Publicado en la web ElCostal.org
Días pasados llamó poderosísimamente
mi atención un comentario de un amigo y primitivo hermano: “Mediciones
de calor en un paso, GPS, estrenos, procesiones, bandas, igualás, rankings de
marchas o de “cambios” en campana… ¡Donde está Dios!” Ciertamente en el
mundo cofrade actual hemos de reconocer y hacer un profundo examen de
conciencia que tenemos a Dios de lado. Justo lo que debería ser el epicentro y
lo que mueve toda nuestra actividad está apartado de nuestro quehacer.
Por definición y génesis nuestra
semana santa tiene un marcado componente popular, desde sus origenes y sobre
todo desde el Concilio de Trento, las procesiones públicas con las imágenes del
Señor servían para formar y catequizar al pueblo al contemplar los misterios de
la Pasión en un momento en el que ni había libros ni mucho menos se sabía leer.
Con el transcurso del tiempo la formación cultural ha ido en aumento, no siendo
tan importante esta función educativa, al menos desde la perspectiva del conocimiento,
pues evidentemente desde un punto de vista catequético sigue siendo importante
ya que con tantos mensajes cofrades que vertimos en las RRSS (por poner un
ejemplo) en una gran medida no somos capaces de ver que en esos mensajes está
Dios.
Recuerdo mi infancia, viendo cofradías en brazos de mis padres, como me enseñaron a
presignarme al paso del Señor y de la Virgen con un mudo padrenuestro o
avemaría (costumbre que procuro transmitir a mis hijas y que veo hacer a otros
muchos que también están viendo el discurrir de la procesión), lo cual marca lo
importante. Por supuesto que música, flores, incienso y el trabajo de capataces
y costaleros ayudan a que ese sea un momento sin igual y esteticamente bello y
perfecto.
Y es posiblemente por la corriente
de laicidad que vivimos, la falta de formación cristiana en muchas familias en
las que se hace la comunión como algo social y por los regalos (por poner un
ejemplo), que en gran medida se ha vaciado de contenido religioso nuestra
semana santa, y eso que ése fue precisamente el origen de la misma. Así tenemos
procesiones en que lo único que importa es el salir, no por qué se sale; nos
centramos demasiado en los estrenos o en el orden de paso por la Campana (o por
Catedral) y los tiempos de paso; escenografías y músicas de acompañamiento que lejos
de ser eso, acompañamiento, han tomado el papel principal, multiplicamos los viacrucis
y rosarios publicos, posiblemente mas por buscar una “salida” que por el propio
hecho en sí de la oración en común…. ¿puede ser que la poca afluencia de
publico al viacrucis del consejo en la catedral sea porque nos quedamos en el
traslado y en el momento de la oracion aprovechamos para un descanso y a
esperar el traslado de vuelta? ¿cambiarlo de día arreglaría esto? ¿Vemos dónde está Dios? También es cierto que
si alguien al ver una imagen en la calle se acuerda aunque sea de decir “Ave
María Purísima” habrá valido la pena salir, pero hay mucho que mejorar.
Las hermandades y sus juntas, de las
que he formado parte en varias ocasiones, consejo, delegación de hermandades, debemos
hacer examen de conciencia. Me consta y es evidente que se están poniendo en
marcha muchos planes de formación que tratan de paliar esta situación que
vivimos. Musicas, cambios, chicotás, flores, bordados, libreas, dalmaticas,
golpes de pértiga, representaciones…, todo es importante y ayuda a centrar y
dignificar nuestra celebración y sobre todo porque son y las hace el pueblo,
pero no debemos nunca olvidar que lo fundamental siempre es lo que va encima de
los pasos, no por ser obras de arte, sino por lo que representan: a Dios y a su
Madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario