Publicado en la web LaVenia.xyz
Pascua de Resurrección: termina una
nueva semana santa y los cofrades, una vez culminada la vorágine, frenamos en
seco y comenzamos un tiempo de relax, de sosiego, de reflexión… Porque todo el
ajetreo y la tarea desmedida sin horas, sin casi sueño, de tenerlo todo
preparado en las casas y en las hermandades, de haber disfrutado los días
santos con nuestra cofradía y con todas las demás, necesita un punto y seguido
y un tiempo más que necesario que nos permita recogerlo todo, limpiar los
enseres y las túnicas y lo más importante devolver a nuestras sagradas imágenes
de esos magníficos y costeadísimos altares móviles que son sus pasos
procesionales, a sus respectivos camarines en los retablos donde reciben culto
y las visitas de sus devotos el resto de los días del año.
En referencia a este periodo que
comenzamos ahora de todo un año de las imágenes en sus altares, mi muy querido
Sr @_ALaGloria_ ponía en un tuit buscando el apoyo para el síndrome
depresivo post semana santa: “Va a sonar a tópico, pero las imágenes
están todo el año en sus iglesias, por si sirve de consuelo”. He de
confesar que llamó profundamente mi atención y me hizo reflexionar.
En primer lugar me llama la atención
la gran cantidad de gente en las calles en la semana santa, la gran afluencia
de hermanos en estos días por la papeleta de sitio y para salir de nazareno y
después el resto del año que tranquilas están las capillas y las parroquias.
Entiendo que tenemos muchos quehaceres ocupaciones y rutinas y no podemos ir a
diario, yo el primero, pero también es cierto que pocas veces buscamos un
momento para ir a visitarles ni tan siquiera alguna vez a la semanal misa o
culto de hermandad. Es un momento ideal para tener un momento de oración y
cercanía con Jesús y María y también una magnífica oportunidad para hacer y
construir hermandad en la fraternal convivencia con los hermanos.
Por otra parte también me da que
pensar cuanto esfuerzo, trabajo y dinero en hacer unos pasos maravillosos verdaderos
retablos andantes que guardan las Imágenes sagradas para su acercamiento a
todos cuantos quieren salir a contemplarlas y venerarlas en las respectivas
estaciones de penitencia, donde están escasamente 10 días cada año, y que
sencillos y simples son muchas veces sus altares en las iglesias y capillas
donde están los 350 días restantes, incluso alguna vez sin flores… (y no me
refiero al cierre estival). Altares donde las podemos visitar, rezarles, darles
gracias, acordarnos de nuestros mayores que tanto las quisieron y que están ya
junto a Ellos, y soñarlas en sus pasos, con esa marcha que nos toca el corazón
en esa chicotá perfecta que siempre perdura en la memoria.
Cada día me confieso más amante de
esta semana santa recogida de cada día fuera de los días santos. Amante de esos
altares que los mal llamaré “de diario”, donde están todo el año nuestras
imágenes esperando que les tengamos un recuerdo. Amante de esas visitas fuera
de hora con las capillas casi vacías donde solo media ese acercamiento íntimo y
personal entre cada uno y su Cristo o su Virgen, que en el fondo son el mismo
Dios y su Madre. Y amante, como no, de ese unirme a la eterna conversación de
“Juan” con “Mara” en ese quedo “Silencio” diario de San Juan de la Palma
mientras en el alma suena Amarguras…
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