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Porque el
nazareno es quien mantiene con sus cuotas a la hermandad durante el año y quien
(subvención aparte) sufraga la salida. El nazareno es quien con su presencia en
las filas de la cofradía configura y da forma a las procesiones. El nazareno es
el contenido primero y fundamental de la estación de penitencia con sus
intenciones particulares y privadas que, bajo el antifaz, lleva a la Catedral
acompañando a sus titulares. El nazareno es quien porta la luz que alumbra a
Cristo en su paso por la ciudad. El nazareno lleva la cruz que le hace más
imitador de Jesús en su camino hacia el calvario. El nazareno va con las varas
y las insignias que son el relato simbólico de la historia de su hermandad y
que muestra a todos los que contemplan la procesión. El nazareno es, por tanto,
cada uno de los ladrillos que juntos construyen la semana santa, o lo que es lo
mismo el nazareno es la piedra angular de esta fiesta.
Pero en
contrapartida, el nazareno es usualmente la pieza más frágil de esa semana
santa de la que precisamente es su cimiento, suele ser lo último en quien se
piensa a la hora de proponer cambios y modificaciones en la organización de la fiesta excepto si es para restringir su
participación en la misma. Y en las propias hermandades es muy frecuente,
cuando se está preparando la semana santa y en las reuniones con los distintos
colectivos que forman parte de los cortejos tener un “pescao” de convivencia
con los mismos, así los diputados suelen tener su pescao, los acólitos también
tiene el suyo, al igual que los costaleros,
pero ¿dónde está el pescao de los nazarenos?
Y de entre los
pescaos de los nazarenos yo reivindico el de los nazarenos del tercer tramo.
Porque los últimos tramos lo forman los hermanos de mayor antigüedad en la
hermandad, al igual que los primeros tramos del cotejo de cada paso, bien tras
la Cruz de Guía o el paso del Señor; en el segundo tramo se suelen incorporar
los nuevos hermanos o los tramos infantiles y es a partir del tercer tramo
donde se forma al grueso de la nomina de la hermandad, grupo que precisamente
es el mas pretendo poner en valor.
No se me asusten
ni se inquieten los mayordomos, que soy consciente de la inviabilidad tanto económica
como organizativa de esta idea que en si no es más que una irónica reducción al
absurdo de nuestra realidad. Pero salvando el hecho en sí de este pescao por
tramos, si es cierto que deberíamos hacerlo, aunque sea en sentido figurado,
para poner en valor la figura del activo mas importante que tiene toda hermandad
que son sus hermanos sin excepción, del mas nuevo al de mayor antigüedad.
Concluyendo y
volviendo a mi “absurdo inicial”, les ruego me avisen del día y la hora del
pescao de mi “tercer” tramo, que aunque sea en este sentido figurado, vaya en
él mi reconocimiento y homenaje de quien, sin palabras ni aspavientos, y bajo
el anonimato de esa túnica y antifaz que a todos nos hace iguales, es sin duda
alguna el alma y sustento de nuestra centenaria celebración.
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