lunes, 14 de marzo de 2016

Porque Cristo, nuestro hermano, ha resucitado: María, alégrate

De la exaltación a la Semana Santa de Pedrera 2016 celebrada el 13 de Marzo.
"XX SIGLOS DE PASION"




Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. (Mt 28, 1)

Y en la Pedrera antigua, el ángel del Señor proclamaba a voces a los “Blancos” y a todo el pueblo esta magna noticia:

“Hoy proclamo la más buena de las nuevas;  hoy os traigo la Gloria de las glorias; os anuncio la alegría de los creyentes: Jesús vive, ha resucitado”.

“Porque Cristo, nuestro hermano, ha resucitado; María, alégrate”, dice la canción. Y es que, es precisamente la resurrección de Jesús lo que da sentido a su venida a este mundo; lo que justifica los sufrimientos padecidos en su pasión, por cuya sangre derramada se cimenta la nueva alianza con Dios por la que todos nuestros pecados quedarán perdonados, el Padre introducirá su ley en nuestros corazones y cada uno tendremos un contacto directo con El.

“Porque Cristo, nuestro hermano, ha resucitado; María, alégrate.” Y es precisamente la Resurrección del Señor, lo que hace que el domingo sea el día “Santo” de la semana. “Este es el día en que actuó el Señor…”, y este es el día que centra y vertebra todo el año litúrgico de la Iglesia. En los primeros años del cristianismo, éste domingo era el día en que se tenían las celebraciones en memoria de Jesús y que posteriormente se fueron ampliando a todos los demás domingos y distintos días festivos a lo largo del año. En el Domingo de Pascua culmina la Iglesia la celebración del Triduo Sacro de Semana Santa con la Vigilia Pascual en la que se celebra de la forma más festiva posible la resurrección del Señor, en contraposición con la austeridad y luto mantenido en los días previos de la Cuaresma y Semana Santa. En la misma se bendice el fuego que dará la luz al cirio pascual, que es la Luz de Cristo que no nos abandonará nunca; también bendecimos el agua que será derramada por la cabeza de quienes, por el Bautismo, se unirán a la gran familia de Cristo para vivir su misericordia y, como no, en dicha Vigilia renovaremos las promesas realizadas en nuestro bautismo y nuestra solemne profesión de fe. Por eso, ahora que estamos rememorando este momento de sublime gloria, os invito a renovar aquí y ahora nuestro amor a Dios y a hacer nuestra profesión de fe de la manera más cofrade y por eso os pregunto:
 
·       ¿Renunciáis al demonio y al pecado, al  mal, al odio, a la envidia, la pereza e indiferencia, a la violencia y al egoísmo como falta de amor a los demás? Si, renunciamos.
 
·       ¿Renunciáis  a la soberbia y a los falsos protagonismos, al salir en la foto antes que al trabajo, a usar los puestos y los cargos en beneficio propio antes que a trabajar por los hermanos? Si, renunciamos.
 
·       ¿Renunciáis a la falsa caridad que solo busca un reconocimiento público en vez de procurar el bien de los demás y sin que nuestra derecha sepa lo que hace la izquierda? Si, renunciamos.
 
·       ¿Creéis en Dios Padre, creador del Cielo y de la Tierra, cuyo Hijo Unigénito, Jesús Nazareno, fue presentado al Templo por su Madre Candelaria? Si, creemos.
 
·       ¿Creéis en el Santo Cristo que derramó su Sangre en la Cruz, acompañado por su Madre de Paz y Esperanza y San Juan Evangelista; que fue sepultado y velado por la Virgen de los Dolores; Resucitó al tercer día y que está en el Cielo junto al Padre y el Espíritu Santo? Si, creemos.

·       ¿Creéis en la sonrisa de los niños a quienes transmitimos nuestra Fe con cada medallita, caramelo estampita o cada gota de la cera de los cirios con que los nazarenos alumbramos al Señor y a su Madre como prueba de nuestro amor? Si, creemos.

Esta es nuestra fe; la que hemos profesado, heredada y aprendida de nuestros mayores, y la que nos comprometemos a transmitir a nuestros hijos, que se basa fundamentalmente en el amor a Dios y a su bendita Madre, apoyándonos en el cariño y cercanía a las sagradas imágenes que les representan.
 
“Porque Cristo, nuestro hermano, ha resucitado; María, alégrate.” “Gózate y alégrate, Reina del Cielo, porque, El que mereciste llevar en tu seno, resucitó como había prometido.” Esta es nuestra oración a la Virgen en los días de Pascua, pues éste es el amor que profesamos a nuestra Madre celestial a quien, aunque la tengamos representada en sus misterios dolorosos, con lágrimas en los ojos, la sentimos con la alegría de saber que su Hijo no está muerto, que ha resucitado y ha culminado el misterio de la salvación. Por eso, porque no podemos verla triste, ni afligida, ni llorosa, surge el verso, cual bálsamo que mitigue los dolores de nuestra madre:


Querer quisiera, Señora,
Quitar de tus ojos el llanto.
Que ya no ha lugar a penas,
Ni es tiempo de quebrantos
Porque estamos en la Pascua
Y Cristo ha resucitado.

