(Publicado en Febrero de 2009 en el Boletín "Cruz de Guia" de la Hdad del Sagrado Descendimiento de Montilla -Córdoba- con motivo de haber participado una representación de la juventud de esta Hdad. en el Curso de Liturgia para Acólitos organizado por la Hdad de la Santísima Veracruz de Sevilla y celebrado el 22 de Noviembre de 2008)
El pasado 4 de diciembre, se
cumplieron 45 años de la promulgación del primer documento del Concilio
Vaticano II, la
Constitución sobre Sagrada Liturgia Sacrosantum Concilium.
Tras este periodo transcurrido, este documento tiene su máxima vigencia, pues
si lo leemos cuidadosamente apenas si hemos comenzado a sacarle fruto. No es
este un punto que nos deba extrañar: en una institución bimilenaria, 45 años no es un periodo de tiempo suficiente
para que la gran transformación que se vive en la Iglesia este totalmente
asumida y consolidada, sobre todo en el pueblo santo de Dios. En las próximas líneas,
quisiera reflexionar brevemente en la dimensión formativa que nos abre la
misma.
Liturgia es una palabra que
procede del griego clásico (leitourgía)
originalmente indicaba la obra, acción o iniciativa asumida libremente
por una persona o familia a favor del pueblo. Así pues, en la Iglesia, adquiere este
significado pues todo en la acción litúrgica se orienta a favor del pueblo uniéndolo
a Dios por medio de Cristo, quien siempre está presente en el sacrificio de la Misa (bien en la persona del
Ministro, bien en las especies eucarísticas (pan y vino); está presente en su
palabra, pues cuando en la Iglesia se lee la sagrada escritura, es él quien
habla, cuando alguien se bautiza, es Cristo quien se bautiza, “Donde están dos
o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt, 18,20) (SC
7).
Una de las bases sobre la que se
asienta la reforma del Vaticano II es la participación de los fieles: plena,
activa y consciente en las celebraciones litúrgicas (la propia naturaleza de la
liturgia lo exige al ser dirigida hacia el pueblo), pues por el sacramento del
Bautismo el pueblo cristiano tiene derecho y obligación a ello ya que la
liturgia es la fuente primaria y necesario de donde se ha de beber el espíritu
verdaderamente cristiano necesitando, por tanto, una formación adecuada. (SC
14). Las celebraciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones
del Pueblo Santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos, siendo
por tanto “Sacramento de Unidad” (SC 26) y esta unidad se consigue a través de
la plena participación en las mismas a través de las aclamaciones del pueblo,
las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones,
los gestos y posturas corporales, guardando además, a su debido tiempo, un
silencio sagrado (SC 30)
Los acólitos, lectores,
comentadores y cuantos pertenecen a la Schola Cantorum, desempeñan un auténtico
ministerio litúrgico, debiendo ejercer su oficio con la sincera piedad y orden
que conviene a tan gran ministerio. Por ello, es preciso que cada uno esté
profundamente penetrado del espíritu de la liturgia y sea instruido para
cumplir su función debida y ordenadamente. (SC 29)
El último tercio del siglo XX supuso
un giro trascendental en la vida de nuestras hermandades y Cofradías. Aparte de
otros cambios, y al hito que supuso la aparición de las cuadrillas de hermanos
costaleros y las bandas de música, hay que sumar la incorporación de los
hermanos jóvenes como integrantes de los cuerpos de acólitos que acompañan a
nuestras sagradas imágenes en la estación penitencial, que poco a poco también
fueron incorporados para ejercer la funciones propias en los cultos anuales.
Los que hemos tenido la suerte de
participar como acólitos en los cultos de nuestras hermandades, recibíamos la
justa formación que en cada momento el miembro de Junta de Gobierno
correspondiente nos podía aportar, complementado con la experiencia personal de
cada uno, normalmente por lo aprendido al participar en los cultos de nuestra
hermandad.
Pese a lo anteriormente expuesto,
es cierto que ha existido siempre una gran laguna formativa sobre el tema litúrgico
que ha abarcado desde los propios jóvenes que hemos actuado como acólitos hasta
los miembros de Junta que nos tenían que dirigir, signo evidente que la
Constitución sobre Sagrada Liturgia aún no ha calado todo lo hondo que debiera.
Para subsanar esto, la Junta de Oficiales de la que me honro en pertenecer, tiene
como una de sus prioridades la formación de los hermanos, sobre todo en su
dimensión litúrgica, y así acometimos la tarea de preparar un curso para
nuestros acólitos con el que dar a conocer los fundamentos de la liturgia, así
como la propia estructura de la celebración eucarística, imprescindible para
ejercer correctamente las funciones del servicio del altar.
Los objetivos que nos marcamos al
diseñar esta experiencia son los siguientes:
Ø
Formar a nuestros hermanos jóvenes en el
conocimiento de la Liturgia y en la Celebración de la Eucaristía, como eje
principal de nuestros cultos en los que toman parte como acólitos.
Ø
Presentar los instrumentos para que nuestros
cultos se adecuen a la liturgia actual y al espíritu del Concilio Vaticano II.
Ø
Sensibilizarles de la importancia de su
participación en las celebraciones como asistentes del Altar y la motivación
que la misma ejerce en el resto de hermanos animando la participación activa de
toda la comunidad.
El pasado 22 de Noviembre,
realizamos la primera edición de este curso que pretendemos continuar en años
sucesivos en base a la necesidad de formación hacia nuestros hermanos y a la
altísima participación en el mismo de mas de 30 Hermandades de Sevilla y su
provincia, y además de Hermandades de las provincias de Jaén, Cádiz y Córdoba,
contando con una nutrida representación de vuestra Hermandad, gracias a la cual
podemos compartir vivencias e inquietudes y estrechar lazos fraternos entre
nuestras respectivas corporaciones. Esto ha sido posible gracias a contar con
la colaboración de la Fundación Juan Moya, constituida en recuerdo de los
cofrades sevillanos Juan Moya García y Juan Moya Sanabria y cuyo fin es la
formación de los cofrades. Es nuestra intención complementar esta formación con
otras acciones dirigidas a nuestros hermanos mas pequeños que actúan como
monaguillos en los cultos y en la estación penitencial, ya que son los futuros
acólitos de nuestras corporaciones.
Afortunadamente, el trabajo
realizado esta dando su fruto, porque independientemente de la importante
participación en la sesión formativa, numerosas Hermandades y Parroquias nos
han solicitado los materiales utilizados en el curso y esto es importante sobre
todo porque la autentica formación es la que realizamos en el seno de nuestras
Hermandades, porque es nuestra comunidad y donde sabemos que necesidades
particulares tenemos. Por tanto nuestra tarea adquiere tanto más valor cuantas
más corporaciones y comunidades puedan beneficiarse de ella para ponerla en el
seno de las mismas.
Se puede decir que hemos cumplido
los objetivos que inicialmente nos habíamos marcado, porque como ya hemos
explicado se ha “formado” a los asistentes en el conocimiento de la Liturgia y en la
celebración de la
Eucaristía, en la que participan como acólitos (servicio del
altar); se les ha facilitado numerosa bibliografía y sitios de consulta en
internet donde poder seguir profundizando sobre el tema; y se ha tratado en
todo momento de hacerles ver que los acólitos como “ministros del altar” que
son, tienen un papel importantísimo en
la celebración eucarística, bien por el ministerio que desempeñan, bien por el
ejemplo que, con el ejercicio del mismo, dan a la comunidad cristiana, Asamblea
constituida en cada Hermandad que celebramos juntos los misterios del Señor.
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