(Publicado en Septiembre de 2009 en la pagina web de la Hdad. de la Santísima Varacruz de Sevilla http://www.veracruzsevilla.org año del VIII Centenario de la Orden Seráfica. En la Función en Honor a San Francisco organizada or la Hdad el 4 de OCtubre de dicho año el Provincial de la Orden Fray Joaquin Dominguez Serna OFM hizo entrega a la Hdad de un relicario del Santo, así como se bendijo el nuevo guión Franciscano realizado en los talleres de Charo Bernardino)
En el año 2009
se ha conmemorado el VIII centenario de la orden Franciscana que tan íntima relación
tiene con la Hermandad de la Veracruz, ya que de la misma emana su existencia.
Para comenzar
debemos recordar que el nombre de nuestro Seráfico Padre fue Giovanni Bernardote, nacido en Asís en el año 1182. Hijo de una familia acomodada,
abandonó la casa paterna al recibir la llamada del Señor y querer vivir según
el Evangelio. Inició su predicación y muy pronto tuvo un gran número de
seguidores. En el año 1209 obtuvo la aprobación oral pontificia de S.S.
Inocencio III, efemérides que celebramos en el presente año. Mas adelante en
1212 consiguió atraer a Santa Clara de Asís a su orden, quedando de esta manera
unidas las ramas masculina y femenina, y en el año 1221 S.S. el papa Honorio
III aprobó de viva voz la regla de la orden Tercera, escrita por el Santo con
la ayuda del Cardenal Hugolino, y así los seglares quedaron unidos a la Orden Seráfica.
Por tanto San
Francisco fundó tres ordenes: la Primera Orden es la de los Frailes Menores (Ordo
Fratrum Minorum O.F.M.), primera que fue aprobada y que cuenta con tres Ramas:
Los Observantes, los Capuchinos y los Conventuales; la Segunda Orden integra las ramas femeninas que
comprende las Hermanas Clarisas Pobres y las Hermanas Clarisas Capuchinas; la Tercera Orden
integra a los seglares que quieren vivir el evangelio según el espíritu de
Francisco.
Francisco y sus
seguidores comenzaron a viajar para extender su particular manera de entender
la vida según el evangelio, siempre en
contraposición al espíritu de “La
Cruzada” imperante en esos momentos. Francisco lleva su idea
de vida según el evangelio mediante “la paz” y no con “la guerra” según el espíritu
de Cruzada. De esta manera comenzó la expansión de la Orden que por una parte les
llevo a Tierra Santa, cuya custodia de los Santos Lugares obtuvieron el 1342
por la Bula
“Gratias Agimus” de S.S. Clemente VII; por otra parte les llevó a oriente y a
Egipto. De la misma forma se expandió por Europa, España y a Sevilla donde
miembros de la Orden
acompañaron a San Fernando en la toma de la ciudad a los musulmanes, instalándose
en ella y fundando la Casa Grande
de San Francisco en donde convivieron numerosos religiosos que a su vez fueron
estableciendo asociaciones o fraternidades a las que todo buen cristiano podía
pertenecer y que tenían su base en la Orden
Tercera, siendo los cimientos sobre los que se levantarían
nuestras hermandades de Penitencia para dar culto y veneración a los misterios
relacionados con la Pasión
de Jesucristo y su Madre la Santísima Virgen
María, piedra angular de nuestra corporación.
La advocación de la Veracruz viene en primer
lugar por la gran devoción que supuso el hallazgo por Santa Elena en el año 326
en el sitio del Santo Sepulcro de la Verdadera
Cruz de nuestro Señor. Al ser la orden los custodios de dicho
lugar en Tierra Santa, le concedió el privilegio de disponer de numerosas
reliquias del Santo Madero que pudieron distribuir por todo el mundo, siendo
por esto los grandes difusores de la devoción a la verdadera cruz del Señor. También
fue de peso la milagrosa aparición de la Santísima Cruz de Caravaca al
sacerdote Ginés Chirino el 3 de mayo de 1232 cuando el rey musulmán Ceyt Abu
Ceyt que entonces reinaba en Murcia quiso conocer comiera la celebración de la
eucaristía y mandando traer todo lo necesario salvo la cruz y al advertirlo el
sacerdote se le apareció ésta milagrosamente manifestándose como la Verdadera Cruz en la que Cristo
murió.
