Publicado en el Blog "El Sanedrín" de la web ElCostal.org
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Papá,
quiero bautizarme.
David
estudia primero de la ESO. Es un chico normal y corriente al que sus padres
decidieron no bautizar cuando nació, pues no son personas religiosas y
entienden que cada uno tiene la libertad de elegir el camino que quiera seguir
en la vida.
-
Papá,
quiero bautizarme.
- David,
ya tienes 13 años y eres lo suficientemente mayor para saber si estás seguro de
lo que quieres hacer. Debes tener en cuenta que lo hagas ya es para toda tu
vida.
-
Sí
papá, quiero bautizarme y apuntarme a la cofradía del tito Antonio.
-
Pues
entonces vamos a decírselo a tu tío…
Si algo hubo que
llenó de alegría al tito Antonio fue el mensaje de su sobrino pidiendo el
bautismo. Hombre de fe, heredada de su padre, y comprometido con su cofradía,
no pudo menos que sentir una fuerte emoción, y es que además de seguir a Jesús
quiere pertenecer a su hermandad. Presto se puso a preguntar entre su familia y
amigos como se ha de actuar en estos
casos, y es que es muy importante ganar un alma para el Señor. Justo en el
domingo que celebramos el milagro de Lázaro devuelto a la vida, Jesús nos
regala un nuevo milagro regalando su gracia en esta familia, porque “no he venido a salvar a los justos, sino a
los pecadores” y “habrá más gozo en
el cielo por un alma nueva que se convierte que por noventa y nueve justos que
no necesitan convertirse”.
No sé qué peso
habrá tenido en la decisión de David el querer formar parte de la hermandad de
su tío, pero aunque solo fuese por este motivo ¿le quita valor a su decisión?
No, por supuesto que no. De hecho las hermandades tienen en parte su origen en
la necesidad de sacar los misterios de la pasión del Señor a las calles para
catequizar al pueblo que ni sabía leer ni escribir, ni tenía libros para
hacerlo.
Porque para eso
Jesús Nazareno mientras abraza la cruz mira hacia la izquierda, donde en el
juicio final estaremos los pecadores, porque con uno solo que al mirar los ojos
del Nazareno sienta necesidad de El ya habrá sido bueno su sacrificio. O esa
mano siempre tendida del Señor de la Cruz al Hombro de la hermandad del Valle,
preparada siempre para todo aquel que quiera aferrarse a ella y seguir a Jesús.
Porque los brazos abiertos del Señor Despojado de sus vestiduras, de la Redención,
del Soberano Poder, de la Oración en el Huerto o de todos los Crucificados,
están para recibir y acoger a todos los quieran estar bajo su amparo. Porque el
Gran Poder de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, está siempre ahí para
perdonarnos protegernos y darnos la salud.
Si la sola
contemplación de Jesús en cualquiera de las imágenes que lo representan hace
querer seguirle, entonces las hermandades han cumplido con creces su función.
En un tiempo donde impera la laicidad, El que todo lo puede siempre encuentra
oportunidad para enderezar los renglones de la vida y escribir siempre derecho.
(La historia es
real aunque los nombres de David y Antonio son inventados)
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