Las
hermandades y cofradías son asociaciones de fieles en el seno de la Iglesia,
que nacen como punto de reunión y encuentro de las personas en torno al
misterio de la vida de Jesús y María, bien sea recordando su pasión, muerte y resurrección
(las de penitencia); adorando a Jesús Sacramentado (las sacramentales) o venerando a la Stma. Virgen, a los Santos o
recordando alguna advocación de gloria de Ntro. Señor (las de gloria).
En
la Iglesia todas las celebraciones se hacen en comunidad: la asamblea que
celebra es la comunidad de los bautizados; y en las cofradías, Como parte de
ella que somos, todo se hace también en comunidad.
La
Estación de Penitencia es la celebración por excelencia de la cofradía, y se da
la paradoja que aunque sea una celebración comunitaria en la que la hermandad
peregrina unida hacia la morada del Padre representada en la Catedral, cada uno
la realiza individualmente en la intimidad que nos ofrece el habito
penitencial.
Foto: Laalacenadelasideas.blogspot.com.es |
Para
que este momento individual, pero colectivo a su vez, de unión y oración con el
Padre sea verdaderamente fructífero hay que estar en gracia de Dios, y para
ello se procuran tener confesores suficientes para que antes de iniciarla todos
podamos participar del sacramento de la penitencia.
En
mi humilde opinión, donde realmente se pone de manifiesto este verdadero sentido
de hermandad y de comunidad que celebra unida la pasión, muerte y resurrección
del Señor, es el abrazo que nos damos los nazarenos al saludarnos cuando
entramos en la capilla para disponernos a realizar la estación penitencial. Mateo
Alemán en la regla que hizo para la Archicofradía de Jesús Nazareno (El
Silencio) ya plasmaba el abrazo como símbolo de perdón y unión con los hermanos.
“Y
estando allí verdaderamente contritos y confessados comience el hermano maior y
los alcaldes con todos los demás oficiales y hermanos, cada uno de por sí, a
dar la vuelta por todos, abrasándose en señal de verdadero amor, los vnos a los
otros, pidiéndose perdón si por descuido se ubieren injuriado:
Dice el que abraza: Hermano mío,
perdóname, porque Dios te perdone, y ámame, porque Dios te ame.
Responde el que recibe el abrazo:
Hermano mío, yo te perdono, y te amo de buena voluntad.”
Foto: Eloísa Humanes |
Desde mi
experiencia, pocas cosas hay tan gratificantes como el abrazo de los hermanos
vestidos de nazareno deseándose buena estación de penitencia, y será tanto más
valioso si hemos compartido el año con nuestros hermanos trabajando juntos codo
a codo por nuestra hermandad y conviviendo en ella con todos desde el hermano
mayor hasta el más pequeño de ellos.
En
nuestras manos está el abrir las hermandades e integrar en ellas a los nuevos
hermanos para que todos puedan experimentar esta emoción al igual que enseñarlo
a nuestros hijos, de esta forma la estaremos perpetuando al transmitir a las
nuevas generaciones estos sentimientos, al igual que nuestros mayores hicieron
con nosotros.
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