La Pascua es
el tiempo litúrgico por excelencia. Es la celebración del triunfo de Cristo
sobre la muerte que da sentido y contenido a la Iglesia. Los primitivos
nazarenos celebramos el Domingo de Pascua el día fundamental que es, donde
además el Dulcísimo Nazareno se nos muestra desde la gloria de su paso,
escoltado por los ángeles que guardan su Luz, mientras abraza la seña de su
triunfo en la más cierta Exaltación de la Santa Cruz, aunque al sevillano modo
cede su protagonismo en éste día en favor de su Madre, ante cuyo paso
celebramos la más grande Gloria de los creyentes que rubricamos repartiendo el
azahar que le acompañó en la madrugada. No es, por tanto casualidad, que
hayamos aprovechado este tiempo pascual para celebrar, en una radiante mañana
de mayo, el Año Jubilar de la Esperanza, concedido por la Penitenciaria
Apostólica de la Santa Sede con motivo del sexto centenario del origen de la
advocación de la Esperanza, que es a su vez el origen de la fundación de la
Hermandad de la Esperanza de Triana. Porque la Esperanza es esa virtud teologal
por la que deseamos a Dios como bien supremo. Vivir la Esperanza es creer en
Cristo que es Dios omnipotente y bondadoso que no falla a sus promesas y, como
dice el Eclesiástico: “¿Quién que hubiere invocado a Dios, haya sido
despreciado por El? (Eclo 2,10) La Virgen de la Esperanza nos
trae en su nombre el más grande compendio del amor de Dios, unido a su
maternidad divina y su pureza inmaculada, y es, por esto, el salvavidas al que
se aferran todos sus devotos. Cuando llegamos a la Capilla de los Marineros y,
aunque se estaba oficiando una boda, con la discreción oportuna en estos casos,
fuimos accediendo a su interior para saludar a quien es fuente de Esperanza y
motivo de nuestra peregrinación, siendo testigos de cómo Dios Padre corona el
retablo mayor desde el que la Stma Virgen preside la capilla, y en ese primer
saludo el corazón no pudo menos que exclamar: “Dios te Salve María, hija de Dios Padre”.
Cumplido este
primer e imprescindible saludo a la Señora, iniciamos nuestra jornada visitando
el magnífico museo que ha instalado la hermandad para dar a conocer su
historia, su cofradía y, como no, para proclamar la gran devoción que se profesa
a la Virgen de la Esperanza; visita que fue dirigida por el responsable del
museo, quien nos ilustró con los detalles del mismo. Comenzamos la visita admirando
una impresionante descripción de la cofradía y su evolución a lo largo de los
años, cuidando siempre su particular personalidad totalmente enraizada en su
barrio e inspirada en los motivos cerámicos que le caracterizan. Las siguientes
secciones del museo están dedicada a la gran devoción que se profesa a la Stma
Virgen de la Esperanza, con un apartado especialmente dedicado a su Coronación Canónica, y con una gran
muestra del fervor popular que suscita, reflejado en los muchos presentes
realizados a lo largo de los años por sus devotos y personajes populares en el
transcurso de la historia, sobre todo la más reciente: toreros, artistas… pero
sobre todo, lo que queda patente es el gran amor del barrio y sus gentes, de la
ciudad entera y allende sus fronteras. Finalizada la visita al museo, nos
dirigimos a la Capilla para participar en la Eucaristía que, presidida por N.H.
Rvd. P. Andrés Ybarra Satrústegui, fue el centro de nuestra peregrinación,
donde además de celebrar el amor de Dios, participamos del Jubilo de la
Esperanza, y allí sentados en los bancos esperando el inicio de la Santa Misa, continuamos
la contemplación de la Madre de Dios y de su Divino Hijo, Señor de las Tres Caídas,
en su altar junto al de la Madre, y ante ambas imágenes, y porque para todo
hijo es un sueño su madre, de nuevo brota del alma el saludo a quien es
estrella de los mares: “Dios te salve
María, madre de Dios Hijo”.
Decíamos que
nada es por casualidad, por eso quiso el Dulcísimo Nazareno que nuestra
peregrinación fuese el VI Domingo de Pascua en el que el mensaje principal de
su liturgia es que Dios es amor, como nos dice el evangelista Juan, y nadie
tiene el amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Dios nos ama y
nos amó primero y de ese amor que Dios nos regala nos viene el mandamiento del
Amor, verdadero compendio y resumen de todos los demás mandamientos y que
precisamente se nos manifiesta en la Esperanza, cuyo Jubileo recibimos. La
celebración de hoy es una bendición que nos invita a convertirnos, poniendo
amor donde estemos, y sobre todo siendo cauce de ese amor de Dios para con
nuestro hermanos, por lo que hemos de vivir el Jubileo de la Esperanza como auténticos
seguidores de los primitivos nazarenos que nos precedieron y, muy
especialmente, como buenos hijos de la Esperanza y la Concepción. Y pues ese
Amor de Dios nos llega a través del Espíritu Santo, por quien actúa el Padre y
el Hijo en nuestros días, en nuestra personal e íntima salutación decimos a la
Señora: “Dios te Salve María, esposa del
Espíritu Santo”.
Finalizada
la eucaristía nuestro hermano mayor, Eduardo del Rey, dio las gracias a la hermandad
de la Santísima Virgen de la Esperanza por la fraterna y cariñosa acogida que
nos ha dispensado, materializándose en la ofrenda de un centro de flores para quien
es Reina, Madre y Capitana, dulcísima Esperanza. Alfonso de Julios, hermano
mayor de la Esperanza, agradeció nuestra visita entregando, a su vez, a nuestra
hermandad el diploma acreditativo como signo y rúbrica de la extraordinaria
Peregrinación vivida ante la Virgen de la Esperanza y que nos debe servir
siempre a los primitivos nazarenos para ser mejores cristianos y personas, y
también para unir más a nuestras hermandades por el bien de la madrugada, de
nuestra semana santa y de la Iglesia. Y a los pies de la Stma Virgen, mientras
nos hacíamos una foto grupal como recuerdo de éste sábado de pascua, junto al Padre y al Hijo y en su Santo
Espíritu que nos congrega, nos despedimos de la Señora con la salutación final:
“Dios te Salve María, templo y sagrario
de la Santísima Trinidad”.
Como colofón
a esta extraordinaria jornada no podía faltar un refrigerio de confraternización
para festejar, a lo humano, las divinas gracias obtenidas en ésta alegría de la
Esperanza y signo claro del Amor de Dios, cuyo mejor resumen es el lema elegido
por la hermandad de la Stma Virgen de la Esperanza para su Jubileo “Unidos en la Fe, caminamos en la Esperanza”.
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