Una vez repasados
nuestros orígenes y vinculación con la orden de San Francisco a la que estamos
formalmente incorporados por cédula dada en Logroño el 28 de Mayo de 1543 que
supuso la incorporación del título de Seráfica, denominándose de esta manera la Orden porque “serafín”
significa “el que arde en amor por Dios”, igual que Francisco. También debemos
recordar que el color verde que caracteriza a nuestra Hermandad procede dentro
de la tradición franciscana de la cita evangélica de San Lucas cuando Jesús en
la calle de la Amargura
se encuentra con las santas mujeres y les dice “Si esto se le hace al leño verde…” (Lc 23, 31) Así, la Cruz es considerada un árbol verde… vivo, y por
esto la cruz de nuestro Santísimo Cristo viene representada por esos grandes
nudos, que no son tales, sino lo que queda en el tronco de un árbol al arrancar
las ramas nuevas y jóvenes.
El pasado 14 de
noviembre de 2008 se aprobó en cabildo general extraordinario la ejecución de
una nueva insignia Franciscana en las que figure en tela marrón el escudo de la
orden junto con las fechas por las que nuestra Hermandad se encuentra vinculada
a la misma y que ya hemos mencionado correspondiendo a la propia génesis y fundación
de la Hermandad en 1448 y la carta de agregación a la orden
de 1543, si bien digno es mencionar que en la década de los sesenta del pasado
siglo la Hermandad
renovó las gracias concedidas por la orden y figurando desde entonces en el
cortejo procesional la insignia franciscana realizada en el taller de
Carrasquilla y que procesionó hasta el año 2004, en que se estrenó la actual
realizada por talleres Santa Bárbara. No obstante vamos a hacer un breve repaso
por la heráldica franciscana para conocer los distintos escudos que posee y su
significado.
El primer escudo
que utilizó la Orden
es el escudo de las cinco llagas de San Francisco (que figura en el banderín
del año 2004). Dicho escudo nos recuerda como Cristo aprobó la orden de San
Francisco al hacer del Santo su otro Cristo por medio de la estigmatización,
que es el suceso de mayor gloria de los franciscanos que tuvo lugar en el monte
Alverna el 14 de Septiembre de 1224, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. El propio Francisco
describe el hecho diciendo que se encontraba orando bajo un arbol cuando se le
aparecio un angel crucificado con seis alas, y vio en él tanto dolor que lo
sintió como suyo y al resplandecer el sol por la mañana quedaron impresas en su
cuerpo las cinco llagas del Señor. Según su relato nos hace ver que estaba
arrodillado, pero en la iconografía post-tridentina se le representa en
éxtasis, suspendido en el aire, tal y como lo vemos en la portada de la Misión de Ntra. Sra. de la Luz en Tancoyol en la Diócesis de Querétaro (México), construida entre
1761 y 1767 por Fray Juan ramos de Lora y fundada por Fray Junípero Serra. No
debemos confundir en este escudo las llagas con las de Jesucristo, sino que son
las de San Francisco, aunque a veces las mismas se representen como 5 racimos
de uvas que estos si harían alusión a la Sangre de Ntro. Señor. Heráldicamente sería un
campo de oro o argén (plata) con las cinco llagas de gules (rojo).
Los primeros
escudos con los brazos cruzados de Cristo y Francisco que han llegado hasta
nosotros son del siglo XV. Durante la cuarta parte de este siglo y hasta bien entrado el XVI, el brazo de Cristo, desnudo o con manga, se halla a la izquierda, mientras que el de San Francisco, siempre con hábito, está a la derecha. El primero que ha llegado hasta nosotros son los restos de taracea de un banco del siglo XV de la Iglesia de San Francisco de Celano en el que aparecen los brazos de Cristo y San Francisco cruzados y mientras que el Cristo nos muestra la llaga de su mano, el del Santo sostiene una cruz. Durante el siglo XVI se cambia la posición de los brazos: El brazo de Cristo pasa a ocupar la parte derecha del campo mientras que el de Francisco pasa a ocupar la parte izquierda.
