miércoles, 30 de mayo de 2018

Cuando al Espíritu Santo le llamamos Rocío


Publicado en la web ElCostal.org

Mateo nos cuenta en su Evangelio como antes de subir al cielo, Jesús nos hace la gran promesa que siempre estará con nosotros “hasta el final de éste mundo” y cumpliendo esa promesa  nos envía el Espíritu Santo que es la forma como se nos manifiesta Dios desde la resurrección de Jesús, pues así como en al Antiguo Testamento es el Padre quien se manifiesta a Abraham, Noé, Moisés, los profetas, y el propio Jesús Hijo del Padre quien acampa entre nosotros en el tiempo del Nuevo Testamento, a partir de Pentecostés no da su Espíritu para que siempre le sintamos cerca de nosotros.

Aquí tenemos nuestra particular manera de sentir la presencia de Jesús a través de las Imágenes que le representan y a las que rendimos culto en nuestras hermandades, que aunque sabemos que solo son una mera representación vemos en ellas al Hijo del Padre y es justo, a través de ellas por donde canalizamos nuestro amor hacia Él. Pero de entre todas hay una con túnica por la que especialmente el pueblo siente cercana la presencia de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, entre nosotros y cada viernes acude a visitarle depositando todos sus anhelos, ilusiones, peticiones y gracias a través de un beso en su talón.

Pero, fiel al espíritu que nos caracteriza en nuestra bendita tierra, tenemos la habilidad de darle la vuelta a todas las celebraciones del Señor convirtiéndolas en celebraciones de la Madre, y como no podía ser de otra manera la celebración de Pentecostés, donde conmemoramos la venida del Espíritu Santo que recibimos como ese Rocío venido del cielo y que personalizamos en la Virgen María, la Reina de las Marismas, que en su ermita almonteña nos espera todo el morada año a que vayamos  a decirle simplemente que le queremos sin poder contener las lágrimas que, de gozo, salen del alma ante su mirada.

Y sí,  lloramos ante su mirada, porque no es solo el sentimiento que nos produce estar ante la imagen de la Madre de Jesús, sino que en ella sentimos indisolublemente unida la presencia de Dios mismo en su Santo Espíritu y por ello cada año en la fiesta final de la Pascua peregrinamos hasta su ermita - la Jerusalén de las marismas - junto a nuestros hermanos acompañando al Simpecado de nuestra hermandad a través de olivos, pinos, arenas, ríos… maravillas de Dios en nuestra Andalucía, y bajo ese cielo azul purísima del mes de mayo que una vez más proclama que fuiste concebida sin pecado original.. ¡Qué bien hizo Dios el camino que nos lleva hasta la ermita!, y celebrar en tu nombre la eterna presencia de Dios entre los hombres.

martes, 1 de mayo de 2018

Tiempo de altares

Publicado en la web LaVenia.xyz

Pascua de Resurrección: termina una nueva semana santa y los cofrades, una vez culminada la vorágine, frenamos en seco y comenzamos un tiempo de relax, de sosiego, de reflexión… Porque todo el ajetreo y la tarea desmedida sin horas, sin casi sueño, de tenerlo todo preparado en las casas y en las hermandades, de haber disfrutado los días santos con nuestra cofradía y con todas las demás, necesita un punto y seguido y un tiempo más que necesario que nos permita recogerlo todo, limpiar los enseres y las túnicas y lo más importante devolver a nuestras sagradas imágenes de esos magníficos y costeadísimos altares móviles que son sus pasos procesionales, a sus respectivos camarines en los retablos donde reciben culto y las visitas de sus devotos el resto de los días del año.

En referencia a este periodo que comenzamos ahora de todo un año de las imágenes en sus altares, mi muy querido Sr @_ALaGloria_ ponía en un tuit buscando el apoyo para el síndrome depresivo post semana santa: “Va a sonar a tópico, pero las imágenes están todo el año en sus iglesias, por si sirve de consuelo”. He de confesar que llamó profundamente mi atención y me hizo reflexionar.

En primer lugar me llama la atención la gran cantidad de gente en las calles en la semana santa, la gran afluencia de hermanos en estos días por la papeleta de sitio y para salir de nazareno y después el resto del año que tranquilas están las capillas y las parroquias. Entiendo que tenemos muchos quehaceres ocupaciones y rutinas y no podemos ir a diario, yo el primero, pero también es cierto que pocas veces buscamos un momento para ir a visitarles ni tan siquiera alguna vez a la semanal misa o culto de hermandad. Es un momento ideal para tener un momento de oración y cercanía con Jesús y María y también una magnífica oportunidad para hacer y construir hermandad en la fraternal convivencia con los hermanos. 

Por otra parte también me da que pensar cuanto esfuerzo, trabajo y dinero en hacer unos pasos maravillosos verdaderos retablos andantes que guardan las Imágenes sagradas para su acercamiento a todos cuantos quieren salir a contemplarlas y venerarlas en las respectivas estaciones de penitencia, donde están escasamente 10 días cada año, y que sencillos y simples son muchas veces sus altares en las iglesias y capillas donde están los 350 días restantes, incluso alguna vez sin flores… (y no me refiero al cierre estival). Altares donde las podemos visitar, rezarles, darles gracias, acordarnos de nuestros mayores que tanto las quisieron y que están ya junto a Ellos, y soñarlas en sus pasos, con esa marcha que nos toca el corazón en esa chicotá perfecta que siempre perdura en la memoria.

Cada día me confieso más amante de esta semana santa recogida de cada día fuera de los días santos. Amante de esos altares que los mal llamaré “de diario”, donde están todo el año nuestras imágenes esperando que les tengamos un recuerdo. Amante de esas visitas fuera de hora con las capillas casi vacías donde solo media ese acercamiento íntimo y personal entre cada uno y su Cristo o su Virgen, que en el fondo son el mismo Dios y su Madre. Y amante, como no, de ese unirme a la eterna conversación de “Juan” con “Mara” en ese quedo “Silencio” diario de San Juan de la Palma mientras en el alma suena Amarguras…