lunes, 6 de abril de 2020

Arcadia particular


Et in arcadia ego: la visita de este año a nuestra arcadia interior, ha de ser desde la memoria, y esto sí que es una verdadera penitencia que hemos de vivir, asumir y ofrecer.

El comienzo fácil sería decir que este es un post que nunca nos hubiera gustado escribir, y aunque no esté exento de verdad tampoco sería nada representativo puesto que en ningún momento hubiésemos contemplado como posible este escenario que nos ha tocado vivir. Ni en la peor de las pesadillas hubiésemos previsto este encierro por un virus, que más parece de película de ciencia ficción, que nos ha dejado con la miel en el tarro, ni siquiera en los labios. Porque lo más doloroso no es que no tengamos procesiones, lo hemos vivido en años de lluvia, lo peor es este vacío interior de no haber podido preparar nada: ni pasos en las iglesias, ni túnicas en las casas; ni siquiera poder compartir en vivo con los hermanos el viacrucis interno por la no salida. Y dolorosísimo no  poder estar con nuestros padres, abuelos, familiares y amigos. Nos ha desaparecido la cuaresma y nuestra semana santa en la calle, que es como nos gusta vivirla

En estos días de encierro hemos asistido al estreno de una plataforma de entretenimiento para toda la familia de la factoría Disney, que en su nueva aplicación mis hijas, que van teniendo una edad, aprovechando tantos momentos en casa de estos días, están viendo las series que eran su referencia cuando eran pequeñas. Lo mismo que también hemos hecho los mayores cuando hemos podido ver los dibujos animados de nuestra infancia, es algo que transporta a lo vivido, por eso la Semana Santa tiene el valor añadido de hacernos sentir niños al recordar verla con nuestros padres y la responsabilidad de los mayores de ser los encargados de traspasarla a nuestros hijos. Por eso, porque une pasado, presente y futuro, es tan dolorosa su perdida.

Volviendo a las pesadillas, que mencionábamos antes, habría que recordar esa que tenemos todos los cofrades en algún momento de nuestra vida, que llegamos tarde a la salida de nuestra hermandad, y cuando estamos llegando a la iglesia vestidos de nazareno ya vemos el paso en la calle,  despertándonos empapados en sudor y con el susto en el cuerpo por no poder formar parte de la estación penitencial. Desgraciadamente este año la estamos viviendo aunque de forma diferente, porque nos toca estar en casa. Pero, con la mano en el corazón, ¿es realmente la estación penitencial una verdadera penitencia para nosotros? Aunque suponga un sacrificio, molestia por el cartón del capirote, cansancio por las horas y por el peso del cirio, insignia o cruz, porque estamos educados en esto y lo vivimos desde la familia conjuntamente con los vecinos y amigos, en el fondo la estación penitencial se convierte en el pasaporte a nuestra propia arcadia.

Et in arcadia ego: la visita de este año a nuestra arcadia interior, ha de ser desde la memoria, y esto sí que es una verdadera penitencia que hemos de vivir, asumir y ofrecer. Ofrecerla así como hacemos cada año: por las intenciones propias, de la hermandad y de la Iglesia, pero de forma muy especial por el fin de esta pandemia que nos azota, sobre todo por los enfermos y por todos los que no han podido superar la enfermedad. Que esta especial penitencia de este año tenga su fruto que nos permita volver, el próximo año, a esa arcadia particular que es nuestra semana santa.

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