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Interiorizamos
un afán de vivir las cosas por anticipado en un intento de detener el tiempo
por la fugacidad de los momentos que vivimos y nos gustaría saborear en
plenitud, esto suele tener el efecto consecuente de que cuando efectivamente llega
el inicio de la fiesta en lugar de disfrutar de ella asumimos la vivencia de la
nostalgia de un final ni siquiera presentido y que nos priva del disfrute de
los momentos por vivir. No obstante lo anterior es también inevitable tener el recuerdo
de los acontecimientos vividos en el pasado inmediato aunque nuestra mente esté
sincronizada con un futuro aun por venir. Esto ocurre con nuestra semana santa,
estamos desde el domingo de resurrección anticipando la vivencia de la próxima
cuaresma que cuando esta llega, aunque la vivimos pensando en la Borriquita
bajando la rampa del Salvador conservamos el recuerdo del recién vivido
Viacrucis de las Hermandades organizado por el Consejo de Cofradías de la
ciudad presidido por el Señor Cautivo de la Hdad de los Dolores de Torreblanca
y, sin ánimo de incidir en lo positivo del mismo, quisiera volver a reflexionar
sobre las, a mi entender, mal llamadas Hermandades de Vísperas y que la
celebración de este viacrucis ha puesto de manifiesto, una vez más, que
no se trata de hdades. aparte sino que tiene bien ganado a pulso, con trabajo y
tesón el ser una más de todas cuántas conforman la nómina de la semana
santa.
En los casi
700 años de historia de los desfiles procesionales una de las claves de esta
longevidad es la capacidad de adaptación a los tiempos y a la historia: a los
distintos cambios sociales, políticos y también eclesiásticos, pues aunque se
le tache de inmovilista, la Iglesia está también adaptándose a la sociedad de
hoy; también es de tener en cuenta el
gran componente de piedad popular que hay en las distintas hermandades lo que
indubitablemente conforma en parte su carácter y personalidad que se transmite
en todos sus actos. La expansión de la ciudad, los nuevos barrios y la
necesidad de canalizar la piedad popular de sus vecinos ha hecho posible la
creación de nuevas hermandades en ellos (y más que están en fermento) que con
los años se han hecho auténticos referentes en los mismos gracias a las
acciones sociales que desde éstas se llevan a cabo: atención a los necesitados
reparto de alimentos a quienes carecen de recursos, comedores sociales,
donaciones de sangre, atención a mayores y desempleados y por supuesto atención
muy especial a los más jóvenes. También por la tarea catequética, de formación
y evangelización que es propia a todas las hermandades y porque canalizan las
necesidades espirituales de sus vecinos acercando a Cristo y su Madre a través
de sus sagradas imágenes para visitarlas en la vida cotidiana y así, dirigir
sus oraciones a Jesús y a María. Todo ello sin dejar atrás que como su nombre
de hermandad indica son lugares para que sus hermanos, a través de la
convivencia logren todo lo anteriormente expuesto.
Como podemos
comprobar poca diferencia existe entre las nuevas hermandades y las que
atesoran siglos de existencia, pues es el trabajo diario lo que confiere el
verdadero valor de una corporación, los logros obtenidos por estas en siglos
pasados, aparte de merecer el reconocimiento al arrojo y valentía de sus
cofrades de entonces, constituyen en todo caso una responsabilidad añadida a
los hermanos de éstas, de ser merecedores de las hermandades que nuestros
mayores nos dejaron en herencia, y con nuestro trabajo y dedicación estar a la
altura de éstos y hacer hermandades grandes en base a los logros que obtengamos
hoy.
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