martes, 8 de diciembre de 2020

Días de Jacinto y Celeste

 

Celebramos la Purísima, fiesta que nace del corazón mismo de la ciudad como muestra de su amor desmedido a la Madre del Señor. Dialécticas, riñas, pugnas, coplillas y mucho culto, con visitas al rey y al papa, consiguieron con el tiemp
o la proclamación del dogma Inmaculista. Parafraseando el título de una conocida película ”días de vino y rosas” cuyo argumento ni tiene que ver con lo hablamos ni nos interesa en este momento, quisiera dedicar unas breves líneas a esta gran Fiesta de la Iglesia y cita obligada en el calendario de la urbe fijándome para ello en tres hermandades de especial cercanía para quien escribe que, atendiendo a los colores tradicionales de vestir a las Inmaculadas conforman nuestros “Días de Jacinto y Celeste”

 

En el principio de la disputa las teorías maculista, “la Virgen nació como vos y como yo aunque luego fuese limpiada de pecado”, y la inmaculista “fue preservada de la mancha original desde el primer instante de su purísimo ser” esta última defendida en primera instancia por la Orden de San Francisco que en la ciudad tuvo el apoyo y sustento de la hermandad de la Santísima Vera Cruz nacida en el mismo seno de la Orden en la Casa Grande de San Francisco. Grandes y señalados eran las celebraciones a la Inmaculada en la Casa Grande, que según narran los libros de la época las principales eran las organizadas por la hermandad en las que participaba toda la Orden. De las varias imágenes de la Virgen que llegó a poseer esta hermandad solo perdura en nuestros días la que responde a la antigua advocación de “La Virgen de Tristeza”, que aunque en nuestros días y en su fiesta grande aparezca con sus mejores galas siempre en el negro tradicional de su carácter doloroso, tenemos el testigo y recuerdo de uno de sus libros de reglas (1627)  iluminado por Juan de Herrera y hoy en la Universidad de Sevilla, en que la imagen de la Virgen es la Inmaculada de Jacinto y Celeste.

 

Alto, claro y brillante se expresa la hermandad de la Santa Cruz en Jerusalén que, contando entre sus primitivos hermanos con personas de la más alta influencia en la ciudad, fue el gran eco en la defensa de esta piadosa creencia. Voz de Miguel Cid. Imagen de Pacheco, que aunque en su tratado defendiese que para la Inmaculada se usasen los colores celeste y blanco, gustaba representarla de jacinto y celeste, como también lo hizo su yerno Diego Velázquez: Música original de Bernardo del Toro después popularizada por Correa de Arauxo en las tres Glosas de su Facultad Orgánica, y más cercana a nuestros días reinterpretada por el maestro Eslava y completada por los Alabados de Torres, que son los que conforman la banda sonora actual a nuestros días de jacinto y celeste. Y como no firmado con solemne voto de sangre en defensa de la Concepción Inmaculada de María y rubricado en forma de bandera blanca, espada desnuda y cirio encendido.

 


Y rotundos fueron los hermanos de Los Negritos Fernando de Molina y Pedro Francisco de Moreno, que siendo hombres libres se vendieron como esclavos para con ese dinero sufragar los cultos en honor a La Reina de los Ángeles.  
Foto: A. Rubén González Arellano

No cabe más. Solo el amor que el pueblo le profesa a la Madre del Salvador, de quien antaño se hablaba como la preservada de pecado y de quien hoy decimos que está tan llena de la Gracia de Dios que no había sitio en ella para el pecado y ésto es lo que celebramos en los días jacinto y celeste, en este año tan especial por la pandemia que sufrimos. Por eso, con o sin besamanos, con imágenes en los presbiterios o en los altares pero siempre a la veneración de los fieles, en templos aforados o través de las redes sociales seguimos aclamando:


“Todo el mundo en general,

A voces, Reina, escogida,

Diga que sois Concebida

Sin Pecado Original.”

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