miércoles, 23 de diciembre de 2015

Porque, en Sevilla, al adviento le llamamos Esperanza.



Desde finales de noviembre celebramos el tiempo de adviento. Tiempo litúrgico de la Iglesia que nos prepara para la venida de Jesús que con alegría celebraremos en la Navidad. 

Foto vía Alvaro Dávila
En este tiempo de adviento, tiempo de espera del Niño Dios, recuerdo como en mi infancia ilustrábamos esa impaciencia ante el nacimiento de Jesús con el calendario de adviento. El mío era un portal de Belén con 25 ventanitas para los 25 días de diciembre. Cada noche se abría una ventanita y tras ella aparecía desde la Anunciación, el viaje de María y José en el borriquillo hasta Belén, y otros motivos navideños hasta el día 25 que tras su ventanita se ocultaba el Niño recién nacido. Año tras año reutilizábamos el calendario y año tras año con la misma ilusión de niño que el día que por primera vez lo estrenamos. Nuestros hijos tienen también sus calendarios de adviento pero hoy son más sofisticados, detrás de cada ventanita se oculta una chocolatina con las formas de adornos y figuras propias de este tiempo y que además de la ilusión de descubrir que hay detrás de cada una de ellas hace la espera mucho más dulce.

Foto: Juan J. Caravaca
Pero en esta tierra de María Santísima en cada una de las fiestas del Señor nos buscamos la manera de celebrarla con su Madre, que no en vano nuestra ciudad es Mariana. Empezamos diciembre cantando a voz en grito que “Todo el mundo en general, a voces Reina escogida, diga que sois Concebida Sin Pecado Original”, y tornando el morado propio del tiempo en azul purísima de baile de seises y coplas de Eslava y Torres. Y en un abrir y cerrar de ojos nos damos cuenta que ese celeste privilegio de la ciudad se torna  en el verde más exquisito para acompañar esa espera del Señor.

Porque, en Sevilla, al adviento le  llamamos Esperanza.

Foto: Cristina Paradas
¿Qué mejor manera de esperar al Niño Jesús que acompañando a su Madre? ¿Y qué mejor nombre para la Madre del Redentor que Esperanza? Esperanza que es la Gracia de ser la Madre de Dios; Esperanza es ser la Divina Enfermera que nos cuide en todos nuestro males; Esperanza por estar en cuerpo y alma junto a la Trinidad Divina; Esperanza que se hace exclamación – Oh! – en las antífonas de adviento y candelá en calle Castilla; Esperanza marinera que nos ayuda a levantarnos cada una de las veces que caemos en esta vida; y Esperanza que con solo su mirada torna las penas en gozo y que la única forma de describirla es llamarla Macarena.

Si lo pensamos bien no se trata de celebraciones distintas de la Virgen, sino una única celebración que prolongamos durante todo el adviento: es la Llena de Gracia que nos regala Esperanza para que nuestro paso por la vida sea más llevadero y dichoso hasta llegar a Jesús. Cuando depositamos el beso (veneración) en la mano de la Virgen, no hacemos sino anticipar el beso (adoración) que en la Misa del Gallo y en el día de Navidad daremos al Niño Jesús cuando lo recibamos entre nosotros.

En esta Esperanza y en esta alegría quiero desearte, a ti que lees estas letras, una Feliz Navidad en compañía de tu familia y amigos, y los mejores deseos para el próximo año 2021, que venga cargado de salud, dicha y felicidad.

Porque, en Sevilla, al adviento le  llamamos Esperanza.

Foto vía Manuel Sanchez Torres

lunes, 7 de diciembre de 2015

El Espíritu Santo está sobre Tí...

De la serie "De Jacinto y Celeste" num.11


El inefable Dios, cuya conducta es misericordia y verdad, cuya voluntad es omnipotencia y cuya sabiduría alcanza de límite a límite con fortaleza y dispone suavemente todas las cosas, eligió y señaló, desde el principio y antes de los tiempos, una Madre, para que su unigénito Hijo, hecho carne de ella, naciese, en la dichosa plenitud de los tiempos, y en tanto grado la amó por encima de todas las criaturas, que en sola ella se complació con señaladísima benevolencia. Por lo cual tan maravillosamente la colmó de la abundancia de todos los celestiales carismas, que Ella, absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios.

Con estas palabras comienza la Bula Ineffabilis Deus del Beato Pio IX con la que quedaba promulgado el dogma de la Purísima Concepción de María que toda Sevilla celebra en estos día y muy especialmente la Primitiva de los Nazarenos que hace apenas tres meses renovamos en cabildo general aquel solemne voto de defensa de ésta entonces piadosa creencia hace 400 años.

Cuatro siglos proclamando que quien es la Gloria de los Nazarenos fue preservada de toda mancha, porque estaba tan Llena de Gracia que no había sitio en ella para nada mas, y como continuación a dicha celebración que es fiesta grande en la Hermandad cada año, la priostía nos regala un extraordinario y novedoso altar en el que con solo la imagen de María Santísima (de Jacinto y Celeste) se nos pone de manifiesto que  Dios siempre está junto a Ella.

Foto Jose Manuel Morán Sanchez @JMMoran94
La Santísima Trinidad es una sola en este altar, como efectivamente así lo proclamamos en el Credo en cada Eucaristía. Dios Padre, Omnipotente y Omnipresente esta sobre "todo" en la pintura mural en lo más alto del presbiterio. Dios Hijo es indisoluble a tan digna Señora, pues todos los méritos que el Altísimo le concedió fue por ser la Madre del Dulcísimo Nazareno. Y Dios Espíritu Santo aparece sobre Ella en el altar. Dios, Espíritu Santo, que es la persona de la Trinidad por la cual actúa el Padre en estos tiempos postevangélicos. Y que siempre estuvo junto a María.

Foto vía Antonio Comas Perez
Porque en el primer Pentecostés, la Encarnación del Hijo de Dios, el ángel Gabriel dice a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios” (Lc.1,35-36). También le dice a José: “No temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrá por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt.1, 20b-22).

Porque cuando María saludó a Isabel, ésta “se llenó del Espíritu Santo, y clamó con fuerte voz: ¡Bendita tú entre las mujeres…! y su niño saltó de gozo en sus entrañas. Y María proclama el Magnificat,... (Lc.2, 41-57).

Porque cuando nace Jesús, la luz del Espíritu Santo inunda el Portal de Belén, envuelve a los pastores y guía a los Magos hasta Belén.

Porque en las bodas de Caná María, movida por los dones del Espíritu Santo, se dirige suplicante a su Hijo: “No tienen vino” y luego a los servidores: “Haced lo que Él os diga”. Y Jesús realiza su primer milagro (Jn. 2, 1-12)

Porque solo el Espíritu Santo puede dar fuerzas a María junto a la cruz de Jesús y ser testigo de su testamento en las Siete Palabras (Jn. 19, 25)  Así también María es testigo de su Gloriosa Resurrección, que los primitivos celebramos con “azahar”…

Porque finalmente y junto a los Apóstoles fue testigo de la venida del Espíritu Santo prometido por Cristo y que ya está con nosotros hasta el fin de los tiempos. (He.1, 14).

Este Pentecostés es el inicio de la actividad misionera de la Iglesia y María está presente en ella tal y como estuvo presente en el nacimiento de Jesús: como Madre por obra del Espíritu Santo

Mañana besaremos su mano; antes habremos celebrado en Ella el misterio Pascual de su Hijo, pero siempre, cuando estemos ante sus plantas, al verla tan Llena Gracia, no podremos evitar repetir en nuestro interior: “Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo”.
Foto via Antonio Comas Perez