Publicado en la web ElCostal.org
El periodo
estival suele ser un periodo particularmente tranquilo en lo que a noticias del
mundo cofrade se refiere. Normalmente no suele ir mas allá de algún que otro
proceso electoral, que se suelen hacer coincidir en este tiempo precisamente
por la amplitud de las agendas, y también es el momento del examen de
conciencia de lo realizado el curso anterior y de una programación tranquila y
pausada de lo que va a ser el próximo curso que iniciamos en septiembre.
Este pasado
verano sin embargo lo hemos tenido entretenido con las noticias del plan
propuesto por los Hermanos Mayores de las Hermandades del Martes Santo, como
arreglo a las dificultades de dicho día, así como algún avance sobre posibles
actuaciones que se pueden proponer en el tema “madrugada”, que nos están
haciendo del inicio de curso un autentico culebrón, pero si me gustaría incidir
en una pequeña reflexión sobre la “desmemoria” que parece que padecemos, pues
existe una generación que no ha conocido otra semana santa que la actual que,
evidentemente, ha sufrido muchos cambios a lo largo de los años.
Porque la semana
santa no siempre ha sido como la conocemos y quizás su pervivencia a lo largo
de los siglos se deba precisamente a esa capacidad de adaptarse a los cambios
de la sociedad en cada uno de los momentos de la historia. Sabemos que existía
una semana santa anterior a la carrera oficial, incluso una semana santa en la
que no se visitaba la Catedral; sabemos como esa carrera oficial se ha ido
transformando en el transcurso de los años (últimamente nos lo están repitiendo
hasta la saciedad); que, “aunque le pese a Molina…” y Sevilla lo tuviese muy
claro, hubo una semana santa anterior al dogma Inmaculista, la gran devoción de
la ciudad era el Santo Cristo de San Agustín hoy salvaguardada su advocación
gracias a la hermandad de San Roque, y esto haciendo un ligero repaso a
vuelapluma.
Pero no hace
falta irse muy lejos, pues los de mi generación en los últimos 50 años hemos
sido testigos de multitud de cambios que desde la “perspectiva” actual
seguramente harian temblar la tierra: hemos conocido la semana santa sin hermandades
que hoy consideramos fundamentales en ella Los Servitas, Jesus Despojado, La
Sed, El Cerro, El Carmen, San Pablo, El Sol,… Hemos conocido a Jesus despojado
igualmente el Sabado Santo, ahora en el Domingo de Ramos. Hemos conocido el
Viernes de Dolores (cuando no era llamado Vispera) con la hermandad de la Sed y
después con el Carmen. Hemos conocido hermandades que han cambiado sus imagenes
titulares, como San Gonzalo, Las Cigarreras o la Trinidad, por no hablar de la
evolucion de algunos misterios con sus imágenes secundarias. Hemos conocido
hermandades que han cambiado su sede canónica en estos años, asi el Dulce Nombre
en San Antonio de Padua, Los Estudiantes fue de la Anunciación a la capilla
Universitaria en el nuevo Rectorado en la fabrica de tabacos, el Valle fue del
Santo Angel a la Anunciacion, Jesus Despojado y Las Aguas marcharon desde San
Bartolomé a sus respectivas capillas. Y
podríamos enumerar algunos más…
Lo
verdaderamente importante es que, independientemente del “sentido” en que se
recorra la carrera oficial, la estación de penitencia como procesión
manifestación de piedad popular que es, constituye una peregrinación simbólica signo
de la condición de la iglesia pueblo de Dios en camino con Cristo por la ciudad
terrena hacia a una vida mejor en la Jerusalén celestial, que se simboliza en
el discurrir de la procesión de las distintas hermandades desde las propias
capillas de las hermandades hasta la Jerusalén de la ciudad que es nuestra Santa
Iglesia Catedral. Esta peregrinación no comienza en la campana, sino con los
actos previos en las capillas con el recibimiento y acogida de los hermanos que
participen en dicha estación penitencial. Que el “camino organizado” de todas
las corporaciones a través de la ciudad sea a la ida o a la vuelta de nuestra Jerusalén
particular creo que es algo que no tiene más importancia que la que se le
quiera dar, pues repito lo importante es la llegada a la Catedral. Que las
tradicionales y simbólicas “venias” se pidan en un determinado momento y orden,
o en otro, tampoco debe tener mayor importancia, pues son solo eso: símbolos;
la auténtica venia esta previamente concedida bien en el cabildo de toma de
horas por la parte eclesiástica, bien con las reuniones previas con el cecop
por la parte civil.
Abramos las
miras y la mente, que aunque lo ideal sería encontrar una solución global que dé
respuesta a la Semana Santa en su integridad, no desechemos, al menos como
prueba, alternativas parciales estudiadas, consensuadas y muy seguramente
posibles de realizar, pues en el fondo lo que queremos es celebrar una Fiesta
plena tanto en su componente religioso y devocional como en su dimensión
popular, que Todos podamos disfrutar.
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