nosotros son del siglo XV. Durante la cuarta parte de este siglo y hasta bien entrado el XVI, el brazo de Cristo, desnudo o con manga, se halla a la izquierda, mientras que el de San Francisco, siempre con hábito, está a la derecha. El primero que ha llegado hasta nosotros son los restos de taracea de un banco del siglo XV de la Iglesia de San Francisco de Celano en el que aparecen los brazos de Cristo y San Francisco cruzados y mientras que el Cristo nos muestra la llaga de su mano, el del Santo sostiene una cruz. Durante el siglo XVI se cambia la posición de los brazos: El brazo de Cristo pasa a ocupar la parte derecha del campo mientras que el de Francisco pasa a ocupar la parte izquierda.
En cuanto a la cruz
que figura en este escudo, usualmente es una cruz latina, que puede a veces
presentar los “nudos” de los que hacíamos mención con anterioridad. Otras veces
se representa como una Tau, símbolo Franciscano por excelencia del que
hablaremos mas adelante y a veces también puede figurar la cruz de Tierra Santa
o Cruz de Jerusalén de la que hablaremos a continuación como podemos observar
en el emblema Franciscano existente en San Juan de Acre, ciudad costera a orillas del mar mediterráneo, cercana a la bahía de Haifa
y situada en el distrito norte de Israel, que recibió este nombre durante la
tercera cruzada y que fue sede de la orden a su llegada a Siria y desde donde
avanzaron hasta Jerusalén.
Heráldicamente, este
escudo del abrazo sería, en campo de azur una nube sostenida por dos brazos
cruzados ambos con las llagas, uno desnudo (derecha) y otro vestido de gules o
del color del hábito del santo al que represente (izquierda), y todo superado
por una cruz latina como ya hemos explicado.
En cuanto a la
simbología de este escudo hay varias interpretaciones. Por una parte dicen que
las cinco cruces que componen este escudo representan las cinco llagas de
Cristo, las producidas por los clavos en las manos y en los pies y la sufrida
en el costado a consecuencia de la lanzada. Por otro lado se quiere ver en la
cruz grande la representación de Jesucristo, aunque también hay quien asegura
que al estar formada por cuatro Taus representa la ley del antiguo testamento.
Por su parte las cuatro cruces pequeñas (que a veces también se representan
potenzadas) simbolizarían los cuatro evangelios proclamados en las cuatro
esquinas de la tierra comenzando en Jerusalén. Se dice también que las cuatro
cruces pequeñas son cuatro de los cinco participantes de las cruzadas:
Inglaterra, Francia, España y Alemania y la cruz grande central simbolizaría a
Italia con el Papa. Este emblema aparece ya en el siglo V en la bandera
nacional de Georgia.
Los tres escudos que
hemos reseñado suelen aparecer siempre rodeados del cordón franciscano, que es
el que usaban para atarse el sayal y que en sus orígenes llevaba tres nudos que
representan los fundamentos de la vida franciscana tal y como la instituyó San
Francisco y que son nombrados de abajo hacia arriba: Obediencia, Castidad y
Pobreza.
Un capitulo
aparte merece el que ya hemos dicho es el símbolo franciscano por excelencia: La
Tau. Es la última letra del alfabeto
griego, correspondiente a la T. El papa
Inocencio III, quien había aprobado la
Orden de San Francisco, convocó en el año 1215 el IV Concilio
de Letrán ante la necesidad de reformas urgentes en la Iglesia. Francisco
estuvo allí y en el discurso de apertura el Pontífice evocó al profeta
Ezequiel, mensajero del amor de Dios para cuantos estuvieran “signados” con la
letra Tau, e invitaba a todos los cristianos a aceptar la Tau como símbolo de la urgente
renovación espiritual que estaba necesitando la Iglesia. Decía el
Papa: “la Tau es
la última letra del alfabeto griego, símbolo de la humildad en que se fundó el
evangelio y señal propia de los hijos de la pobreza. La Tau tiene exactamente la misma
forma de la Cruz
en que fue clavado Cristo…”. Estas
palabras eran una clara muestra del deseo de la Iglesia de regenerarse a
sí misma y de absorber a los movimientos reformistas de la época, el de San
Francisco entre ellos. Francisco se
sintió aludido y desde entonces hizo su propio blasón de la Tau, proclamada por el Papa
como emblema de la reforma. Es un hecho cierto que Francisco escogió el signo
Tau como símbolo de su vocación y la de sus discípulos. La tau fue su firma,
con ella marcó los lugares en que habitaba y sus cartas. Quería que sus frailes
la llevaran y él mismo fue contemplado en una visión por fray Pacífico con la
tau en la frente. Con la tau signó la bendición que obsequió a Fray León y que
nos dejó a todos en herencia –que gran regalo bendición y Tau-. Llevar la Tau quiere significar el
empeño en querer grabarla en el corazón viviendo una vida según el espíritu
franciscano pasando del evangelio a la vida y de la vida al evangelio. La Tau es el hábito de los
franciscanos seglares.
