Son muchos buenos ratos en los que te ha
desgranado ese fondo profundo que se torna en el rito y la regla que hiere a
Montesinos por el camino más corto de la memoria, pero con las palabras
coloquiales de quien, como un padre, muestra a sus hijos esos jirones del alma
que conforman el ser íntimo de la hermandad.
Un antiguo
hermano y amigo, cada vez que hablamos sobre la hermandad en las buenas
tertulias que gustamos de tener los hermanos en nuestras capillas y casas de
hermandad (y grupos de whattsapp, que no hay que dar la espalda a las
tecnologías), al referirnos a recuerdos de lo pasado y la evolución de los
tiempos suele apostillar: “La vida…” He de reconocer que si bien entiendo
perfectamente lo que quiere decir en cada momento, en cada conversación, en
cada circunstancia, siempre me deja ese pequeño resquicio a la reflexión sobre
las diferentes interpretaciones que podemos darle a la palabra vida. Según el
diccionario vida es el tiempo que transcurre desde el nacimiento de un ser
hasta su muerte. También es la propia existencia de los seres, o la fuerza o
actividad esencial mediante la que obra el ser que la posee. Quizás nosotros al
decir “la vida” nos referimos a todo aquello que rodea nuestra propia realidad,
la experiencia que adquirimos a través de los hechos que nos ocurren, tanto
buenos como menos buenos, y la enseñanza que los mismos nos aportan. Quizá una
de las mejores cosas que podemos agradecer a la vida es la oportunidad de
conocer a grandes y magnificas personas
que nos aportan sus conocimientos, experiencias, vivencias, inquietudes, que
nos enseñan, nos corrigen en lo que vamos mal encaminado, nos alientan cuando
se nos hace duro el camino y nos sonríen en nuestros logros. En las cofradías
nos encontramos con muchos hermanos que marcarán nuestro paso por la misma, por
lo que nos transmiten y por la forma en que lo hacen.
Es ese hermano
al que conoces incluso antes de llegar a la hermandad, porque en esta ciudad en
el fondo nos conocemos todos, y a quien no conocemos en primera instancia
terminamos encontrando un amigo común. Así, llegas a este hermano en esas
magnificas tertulias de sábados a mediodía en las que se entablan esas magnificas
conversaciones sobre su hermandad, de la que es hermano desde hace varias
generaciones y, que a ti te fascina desde que eras chico. Son muchos buenos
ratos en los que te ha desgranado ese fondo profundo que se torna en el rito y
la regla que hiere a Montesinos por el camino más corto de la memoria, pero con
las palabras coloquiales de quien, como un padre, muestra a sus hijos esos
jirones del alma que conforman el ser íntimo de la hermandad. Y tanto
entusiasmo tiene en sus palabras y en su trato cariñoso y cercano que,
entusiasmado vences las dudas familiares y te haces hermano de esa hermandad
anhelada, tornándose esos encuentros de ratos fugaces en convivencia en la
iglesia y casa de hermandad. Y ya no es solo contar desde sus recuerdos la
historia vivida con su familia y los hermanos antiguos, los que son para
nosotros la experiencia, sino compartir y enseñar la historia reciente de la
hermandad. Tardes de besamanos y besapiés donde la juventud nos acercábamos a
conocer su opinión, sus crónicas, sus constructivas y a veces guasonas críticas
y sus constantes referencias a sus buenos amigos y hermanos cofrades, de la
nuestra y de otras hermandades con lo que el aprendizaje estaba asegurado. También
noches de priostía en las fechas más señaladas donde se alternaba la
convivencia con el trabajo en hermandad, siempre con la buena charla, oídos atentos
y la mente presta a absorber información. Noches de cuaresma hablando del andar
de la cofradía y sobre todo del paso de la Virgen, que conocía como pocos en
sus muchos años saliendo junto a la Señora, y que también nos transmitía desde
ese saber que otorga la experiencia.
Así, nuestros hijos tomaron el lugar que
ocupábamos en la nueva generación de juventud deseosa de conocer, por tus
palabras, ese rincón intimo que la historia y los sentimientos vividos hacen
que cada hermandad tenga guardado para que sus hermanos lo descubran cuando estén
dispuestos a darse y trabajar entre todos para perpetuar este legado recibido
de quienes nos precedieron.
Y fueron pasando
los años, fuimos creciendo, cambiando estudios por trabajo, formando nuestras
familias, continuando en el seno de la hermandad y pasamos de ser los oyentes a
ser sus contertulios, los que intercambiamos opiniones con el amigo, el hermano.
Así, nuestros hijos tomaron el lugar que ocupábamos en la nueva generación de
juventud deseosa de conocer, por tus palabras, ese rincón intimo que la
historia y los sentimientos vividos hacen que cada hermandad tenga guardado para
que sus hermanos lo descubran cuando estén dispuestos a darse y trabajar entre
todos para perpetuar este legado recibido de quienes nos precedieron. Como dice
mi amigo (y hermano) la vida… La vida es caprichosa y, lo que nos otorga un día
otro nos los arrebata, dejándonos un poco más huérfanos, haciendo más corta la
fila de nazarenos que nos preceden y obligándonos a adelantar puestos en la
misma, a la vez que hace más larga la de quienes vienen detrás, que nos tendrán
como modelo por ser ahora quienes les precedemos, y que solo podremos hacerlo
si somos fieles al espíritu que nuestros mayores nos enseñaron, que tú nos
enseñaste. En nuestro recuerdo siempre, querido Juan.
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