jueves, 10 de julio de 2014

El abrazo del Nazareno

Las hermandades y cofradías son asociaciones de fieles en el seno de la Iglesia, que nacen como punto de reunión y encuentro de las personas en torno al misterio de la vida de Jesús y María, bien sea recordando su pasión, muerte y resurrección (las de penitencia); adorando a Jesús Sacramentado (las sacramentales)  o venerando a la Stma. Virgen, a los Santos o recordando alguna advocación de gloria de Ntro. Señor (las de gloria).
 
En la Iglesia todas las celebraciones se hacen en comunidad: la asamblea que celebra es la comunidad de los bautizados; y en las cofradías, Como parte de ella que somos, todo se hace también en comunidad.
 
La Estación de Penitencia es la celebración por excelencia de la cofradía, y se da la paradoja que aunque sea una celebración comunitaria en la que la hermandad peregrina unida hacia la morada del Padre representada en la Catedral, cada uno la realiza individualmente en la intimidad que nos ofrece el habito penitencial.
 
 
Foto: Laalacenadelasideas.blogspot.com.es
Para que este momento individual, pero colectivo a su vez, de unión y oración con el Padre sea verdaderamente fructífero hay que estar en gracia de Dios, y para ello se procuran tener confesores suficientes para que antes de iniciarla todos podamos participar del sacramento de la penitencia.
 
En mi humilde opinión, donde realmente se pone de manifiesto este verdadero sentido de hermandad y de comunidad que celebra unida la pasión, muerte y resurrección del Señor, es el abrazo que nos damos los nazarenos al saludarnos cuando entramos en la capilla para disponernos a realizar la estación penitencial. Mateo Alemán en la regla que hizo para la Archicofradía de Jesús Nazareno (El Silencio) ya plasmaba el abrazo como símbolo de perdón y unión con los hermanos.
 
 Y estando allí verdaderamente contritos y confessados comience el hermano maior y los alcaldes con todos los demás oficiales y hermanos, cada uno de por sí, a dar la vuelta por todos, abrasándose en señal de verdadero amor, los vnos a los otros, pidiéndose perdón si por descuido se ubieren injuriado:
Dice el que abraza: Hermano mío, perdóname, porque Dios te perdone, y ámame, porque Dios te ame.
Responde el que recibe el abrazo: Hermano mío, yo te perdono, y te amo de buena voluntad.”
 

Foto: Eloísa  Humanes
Desde mi experiencia, pocas cosas hay tan gratificantes como el abrazo de los hermanos vestidos de nazareno deseándose buena estación de penitencia, y será tanto más valioso si hemos compartido el año con nuestros hermanos trabajando juntos codo a codo por nuestra hermandad y conviviendo en ella con todos desde el hermano mayor hasta el más pequeño de ellos.

 
En nuestras manos está el abrir las hermandades e integrar en ellas a los nuevos hermanos para que todos puedan experimentar esta emoción al igual que enseñarlo a nuestros hijos, de esta forma la estaremos perpetuando al transmitir a las nuevas generaciones estos sentimientos, al igual que nuestros mayores hicieron con nosotros.
 

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