El tiempo anticipado
El pensamiento nunca
está quieto por eso es inevitable que vuele a sus anchas en cada cosa que nos
acontece. Viene esto al caso a que el otro día mi hija, que es cansina de
semana santa como el resto de la familia, me pregunta si conocía una marcha de
agrupación. La verdad es que en principio me quedé un poco en fuera de juego pues,
por definición, soy de palio, pero como es imposible no emocionarse con una
buena marcha ya sea de palio, cornetas o agrupación, disfruté ese momento con
doble motivo: primero porque siempre es maravilloso hacer algo con nuestros
hijos, y segundo porque la propia marcha invita a ser saboreada.
Justo en ese momento
empieza la mente a trabajar y, mientras escuchaba esta composición, no podía
dejar de evocar en mi mente el paso de misterio de la hermandad de Jesús
Despojado. Porque dentro de cada estilo de música cofrade, cada hermandad tiene
asociada alguna marcha en particular, si hacemos el ejercicio de recordar una
hermandad cualquiera comprobaremos como indefectiblemente la asociamos a alguna
marcha concreta. Absorto en estos pensamientos, se reproduce en el YouTube de
turno la siguiente marcha en lista, otro clásico de agrupación: “La Saeta” de
Serrat y es entonces, uniendo los versos de Machado a la recreación de la
hermandad de Jesús Despojado, cuando viene la eterna pregunta: si tenemos
delante un misterio en uno de los momentos más dramáticos de la pasión del Señor
instantes previos a ser clavado en la cruz, ¿por qué lo celebramos con alegría,
palmas, música festiva y túnica blanca?
Volvamos la vista
atrás. En sus orígenes las hermandades son asociaciones de fieles que se reúnen
para meditar y reflexionar en torno a algún misterio de la pasión del Señor.
Asociaciones de muy diverso origen, ordenes terceras, gremios de artesanos y
trabajadores, cada uno con diferentes formas de celebrar, unas con mayor rigor
penitencial y otras con un carácter más popular y jubiloso. ¿De dónde viene
esta efusión de fiesta popular en nuestra semana santa? Porque el pueblo, desde
lo más profundo de su ser, ya siente que debe celebrarla con gozo. Carlos Colón
en su pregón de la Semana Santa de 1996 nos dio la clave hablando del Dulcísimo Jesús Nazareno: ¿Qué
mirada como la tuya, que ve la Pasión desde la Resurrección, ya símbolo sereno
de un dolor pasado? Porque la semana santa es como esa película que, de
tantas veces vista, le anticipamos el final desde los créditos iniciales, y
como sabemos de su final feliz no nos agobian en exceso las penalidades
sufridas por el protagonista. Porque Antonio Machado no fue objetor de nuestra
semana santa, sino alguien que nos mostró que es a Jesús vivo y resucitado a
quien debemos celebrar, que contemplarle crucificado no es más que una
fotografía del momento inmediatamente anterior a su gran triunfo.
Por eso suena “A la Gloria” en el Compas de la Laguna y por
esto Jesús Despojado viste de blanco. Por eso juegan los niños en la “rampla”
del Salvador y estrenamos primavera y ropa nueva cada domingo de ramos. Y por
eso nuestro íntimo Resucitado va montado en una borriquita, porque frente a quienes
nos dicen que celebramos la muerte en vez de la resurrección yo les digo “fíjate
si nos gusta la resurrección que, para celebrarla como se merece, la anticipamos una semana”.
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