Las hermandades, aun en estas
circunstancias adversas, saben sacar lo mejor de sí mismas para demostrar que
si sabemos luchar contra las dificultades.
Sé que esta
semana voy tarde. Si, en mi compromiso personal de compartir alguna reflexión
sobre la semana santa que nos gusta, compartimos y amamos, esta semana voy
tarde. Porque los acontecimientos no se han sucedido, se han precipitado y de
una manera inimaginable hasta el momento. Virus, contagio, pandemia, todo esto
nos tiene absorbidos, absortos, preocupados, con miedo, rabia, coraje,
desengaño, impotencia… Todo lo que pudiéramos poner sería verdad y además
rematado con la noticia de la suspensión de las procesiones. ¿Pero vamos desde
cuando habéis llamado desfiles procesionales
a las cofradías? (Es verdad vecino, ¿Cuándo las hemos llamado así?) Pues
simplemente es para recalcar que se suspenden la procesiones o las cofradías en
la calle, o como lo queramos llamar, pero la semana santa no. La semana santa no se puede suspender
porque: primero es la celebración de la pasión muerte y resurrección de Jesús,
y esto lo vamos a celebrar bien sea con procesiones (cuando se pueda), con las
celebraciones litúrgicas (bien en las parroquias o bien por radio tv o
streaming), y también desde el recuerdo personal de cada uno en tanto que las
hermandades forman parte de nuestra vida cotidiana, aunque de esto hablaremos
en otra ocasión.
Pero las
hermandades, aun en estas circunstancias adversas, saben sacar lo mejor de sí
mismas para demostrar que si sabemos luchar contra las dificultades y en estos
momentos que debemos quedarnos en casa en tanto se controle la situación, nos
movilizamos para atender en sus necesidades a tantos mayores que no deben salir
de sus casas para ayudarles en sus compras y para que sientan que aunque dentro
de sus casas no están solos en esta batalla. O para ayudar a familias que tiene
la obligación de acudir a sus puestos de trabajo: sanitarios, fuerzas de orden público,
comercios de alimentación, transportistas, todos aquellos que por su profesión
han de atender las necesidades de la comunidad pero que también precisan de
ayuda para el cuidado de sus familias. Claro que esto no es exclusivo de las
hermandades, bastantes jóvenes también se han ofrecido a través de RRSS a quien
les pueda necesitar, algo también digno de elogio y aplauso.
Simplemente dos ejemplos de lo que se
puede hacer en momentos de necesidad: el servicio a los demás y la oración en
común.
Y no es solo
esto, que no es poco, las hermandades también nos emplazan para la oración,
como fin principal de las mismas: dar culto a Dios en la contemplación de algún
misterio concreto de la pasión del Señor. Oración que, como todo en la
hermandad, es un acto individual de encuentro y dialogo con Dios y a la vez
algo que hacemos en común los hermanos, pues aunque lo hagamos en distinto
momento y lugar nuestra intención es igual para todos y más en estos momentos
que pedimos por la erradicación de la enfermedad y salud para todos.
Simplemente dos ejemplos
de lo que se puede hacer en momentos de necesidad: el servicio a los demás y la
oración en común. Así de simple y así de definitivo. Por eso las procesiones se
podrán suspender pero mientras existan nuestras hermandades la semana santa
existirá siempre.
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