todas las cofradías
de la jornada pueden dar lugar a numerosos conflictos como nos viene ocurriendo
históricamente en la madrugada con la famosa “pescailla” o el juego de la
serpiente de los móviles de hace algunos años. Esto nos lleva a pensar que el cumplimiento
de muchas reglas de las cofradías de ir por el camino mas corto puede resultar paradójico
por cuanto que los mismos pueden llevar a cruces imposibles sobrevenidos por
las dimensiones de los cortejos antes comentados. Si miramos la historia de la
geografía urbana de la semana santa podemos comprobar como se han ido adaptando
los recorridos y como actualmente se siguen haciendo, y habrá de hacerse en un
futuro a corto medio y seguramente largo plazo.
Lo que si tengo claro
es que no se trata de una mera cuestión puntual de las cofradías afectadas,
sino que “todos” hemos de poner de nuestra parte para que el resultado final
sea satisfactorio para el conjunto. Se trata del “bien común” por encima del
“bien particular”, algo que en muchos ámbitos no parece tener importancia.
Seguramente la mayoría
que podáis leer estas breves líneas no estéis de acuerdo conmigo, como ya dije
no se trata de ninguna varita mágica, sino de un pensamiento en voz alta que
solo espero nos sirva de reflexión, dejemos de marear la perdiz, y nos mueva a
poner nuestro granito de arena que pueda dar respuesta a la situación actual,
porque si no lo hacemos quienes estamos implicados y nos gusta y nos mueve el
corazón, otros vendrán que nos impondrán los cambios, y no olvidemos lo que
decía el recordado Chaves Nogales que “los dos enemigos natos de la Semana
Santa sevillana son el cardenal y el gobernador“, y sin las hermandades no
habría Semana Santa, que ni es obra de curas ni de gobernantes, sino de los
cofrades: del pueblo que las creó, que las mantiene a lo largo de los siglos y
que si no le ponemos remedio podría ser también quien le ponga punto y final.
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