lunes, 20 de abril de 2020

Modelos y futuro


Hablar de futuro a día de hoy se presume algo caprichoso teniendo en cuenta que sufrimos una enfermedad nueva de la que no tenemos más información que la que podemos ir adquiriendo en el día a día, por lo que cualquier previsión a futuro se antoja cercana a la elucubración, pero de lo que creo que no tenemos ninguna duda es que nada será igual que antes.

Vivimos una situación que nunca hubiésemos siquiera imaginado, una pandemia mundial que nos mantiene en casa paralizando la vida en el mundo y que, junto con la tragedia de tantos contagiados y fallecidos, ha alterado nuestra forma de vivir, sentir y relacionarnos y que marcará un antes y un después en nuestra historia. Ya estamos teorizando sobre cuáles deberían ser dichos modelos a futuro, aun cuando no estamos en condiciones de saber realmente cual será nuestra forma de vida a partir de ahora. Si miramos a la historia muchos han sido los acontecimientos sociales, políticos, religiosos y también de salud que han hecho de la semana santa lo que es en la actualidad (sigo fijándome en las formas conocidas hasta 2019, puesto que el futuro aunque sea inmediato aun no nos es conocido). Hablamos de corporaciones que varias de ellas ya existían en el medievo y cuyo gran impulso lo recibieron a raíz del concilio de Trento en el siglo XVI. En 1604 el cardenal Niño de Guevara  instauró la obligación de ir a la Catedral a las hermandades de “Sevilla” y a Santa Ana las de Triana. Ese año también se instauró el cabildo de toma de horas y se prohibió a las mujeres practicar la “disciplina”.

En 1649 Sevilla padeció la terrible epidemia de peste que asoló la ciudad. Si bien fue un año sin semana santa con copiosas y abundantes lluvias que anegaron la ciudad, tuvo en contrapartida numerosas procesiones extraordinarias y de rogativas para pedir por el fin de dicha epidemia, algo totalmente contrario al pensamiento del siglo XXI. Hubo Corpus solemne, todo lo que permitió la escasa población que quedaba en la ciudad. El dos de julio salió el Santo Cristo de San Agustín, devoción secular de la ciudad que ante el alivio experimentado por la ciudad desde aquella salida le celebra en dicho día función de acción de gracias de acuerdo al voto emitido por la corporación municipal del momento y que se mantiene en la actualidad. El cuatro de Julio procesionó la Sacramental del Sagrario con el Santísimo bajo palio, y una semana más tarde lo haría la del Divino Salvador. En Septiembre procesionó la Virgen de la Hiniesta a la Catedral donde permaneció hasta el día quince. Y qué decir de lo que fue la salida de la Virgen de los Reyes de la que quedan las crónicas de Ortiz de Zúñiga.
Foto: Jose Campaña @JoseCampanaF Cinturon de Esoarto @CEsparto

Dando un salto en el tiempo nos fijamos en el siglo XIX que también estuvo marcado por diferentes sucesos. En primer lugar le brote de fiebre amarilla en 1800 que obligó a la Junta General de Sanidad a cerrar las puertas de la ciudad en septiembre de ese año y por tal motivo hubo también numerosas procesiones de rogativas: San Gil Abad, San Fernando, Santas Justas y Rufina, San Sebastián, y como no también El Gran Poder, el Señor de la Sentencia, Humildad y Paciencia o Jesús de las Tres Caídas de San Isidoro, La Virgen del Valle o la del Rosario de Montesión, y por supuesto la Virgen de los Reyes. También en este siglo se produjo la invasión francesa de 1808 a 1810, y entre 1820 y 1825 se produjo el periodo más largo sin cofradías fruto de los avatares políticos con la alternancia del liberalismo y absolutismo. En 1836 la desamortización de Mendizábal supuso la pérdida de muchos bienes de la iglesia. También el periodo anticlerical en la revolución de 1868 que solo en Sevilla supuso el cierre de nueve conventos y once parroquias así como la destrucción de cuarenta y nueve iglesias. En 1849 se instalan en el palacio de San Telmo los duques de Montpensier, quienes dieron un fuerte impulso a la semana santa favoreciendo hermandades como Montserrat o la Lanzada. En este año vuelve a procesionar la hermandad de los Negritos, Pasión lo había hecho algunos años antes, y posteriormente la Soledad o las Siete Palabras. En 1850 los duques de Montpensier promueven la celebración de una procesión con diversos pasos de varias cofradías, lo que sería el Santo Entierro Grande que volvería a celebrarse en 1854. Es a finales de este siglo con la restauración borbónica cuando las cofradías resurgen en número y esplendor y se empiezan a considerar como atractivo turístico para la economía de la ciudad.

El siglo XX también está plagado de sucesos. Durante la Segunda República se vivieron días de enfrentamiento político y social que supuso la ausencia de procesiones en 1932 salvo la hermandad de la Estrella que hizo su estación con los altercados ya de sobra conocidos por todos. El año siguiente fue un año en blanco, y en 1934 ya volvieron a salir algunas hermandades. Tras estos difíciles años, en 1965 el Cardenal Bueno Monreal aprobó la realización de una Misión General con el traslado de numerosas imágenes a diversas barriadas de la ciudad. Los años siguientes hasta la actualidad también han supuesto un auge con el nacimiento de nuevas corporaciones, muchas en los barrios de la ciudad y que también se han ido incorporando a la carrera oficial, hasta que en este año 2020 volvemos a tener un año en blanco por la tragedia que vivimos.

Hablar de futuro a día de hoy se presume algo caprichoso teniendo en cuenta que sufrimos una enfermedad nueva de la que no tenemos más información que la que podemos ir adquiriendo en el día a día, por lo que cualquier previsión a futuro se antoja cercana a la elucubración, pero de lo que creo que no tenemos ninguna duda es que nada será igual que antes. Habrá que estar pendientes de la evolución de la pandemia, de que tengamos o no vacuna para la misma, de las diferentes medidas que se vayan tomando para volver a la vida y actividad normal e ir aprendiendo y  tomando buena nota para lo que haya de venir en el futuro cercano de la semana santa. Centrémonos de salir de este horror, dediquemos un recuerdo a los fallecidos como merecen y no se les ha podido dar, trabajemos por salir de la gran crisis en la que estamos, y cuando llegue el momento y tengamos información veraz tomemos decisiones sobre los modelos a seguir.

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