Desde 1946 Sevilla
ostenta en su escudo el título de Mariana, solicitado por la Hermandad de San
Bernardo a petición de su hermano mayor D. Antonio Filpo Rojas. Dicho título no
es casualidad, y aunque hoy haya quien no le guste, el mismo responde al
carácter de la urbe y al recuerdo que siempre tiene en todos y cada uno de
los momentos del año a la Madre del Señor, incluso convirtiendo algunas fiestas
del misterio de Dios en celebraciones propias de la Stma. Virgen, como ejemplo
la del Espíritu Santo que nosotros
personalizamos en la Stma. Virgen del Rocío.
En todos y cada uno de
los meses del año tenemos el constante recuerdo de la Virgen María, pero en
alguno de ellos dicho recuerdo es constante, de principio a fin, como ocurre en
Julio que, aunque lo comencemos con la función votiva al Santo Crucifijo de San
Agustín y lo terminemos con las fiestas de Santiago y Santa Marta, todo el mes
queda marcado con la celebración de la Virgen del Carmen y la fiesta de los
Padres de tan excelsa Señora, incluyendo la mas famosa Velá de la ciudad.
La devoción a la Flor
del Carmelo como la llamó San Simón Stock, superior de los carmelitas en el
siglo XIII, procede del siglo anterior cuando un grupo de ermitaños inspirados
por el profeta Elías se retiraron a vivir al Monte Carmelo en Palestína,
fundando allí una iglesia en honor a la Stma. Virgen María, constituyendo con
ello el germen de la Orden Carmelita. Tras la conquista árabe de Tierra Santa
en el siglo XIII se trasladan a Europa, llegando a Sevilla en 1358 y asentándose
en la Casa Grande del Carmen en la calle Baños, hoy desamortizado y convertido
en Conservatorio Superior de Música pero manteniendo la Orden amplia presencia
en varios Conventos de la ciudad en sus diferentes ramas: frailes y monjas
(primera y segunda orden) tanto calzados como descalzos.
A la Virgen del Carmen,
patrona de la Orden Carmelita, la llamaron “Estrella del mar” (Stella Maris) y
por este motivo es patrona de los marineros, pescadores y la Armada Española,
que usaban tradicionalmente las estrellas como medio de orientación, siendo
precisamente ésta su vinculación tan íntima con el barrio de Triana, por los
marineros y gentes del mar que habitaban en torno a su antiguo puerto. La
devoción a la Virgen del Carmen está también íntimamente ligada al escapulario
y las ánimas benditas del purgatorio, pues cuenta la historia que, ante serias
dificultades de la Orden, San Simón Stock rezaba continuamente a la Virgen pidiéndole
protección, apareciéndosele la Señora y entregándole
el escapulario de la Orden con esta promesa: “Este es un privilegio para ti y todos los carmelitas, quien muriere con
él no padecerá el fuego eterno”.
Si grande es la
presencia carmelita en la ciudad, mas grande es la devoción que la ciudad
profesa a la Virgen del Carmen, no solo en los cuatro conventos existentes,
sino en las muchas hermandades de Gloria y Penitencia que veneran a tan excelsa
Señora, extendiéndose dicha devoción a los nuevos barrios que se ha ido creando,
porque es el pueblo quien tiene imbuida en su interior la devoción a la Stma.
Virgen del Carmen, heredada directamente de nuestros mayores quienes nos la han
trasmitido, así como la tradición del escapulario que llevamos como protección
de nuestra alma, siendo en muchos casos – como el mío- en forma de medalla que
pasa de padres a hijos y que aglutina en la misma el escapulario del Carmen y
el “detente” del Sagrado Corazón de Jesús, ante quien siempre decimos En vos confío.
Ésta es la devoción que
nos pregona el mes de julio y la que quiero resaltar en éstas breves líneas: la
aprendida de nuestros padres y abuelos y que apoyamos en las imágenes de la
Stma Virgen ante las que participamos en las eucaristías dominicales en el Buen
Suceso o Santo Ángel, en las Teresas o calle Santa Ana. Las refrendadas en los
besos ofrecidos a las manos de la Virgen en San Gil, Calatrava, Omnium
Sanctorum y Santa Catalina. La de
las Salves y Avemarías en las procesiones en San Leandro, Su Eminencia, San
Pablo. Y sobre todo en la señal de la cruz que hacemos al cruzar el puente de
Triana al llegar al Altozano y que culminamos en la Parroquia – Catedral del
barrio – donde despedimos el mes de julio uniendo a la Virgen del Carmen el
amor grande a su madre – y Abuela de Dios – Señora Santa Ana.
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