Para concluir este
breve repaso quisiera referirme a dos lemas intrínsecos al espíritu de
Francisco. Por una parte “PAZ Y BIEN”, que utilizamos habitualmente a modo de
saludo. Cuan importante es este lema por cuanto nos refleja el autentico
espíritu del Santo; hacer la “revolución” mediante la paz en una sociedad
eminentemente marcada por la guerra. En la sociedad de la época de Francisco no
importaba tanto ser señor o vasallo, como el privilegio de portar armas. El
pobre es equivalente a indefenso, inerme (desarmado). Los milites eran aquellos que tenían el privilegio de portar armas y de
mantenerse gracias al trabajo de los laboratores.
La sociedad se completa con los oratores,
que eran los dedicados a la religión y a la cultura cuya principal función es
legitimar a los armados, quienes a su vez garantizaran a los trabajadores la
paz suficiente como para poder alimentar a los otros dos grupos. Esta
legitimación de las armas en los siglos X – XIII resultaba extremadamente fácil
por ser tiempos poco seguros: los bárbaros y los sarracenos arruinaban la economía
y la cultura de Europa, sobre todo la mediterránea. Todo en dicha sociedad está
orientado hacia la guerra, y la paz no es posible sin el apoyo de los
profesionales de las armas. Esta necesidad de paz lleva a la iglesia a
“sacralizar” la profesión de soldado, llegando incluso en tiempos del Papa
Gregorio VII en el siglo XII a equiparar a los soldados que empuñan sus armas y
dan su vida al servicio de la
Iglesia con los mártires. Es la época de las cruzadas,
campañas de la Iglesia
europea que, con el pretexto de recuperar la Tierra Santa de los sarracenos
mediante la guerra (guerra santa, promovida por la Iglesia y en este caso
directamente por el Papa). En este contexto, francisco cree y aboga por la paz.
Francisco adora a un Señor que envía a Jesús a defender a los inermes. Si Dios
no es un guerrero que erradica a los malos, sino protector, lugar de refugio.
El Dios de Francisco es la oposición a la guerra: “el verdadero Dios es bien pleno, todo bien, bien total, verdadero y
sumo bien; es el solo bueno, piadoso, manso, suave y dulce; es el solo Santo,
justo, veraz y recto…” Francisco cree en el Dios de la Eucaristía, que es pura
presencia amorosa, alegre, sufriente y solidaria hasta las últimas
consecuencias. LA
Eucaristía es el espíritu de la anticruzada. La antítesis de
matar por la fe, es la entrega total de la propia vida sin reservarse nada,
para dar la vida por el solo objeto del amor. Francisco no tiene interés ni en
visitar el Santo Sepulcro y muchísimo menos en matar para reconquistarlo; le
basta y le sobra la Eucaristía. En
este ámbito hemos de considerar la profundidad de nuestro saludo “PAZ Y BIEN” y
por supuesto la Oración
de la Paz.
El segundo de estos
lemas al que quiero referirme es una oración que Francisco repetía sin cesar y
que expresa perfectamente el ideal, norte, guía y meta de su vida, cual es
Jesucristo y la vida según los Evangelios: “DEUS MEUS ET OMNIA” (Mi Dios y mi
Todo). El testimonio nos llega a través del primero de los discípulos de
Francisco, Bernardo de Quintavalle, un rico comerciante de Asís que le invitaba
con frecuencia a su casa movido por la curiosidad ante la conversión de
Francisco. Solía tener preparado un lecho cercano al suyo y por la noche fingiéndose
dormido, observaba como Francisco se levantaba silenciosamente y permanecía
largo tiempo en oración repitiendo estas palabras “Deus Meus et Omnia”. Viendo
bernardo que Francisco era un hombre de Dios le suplicó que le admitiese como discípulo,
concediéndole éste el hábito junto con Pedro de Cattaneo, canónigo de la Catedral de Asís.
