domingo, 8 de marzo de 2020

Besapiés


El besapiés supone un elemento añadido a este valor que tienen las imágenes por cuanto el pueblo no solo ve en ellas a Jesús, sino que nos lo acerca donde nuestro entendimiento humano lo percibe como algo cierto, real, cercano, tangible…

“El orgulloso Rey David ha dejado su arpa con forma de cruz y comparece maniatado: es primero de marzo en San Antonio Abad.”  Con estas breves, y a la vez rotundas palabras, nos situaba Carlos Colon en su pregón de la Semana Santa del ya lejano 1996 en el besapiés de Jesús Nazareno. Besapiés que marca un día grande en lo que es el año de la cofradía, pues constituye ese acercamiento de la imagen a los fieles que nos afianza nuestra fe y la devoción a Jesús y María. La fe es la creencia y esperanza personal en la existencia de un ser superior que se manifiesta por encima de la necesidad de poseer evidencias que demuestren la verdad de aquello en lo que se cree. Aunque no necesitemos tener dichas evidencias que justifiquen nuestra fe, la misma se ve reforzada cuando tiene algún punto de apoyo, y uno muy importante son las imágenes sagradas.

La misma Iglesia, desde antigua tradición impulsada por el Concilio Niceno II, defiende la veneración de las imágenes sagradas no solo como hecho litúrgico significativo, sino como un elemento relevante de la piedad popular en tanto que los fieles rezan ante ellas, se adornan con luces y flores, se llevan en procesión, se colocan en nichos o templetes en el campo o en las calles… Pero siempre teniendo en cuenta que se debe tener una formación adecuada sobre esta veneración a las imágenes que la fundamente en una concepción teológica adecuada, porque las imágenes no son objeto de culto en sí, sino como representación que son de Cristo glorificado;  memoria de los santos en ellas representados y estímulo para su imitación pues el fiel tiende a imprimir en su corazón lo que contempla con los ojos; como forma de catequesis, puesto que a través de ellas el pueblo es instruido y confirmado en la fe por cuanto nos ofrecen medios para recordar y meditar estos artículos de la fe. Pero lo fundamental es que no se las venera por si misma sino porque los honores que se les tributan se refiere a las personas a las que representan.

Acércate y disfruta de Él, de su presencia, de su cercanía, de ese pellizco que te sobrecoge el alma cuando sientes que El Señor verdaderamente posa sus ojos en los tuyos.

El besapiés (o besamanos) supone un elemento añadido a este valor que tienen las imágenes por cuanto manifiesta un acercamiento de las mismas al pueblo que, no solo ve en ellas a Jesús, María y los Santos, sino que nos los acercan aún más donde nuestro entendimiento humano los percibe como algo cierto, real, cercano, tangible, y donde nuestro beso es la manifestación de nuestro respeto, cariño, veneración, o lo que es lo mismo, la representación visible de nuestra fe. ¿Qué supone entonces el hecho que por las actuales circunstancias sanitarias no podamos tener contacto físico con la imagen mediante el tacto o el beso?

Este fin de semana, primer viernes de marzo, he vivido en primera persona un besapies sin besos. Hay que reconocer que en un primer momento supuso una relativa incertidumbre sobre que había que hacer o no: ¿Puedo acercarme? ¿Está el paso abierto? ¿Qué hago, me dirán algo? Nada no te vamos a decir nada, solo acércate y disfruta de Él, de su presencia, de su cercanía, de ese pellizco que te sobrecoge el alma cuando sientes que El Señor verdaderamente posa sus ojos en los tuyos. Si bien cuando nos acercamos a besar su pie, nos centramos tanto en ese beso y lo que representa que perdemos de vista su imagen, el prescindir del tacto y del contacto nos ha llevado a que todo lo hayamos fundamentado en ver su imagen y sentirla a nuestro lado a nuestro nivel. En cierta medida lo sentí como cuando los ciegos suplen la carencia de los ojos mediante las yemas de sus dedos, nosotros hemos suplido nuestros labios y manos por sentirlo a través de nuestros ojos. Y sinceramente, ver las caras de cuantos salían del besapies ha sido la demostración que, aunque sin beso, el objetivo está cumplido. Besapies, viacrucis, o incluso el paso procesional… acerquemos las imágenes.


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