El tiempo…
cuanto nos da que hablar y cuantos aspectos diferentes se encierran en el. Que
distinta significación adquiere según el prisma desde el que lo consideremos y
cuan distintas se ven las cofradías dependiendo de cómo lo enfoquemos. Lo hemos
visto relacionado con el espacio, hemos hablado de su relatividad, puede
detenerse como nos demostraba la Virgen de la Victoria en su Rosario de ida a
la Catedral en vísperas de su Coronación, incluso lo podemos adelantar en base
a la prisa que tengamos por vivir los acontecimientos deseados que están por
llegar. Otra cuestión, otra cualidad, otro punto de vista para ver el tiempo es
su subjetividad. Como decía Campoamor “nada es verdad ni mentira, todo es según
el cristal con que se mira...” y el tiempo no va a ser una excepción. Cada
observador tiene una distinta percepción del mismo que dependerá de la
personalidad y mentalidad propia de cada uno.
Un aspecto en el
que se pone de manifiesto esta distinta percepción del paso del tiempo es la
pertenencia a la hermandad. Hay personas para las que llevar tres años como
hermano puede ser un mundo, teniendo la convicción de que es antiguo en la
corporación. Otros por el contrario aun llevando treinta o más años en la
nómina no se consideran con derecho de antigüedad mientras vivan los hermanos
mas veteranos que nos aportan sus conocimientos, sabiduría, experiencia y
vivencias de hermandad, en definitiva quienes nos enseñan lo que significa ser
hermano de la corporación y a interiorizar sus valores, idiosincrasia y
filosofía. Aunque todas las hermandades se rijan por los mandamientos de Dios y
de la Iglesia, cada una tiene su propia forma de vivir el Evangelio, de imitar
a Jesús Nazareno apoyados en los diferentes misterios de su Pasión Salvadora.
De igual manera,
ahora que se ha reabierto al culto la iglesia de Santa Catalina, los casi tres
lustros que ha permanecido cerrada los percibimos de distinta forma cada generación.
Algunos, como mis hijas, no conocen la iglesia salvo cerrada; para otros, con
mas canas, es parte de nuestras vidas y recordamos también como algunas
cofradías encontraron refugio entre sus muros cuando sus templos hubieron de
rehabilitarse, como la hermandad de la Redención o Los Gitanos (impresionante
el besamanos del Señor de la Salud en la Capilla Sacramental de Santa
Catalina). Parece que fue ayer cuando sucedía esto y a los hermanos de la
Exaltación, el Carmen y Santa Lucía seguro les ha parecido una eternidad…
Otra diferente percepción del tiempo la tenemos cuando estamos esperando en un determinado lugar a que pase una cofradía y luego la vemos procesionar como me ocurre cada Domingo de Ramos en Conde Torrejón esperando la Amargura. Media hora esperando a que llegue no tiene fin, pero cuando asoma la Cruz de Guía por calle Feria con esa personalísima y eterna forma de portarla, manos cruzadas en el stipes, el tiempo vuela como un relámpago y en un pis pas estamos contemplando la trasera del palio en su camino a las Siete Puertas…
Lo que sí es
objetivo es que cuanto mas jóvenes somos, mas lenta es la forma que percibimos
el paso del tiempo, mientras que la edad parece que hace galopar al reloj. Es
mucho más corto el tiempo una vez transcurridos los diferentes eventos, que en
la espera de lo que está por suceder, por eso es importante que vivamos con
intensidad cada momento sobre todo aquellos que suponen una preparación, como
el adviento para la navidad o la cuaresma para la semana santa. Porque unas
vísperas vividas con intensidad en la hermandad supondrán una semana santa
plena que rubricaremos cada año en ese abrazo con nuestros hermanos vestidos de
nazareno deseándonos “buena estación”.
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