En la línea habitual de acción de las cofradías se abre un
amplio horizonte de trabajo, no solo en la ayuda al necesitado tanto a nivel
económico como asistencial, sino muy especialmente en la misión evangelizadora
que tenemos, como parte de la Iglesia que somos. Aquí la vida sí que no debe
seguir igual.
Siendo niño se hizo muy
popular una canción de un jovencísimo Julio Iglesias cuyo título saco a
relucir y cuya letra decía: “Al final las obras quedan las gentes se van. Otros
que vienen las continuaran, la vida sigue igual”. La canción nos dice que
conforme va pasando el tiempo las personas pasamos y las obran continúan y la
vida sigue su curso. Esto es justamente así en nuestras hermandades que atesoran
muchas de ellas una historia de siglos y ahí permanecen. Incluso las más
modernas cuenta ya con varias generaciones de hermanos en su historia. Pero no
es precisamente a esto a lo que me quiero referir hoy, sino a otro significado
que también podemos darle al título de esta canción que es diametralmente
opuesto y es que en muchas ocasiones nos dejamos llevar por la rutina, inacción
o lo que solemos decir “marear la perdiz” para no actuar ante los
acontecimiento y dejar que la vida sigua exactamente igual.
Cuando se inició esta pasada cuaresma lo hacíamos con la
noticia de que el domingo de ramos continuaría igual que el año anterior.
Nuevamente casi un año transcurrido y sin solución a la nueva realidad de los
diferentes días debido fundamentalmente a la dimensión que han adquirido los
cortejos de la mayoría de las hermandades que hace muy difícil mantener los
actuales horarios e itinerarios de las hermandades por el espacio que ocupan en
la geografía urbana de la ciudad. No es el domingo el único día afectado como
todos sabemos, ni es momento de debates, pero si es una muestra de lo que
indicábamos al principio de esta reflexión, que la vida sigue igual.
Esta cuaresma que, si bien se inició como las anteriores,
pronto cambió en el rumbo inesperado de la situación excepcional que estamos
viviendo y que nos ha dejado una semana santa inédita que, como ya hemos dicho
anteriormente, nunca se nos hubiera pasado por la cabeza vivir. Tras cincuenta
días de confinamiento y, ya bien pasada la semana santa, tenemos otra vida
sigue igual en base a lo que podrá ser o no ser el año próximo. Si aún no
sabemos cuándo tendremos vacunas ni cómo va a evolucionar la situación ahora
que empezamos a levantar poco a poco las restricciones, ¿Cómo seguimos un día sí
y otro también con lo que será la semana santa de 2021? Si habrá costaleros o
no; si será solo de nazarenos sin pasos (¿oiga y como tenemos 600, o más,
nazarenos en una capilla o parroquia?); mientras no tengamos datos precisos y
conocimientos del virus es hablar por hablar y la vida sigue igual. A este
respecto de las pocas cosas sensatas que he oído ha sido al presidente del
Consejo, cuando ha dicho que para 2021 están contemplando “todos” los
escenarios posibles. La solución, como hemos dicho hasta la saciedad, la dará
el tiempo.
Y también quisiera referirme a otra cuestión que, con mucha
sensatez, he leído en los últimos días,
el artículo de Ignacio Valduérteles sobre el importante papel que tienen
las hermandades en los nuevos tiempos que se vienen (me niego a llamarlo nueva
normalidad). En la línea habitual de acción de las cofradías se abre un amplio
horizonte de trabajo, no solo en la ayuda al necesitado tanto a nivel económico
como asistencial, sino muy especialmente en la misión evangelizadora que
tenemos, como parte de la Iglesia que somos, en estos momentos en que la
laicidad imperante en la sociedad hace más necesaria la formación en los valores
religiosos en que creemos, que sean respetados por el resto de la sociedad como
valores particulares de la persona que son, que no deben ser impuestos pero que
cada cual es libre de tener. En esto el papel de las hermandades es fundamental
y aquí la vida sí que no debe seguir igual.
Retomemos la canción de Julio Iglesias: “Siempre hay por
quién vivir y a quien amar. Siempre hay por qué vivir por qué luchar.” Pongámonos
las pilas y hagamos que la vida siga igual pero en el estricto sentido que nos
dice la canción. Tenemos faena.
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