lunes, 4 de mayo de 2020

La vida sigue igual


En la línea habitual de acción de las cofradías se abre un amplio horizonte de trabajo, no solo en la ayuda al necesitado tanto a nivel económico como asistencial, sino muy especialmente en la misión evangelizadora que tenemos, como parte de la Iglesia que somos. Aquí la vida sí que no debe seguir igual.

Siendo niño se hizo muy  popular una canción de un jovencísimo Julio Iglesias cuyo título saco a relucir y cuya letra decía: “Al final las obras quedan las gentes se van. Otros que vienen las continuaran, la vida sigue igual”. La canción nos dice que conforme va pasando el tiempo las personas pasamos y las obran continúan y la vida sigue su curso. Esto es justamente así en nuestras hermandades que atesoran muchas de ellas una historia de siglos y ahí permanecen. Incluso las más modernas cuenta ya con varias generaciones de hermanos en su historia. Pero no es precisamente a esto a lo que me quiero referir hoy, sino a otro significado que también podemos darle al título de esta canción que es diametralmente opuesto y es que en muchas ocasiones nos dejamos llevar por la rutina, inacción o lo que solemos decir “marear la perdiz” para no actuar ante los acontecimiento y dejar que la vida sigua exactamente igual.

Cuando se inició esta pasada cuaresma lo hacíamos con la noticia de que el domingo de ramos continuaría igual que el año anterior. Nuevamente casi un año transcurrido y sin solución a la nueva realidad de los diferentes días debido fundamentalmente a la dimensión que han adquirido los cortejos de la mayoría de las hermandades que hace muy difícil mantener los actuales horarios e itinerarios de las hermandades por el espacio que ocupan en la geografía urbana de la ciudad. No es el domingo el único día afectado como todos sabemos, ni es momento de debates, pero si es una muestra de lo que indicábamos al principio de esta reflexión, que la vida sigue igual.

Esta cuaresma que, si bien se inició como las anteriores, pronto cambió en el rumbo inesperado de la situación excepcional que estamos viviendo y que nos ha dejado una semana santa inédita que, como ya hemos dicho anteriormente, nunca se nos hubiera pasado por la cabeza vivir. Tras cincuenta días de confinamiento y, ya bien pasada la semana santa, tenemos otra vida sigue igual en base a lo que podrá ser o no ser el año próximo. Si aún no sabemos cuándo tendremos vacunas ni cómo va a evolucionar la situación ahora que empezamos a levantar poco a poco las restricciones, ¿Cómo seguimos un día sí y otro también con lo que será la semana santa de 2021? Si habrá costaleros o no; si será solo de nazarenos sin pasos (¿oiga y como tenemos 600, o más, nazarenos en una capilla o parroquia?); mientras no tengamos datos precisos y conocimientos del virus es hablar por hablar y la vida sigue igual. A este respecto de las pocas cosas sensatas que he oído ha sido al presidente del Consejo, cuando ha dicho que para 2021 están contemplando “todos” los escenarios posibles. La solución, como hemos dicho hasta la saciedad, la dará el tiempo.

Y también quisiera referirme a otra cuestión que, con mucha sensatez, he leído en los últimos días,  el artículo de Ignacio Valduérteles sobre el importante papel que tienen las hermandades en los nuevos tiempos que se vienen (me niego a llamarlo nueva normalidad). En la línea habitual de acción de las cofradías se abre un amplio horizonte de trabajo, no solo en la ayuda al necesitado tanto a nivel económico como asistencial, sino muy especialmente en la misión evangelizadora que tenemos, como parte de la Iglesia que somos, en estos momentos en que la laicidad imperante en la sociedad hace más necesaria la formación en los valores religiosos en que creemos, que sean respetados por el resto de la sociedad como valores particulares de la persona que son, que no deben ser impuestos pero que cada cual es libre de tener. En esto el papel de las hermandades es fundamental y aquí la vida sí que no debe seguir igual.

Retomemos la canción de Julio Iglesias: “Siempre hay por quién vivir y a quien amar. Siempre hay por qué vivir por qué luchar.” Pongámonos las pilas y hagamos que la vida siga igual pero en el estricto sentido que nos dice la canción. Tenemos faena.

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