Querer quisiera, Señora,
Ser blanco pañuelo en tus manos.
Pañuelo de fina blonda
Con un encaje bordado
Con el que enjugues las lagrimas
De tu rostro de amaranto.
 
Querer quisiera, Señora,
Ser tu saya y ser tu manto,
Sea liso o muy bordado,
De cardos y hojas de acanto.
Un manto de terciopelo,
Del color de tus encantos:
El negro por tus Dolores,
La Paz, el blanco le ha dado.
El verde por la Esperanza,
Y color burdeos el manto
Que doña Cayetana
Regalase a sus Gitanos.
Celeste de Inmaculada,
Y azul turquesa o pavo,
Símbolo de la realeza
Que todos te profesamos.

Querer quisiera, Señora,
Ser candelero en tu palio,
Y portar todos los cirios,
Bellamente decorados,
Que, por mor de Don Manuel,
De nuevo salen pintados.
Y ser luz, en sus pabilos,
Que iluminan tu cara y manos.

Quisiera ser los varales
Que sostienen el techo palio.
Ser columna de tu cielo,
De terciopelo o calado,
Y coronado de una “gloria”,
Misterios de tu Rosario,
Que de cobijo a tu imagen,
Porque es tu Santuario.

Querer quisiera, Señora,
Ser jarra de plata vieja
Con un fino cincelado,
Y en los costeros del palio
Portar las flores nuevas
Que perfumaran tu paso
Por las calles de Pedrera.
Quisiera ser clavel blanco,
Lilium, fresia o camelia,
Quisiera ser el azahar
Que proclame tu pureza,
Quisiera ser bella rosa,
Y también blanca azucena,
Ser los nardos de sus Reyes,
Y romero en el Rocío,
Ser jazmín en el verano
Anthurium, estatice y lirio,
Y ser dama de su noche,
Ser magnolio o fina orquídea,
Ser gladiolo cimbreante
Que remate tus esquinas.

Querer quisiera, Señora,
Ser el sol de amanecía,
Acariciar tu semblante,
Y alumbrar tus mejillas.
En la mañana, saludarte,
Dar calor a mediodía,
Y, por la tarde, abrazarte,
Cuando ya termine el día,
Para que venga la luna,
Que, de plata y a porfía,
Clama, a voces, tu pureza
Pues de Gracia estas henchida.

Y quisiera ser la Paz,
“filigrana” por el parque,
Que también es la Piedad
El Viernes Santo en la tarde.
Quisiera ser Candelaria,
Azul y plata del Martes,
Y en Pedrera ser hoguera,
Que a la Pura Virgen cante,
Y le grite que no hay otra,
Que en todo el mundo la iguale
Por poder acompañar
A Jesús por tus calles.

Querer quisiera, Señora,
Poder llenarte de loores,
Porque llevas en tu nombre
A tantas advocaciones,
Que prácticamente todas
Se resumen en Dolores:
Dolor en la Caridad
Allá en San José Obrero,
Y también en Torreblanca,
Consolando al barrio entero.
Ser alivio de sus Penas,
El Lunes en San Vicente,
Misericordias en Santa Cruz,
Pura Virgen y Madre Doliente.
En el compás de la Laguna,
Vas con San Juan, vaya suerte;
Compaña y Amparo en el Cerro,
Providencia por San Marcos,
Y en Pedrera eres el Sol
Que sale el Sábado Santo.

También quisiera Señora
Ser el faro en lontananza,
Ser ese viento de cola
Que nos llevará a bonanza,
Ser el consuelo del mundo
Quien la Gloria nos alcanza
Y ser la alegría en la Vida
Porque esto es la Esperanza.
Y ser Gracia en Recaredo,
Pura rosa Trinitaria,
En San Martin Enfermera,
La que cura nuestras almas;
Marinera, allá en Pureza,
Exclamación en la Cava,
Y mariquilla en el Arco
Para dar brillo a tu cara,
Y en Pedrera, lo más grande,
Con San Juan, siempre de guarda,
A la vera del Señor
Está la Paz y la Esperanza.

Y por querer, querer quisiera,
Ser un ángel en el cielo
Para estar siempre a tu lado,
Con tantos cofrades buenos
Que a la casa del Padre
Ya, contigo, se fueron,
Y junto con José Antonio
Llenar tu cara de besos,
Secarte todas las lágrimas,
Que no hay dolor ni sufrimiento,
Porque estamos ya en la Pascua.
Que no hay llanto, que no hay duelo,
Que ha dejado ya el Sepulcro,
Que Jesucristo no ha muerto.
Ha resucitado el Señor,
Y nos cuida desde el cielo.
 
Amén.

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