Publicado en el Blog "El Sanedrín" de la web ElCostal.org
Como bien es
sabido, la cuaresma es el tiempo de preparación de todos los cofrades para la
semana santa y sobre todo para celebrar nuestra gran Gloria que es la
Resurrección del Señor. Este tiempo de preparación, y como parte de la misma,
es el momento por excelencia de los cultos principales de nuestra cofradías
siendo habitual en los mismos el reconocer la fidelidad de los hermanos que
cumplen 25, 50 o 75 años de pertenencia a la Hermandad.
Esto es toda una
vida. Siendo como son las hermandades el núcleo vertebrador de la vida de la
ciudad desde siglos y, por ende, también tienen con las “familias” una
simbiosis perfecta por las que unas se reconocen en las otras y viceversa: la
pertenencia a una hermandad supone un signo más de identidad de la persona que
le marcará para siempre como cualquier otro rasgo de su persona.
Algunos habrán
tenido la suerte de vivir su pertenencia a la hermandad desde su nacimiento,
otros habrán llegado más tarde, pero lo que no tiene duda es que todos los han
vivido con el mayor amor a sus Titulares (esto es a Jesús y a María) y con toda
la unidad posible con sus hermanos de corporación. Es muy normal que cuando se
entregan estos reconocimientos los más jóvenes de la hermandad se pregunten: ¿y
este hermano quién es? Pues muchos, quizás la mayoría, no son habituales en el
día a día de su hermandad, no porque sientan desapego sino porque por sus
“geografías” y sus circunstancias particulares no son asiduos de las casas de
hermandad.
Hoy quiero
acordarme precisamente de todos aquellos hermanos que pasan desapercibidos en
el día a día de su hermandad, pero que tienen su forma particular de vivir esa
fidelidad a la misma: Así ese hermano que gusta de visitar la capilla a esas
deshoras en las que pueden disfrutar casi a solas de un rato de oración co el
Señor y la Virgen de sus amores; ese hermano que asiste a todos sus cultos,
normalmente sentado en un banco discreto sin llamar la atención; de ese hermano
que de la manera más anónima posible saca su cirio o su cruz sin pensar nunca
en otro puesto en la cofradía que no sea éste, el suyo; de ese hermano que vive
lejos de la ciudad y que solo puede venir para salir de nazareno o en muy
contadas ocasiones; de ese otro hermano que ni siquiera puede salir en la
cofradía pero que nunca falta a su cita con la Buena Muerte en la plaza de la
Contratación viéndole subir por San Gregorio; de ese hermano que por mala salud
o por mucha edad ya ni siquiera puede ir a su hermandad por sí mismo y necesita
de algún cirineo que le lleve… (¿no les suena de algo cirenear…?)
A todos y cada
uno de ellos va dedicado este recuerdo. Muchos cumplirán 25, 50, 75 años con su
hermandad: ¿se puede pedir más fidelidad? ¿Es posible cuantificar ese cariño
sentido, manifestado y demostrado aunque sea desde el más absoluto anonimato?
Evidentemente no. Pero lo que sí está en nuestra mano es manifestar que su
hermandad también les quiere y les necesita y cuenta con ellos. Por eso en la
próxima comida de hermandad, cuando les entreguen el diploma por sus muchos
años de pertenencia a la cofradía, no olvidemos aplaudirles muy fuerte y darles
la enhorabuena por sus años de fidelidad, pues así les devolveremos con cariño
tantos años de oración por sus hermanos.
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