Bernardo Vendió todo cuanto tenía y repartió el dinero entre los pobres.
Espero que estas
breves notas nos sirvan para tener presente la figura de Nuestro Santo Padre y
de la Orden
fundada por él, y que su recuerdo nos tenga muy presente la forma de vida que
el aceptó y que sin duda fue el germen y punto de partida de nuestra Hermandad.
FOTOGRAFIAS: (Por
orden de aparición)
- Apoteosis de San Francisco de Asís. Herrera el Mozo. Catedral de Sevilla.
- Banderín Franciscano. Hdad. Santísima Veracruz de Sevilla. Carrasquilla 1960.
- Banderín Franciscano. Hdad Santísima Veracruz de Sevilla. Talleres Santa Bárbara 2004.
- Escudo Franciscano de las llagas. Misión de Ntra. Sra. de la Luz. Tancoyol. Querétaro (México).
- Estigmatización de San Francisco. Misión de Ntra. Sra. de la Luz. Tancoyol. Querétaro (México).
- Escudo Franciscano del Abrazo. Fachada de la Ermita de Ntra. Sra. de la Soledad. Benavente (León).
- Escudo de S.S. Clemente XIV.
- Escudo del Cardenal Arzobispo de Sevilla Fray Carlos Amigo Vallejo.
- Símbolo Franciscano en San Juan de Acre.
- Cruz de Tierra Santa o Cruz de Jerusalén.
- Bandera Nacional de Georgia.
- Bendición de San Francisco a Fray León.
- Sepulcro de San Francisco. Basílica de San Francisco. Asís
BIBLIOGRAFIA:
- “Enciclopedia Universal Ilustrada”. Espasa-Calpe (Tomo 24)
- www.franciscanos.org: Directorio Franciscano: Enciclopedia Franciscana.
- WWW.pazybien.org: El Emblema Franciscano – Valentín Redondo
- El movimiento Franciscano Primitivo, La guerra y la paz. Jerónimo Bórmida (Montevideo, 2002)
- “La Cruz de Jerusalén, símbolo de la Cofradía del Santo Entierro”. Charo M. Fernández Caballero Martín-B (Herencia, 2008)
- Histórica Terrae Sanctae elucidatio. Quaresmius (Amberes, 1639)
- “Notice sur les chevaliers du St-Sépulcre”. Hody (Académie d’archéologie, Amberes,1855)
- “Lórdre du St-Sépulcre de Jerusalem”. Couret (Paris, 1905)
- “Tineo. Palacios, Casona, heráldica y Cotos Señoriales del Concejo”. Senén González Ramírez (1993)
- “LA custodia Franciscana de Sevilla” – Germán Rubio – Sevilla 1953
- “Anales eclesiásticos y seculares de la MN, ML y MH Ciudad de Sevilla” – Diego Ortiz de Zúñiga – Madrid, 1677
- “La Veracruz de Caravaca: el cielo que desciende a la tierra en la cruz que es y se hace Eucaristía” – Jesús de las Heras Muela – Revista Ecclesia 19 de Septiembre de 2007
- “Historia y Arte en la Hermandad de la Veracruz de Sevilla” – Mª de las Nieves Concepción Álvarez Moro – Sevilla 1998
- “Antigüedades del Convento Casa Grande de San Francisco y noticias del Santo Crucifijo que en él se venera” – J. M. Montero de Espinosa – Sevilla 1817
- “Misión Tancoyol: es más que una construcción histórica”. María Velázquez Dorantes
- “Religiosas Estaciones que frecuenta la Religiosidad Sevillana”. Abad Alonso Sánchez Gordillo Revisado por Ambrosio de la Cuesta – Sevilla 1737
- “Glorias Religiosas de Sevilla” - José Bermejo y Carballo – Sevilla 1882
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