Publicado en la web ElCostal.org
Son muchas las Hermandades y Cofradías que existen en la actualidad, deben ser unas 60 solo de penitencia y solo en nuestra Sevilla capital, por hacernos una idea. En todas ellas el fin último es el mismo, dar culto a Dios Nuestro Señor y a su bendita Madre a través de la convivencia fraterna (de aquí lo de hermandad) entre sus hermanos. A simple vista puede parecer ilógico que existan tantas corporaciones dedicadas al mismo fin, pero son muchas las diferencias que existen entre todas ellas. En primer lugar son diferentes los momentos de la Pasión del Señor que se contemplan en cada una, y además, sobre todo en Hermandades que consideren un mismo momento de la pasión, cada una de ellas se fija en un aspecto concreto del mismo y sobre todo, y esto vale para todos los casos, cada Hermandad tiene una forma personal y particular de hacer las cosas, lo que les confiere su propia identidad. Es humano, e inevitable, hacer algún tipo de comparación entre las distintas Hermandades, aunque ya hemos partido de la premisa que cada una de ellas tiene su forma personal de hacer, lo que hace que sea difícil hacer comparaciones entre ellas, pero en nuestra imperfecta humanidad no podemos evitar hacernos preguntas tipo: “esta hermandad es mas “seria” que la otra… (ponga cada uno el ejemplo que guste) ¿Por qué?”
Desde antiguo la ciudad sabe como ha de hacer las cosas,
aplicando en cada momento la medida justa de lo que se celebra y poniendo de manifiesto
la personalidad propia de cada barrio, de cada feligresía, de cada plaza. En
cada uno de sus rincones la ciudad se sabe expresar con la forma particular de
cada uno de sus vecinos y, en la unión de todos ellos todos se fragua ese sello
personal que queda como bandera de la esencia propia de cada una de sus
collaciones. De esta fuente han bebido las diferentes Hermandades y justo su
forma de hacer viene definida por la propia historia de cada una y del barrio y
sus gentes donde han crecido y se han desarrollado.
También es cierto que a lo largo de la historia hemos visto
en determinados momentos como este orden natural se veía alterado por nuevas
modas que en poco tienen que ver con las formas tradicionales de hacer. Algunas
de estas innovaciones se han ido asumiendo como evolución natural de la fiesta,
integrándose en las costumbres propias como nuevas tradiciones y otras han
terminado desapareciendo, no sin antes alterar el orden hasta entonces
establecido. También hay veces que estos movimientos de cambio vienen promovidos
por personas, individualmente o en grupo, que buscan el cambio más por un
minuto de gloria que por una mejora real y efectiva de la fiesta. Recientemente
y en
este sentido he leído una entrada
de un conocido blog alertando de estas situaciones, fundamentalmente de personas
que buscan un falso protagonismo en detrimento, en nuestro caso, de los auténticos
protagonistas que son los que van encima de los pasos. Pero no es a esto a lo
que me quiero referir, sino a las propias Hermandades en sí, porque es en el
seno de las mismas donde en ocasiones se pretende protocolarizar en exceso
algunas cuestiones que en absoluto necesitan nada mas que la naturalidad. Y
¿Qué es la naturalidad? Según el diccionario es la cualidad de natural,
espontáneo o sencillo en la manera de ser o de comportarse. Natural es aquello
que no tiene ni elaboración ni artificios, tal y como es en realidad.
La mayoría de las Hermandades, al menos las que conozco que
gracias a Dios son bastantes, en sus muchos años de existencia tienen una forma
tradicional de hacer las cosas y que además son fiel reflejo del espíritu
propio de cada una de las corporaciones el cual viene definido, como habíamos
apuntado anteriormente, por su propia historia y por su barrio o feligresía. A
veces podemos ver como Hermandades cambian las formas de celebrar algunos de
sus actos y cultos incorporando modelos característicos de otras corporaciones
sin adecuarlos a su propia personalidad, lo que les hace perder identidad.
Igualmente hay Hermandades que incluyen excesos de protocolos en las formas de
sus actos cotidianos, lo que termina convirtiendo
un acto íntimo y sentido en algo más propio de un espectáculo quasi teatral.
Volviendo al ejemplo que poníamos al principio de esta
reflexión (insisto: cada cual lo vea con el ejemplo que guste), las Hermandades
“serias” no necesitan hacer nada especial para demostrar su seriedad,
simplemente basta que cada hermano lleve asumido internamente lo que va a realizar
y debe hacerlo en la forma como es tradicional. Cuando importamos formas que no
nos son propias, o bien queremos exagerar unos determinados comportamientos que
son ya tradicionales en las corporaciones, se cae en un artificialidad que
desnaturaliza el propio acto que se va a realizar perdiendo, no solo el sentido
primero de éste, sino que en muchas ocasiones lo deja vacío de contenido al desaparecer
esa frescura y espontaneidad que da validez a las cosas nacidas en el seno del
pueblo, que no olvidemos es donde nuestra Semana Santa nace y se hace, pues es
el reflejo de la piedad popular.
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