martes, 10 de diciembre de 2019

El Adviento de Sevilla


La iglesia tiene su propio calendario de celebraciones llamado el año litúrgico que se divide en diferentes tiempos según el momento de la vida de Jesús que se recuerde. Por su importancia el día principal es el domingo de  Resurrección, al que le sigue el tiempo de Pascua en el que celebramos a Jesús Resucitado, siendo precedido por otro tiempo de preparación, que es la Cuaresma y Semana Santa. El segundo día en importancia el año litúrgico es el día de Navidad al que le sigue otro tiempo de gozo, siendo  también precedido por otro tiempo de preparación: el Adviento. El resto del año es el tiempo llamado ordinario. La ciudad, por su forma tan particular de ser,  hace suyos estos diferentes tiempos litúrgicos y los adapta a su idiosincrasia, estilo y personalidad. Como nada es por azar, Sevilla hace gala de su título de “Mariana” que, si bien es de reciente incorporación a la leyenda de su escudo, le viene por una tradición de siglos de gran fervor mariano, porque ve las fiestas del Hijo a través de los ojos de la Madre, acomodando estos tiempos de la Iglesia a las celebraciones de la Virgen que se corresponden a las fechas cercanas.

Así el Adviento, que constituye la espera del nacimiento del Hijo de Dios, la ciudad lo adelanta  recibiendo el aviso de su llegada cuando se nos muestra la Esperanza Macarena vestida con el luto propio del mes que recordamos a quienes ya están con el Padre intercediendo por nosotros. Ver a la Macarena de negro es una llamada en nuestro calendario particular, pues nos indica la certeza que todo acaba y vuelve a empezar: siendo el anuncio de los días grandes que se empiezan a presentir. El 21 de Noviembre el adviento se engrandece y nos muestra la unión trascendente de quien siendo la Madre de Dios, aún en la espera gozosa de su nacimiento, ya siente sobre si la funesta espada profetizada por Simeón y por eso besamos la mano de quien el Todopoderoso colmó de Amargura en el aniversario de su coronación canónica.

 Tras la dulce mirada de la mas amarga Señora, continua el Adviento celebrando la Presentación de la Madre, vistiendo a la Estrella de hebrea y proclamando a todo el mundo en general que María fue Concebida Sin Pecado Original, haciendo a esta fiesta el núcleo central de este tiempo, porque en la historia fue activista en la defensa de ésta piadosa creencia entonces y hoy dogma de la Iglesia, gracias a voces como la Primitiva Hermandad de los Nazarenos, de la Orden Franciscana y la Hdad de la Santísima VeraCruz  - no se sabe a ciencia cierta donde empieza la hermandad y dónde termina la orden en los asuntos inmaculistas de la ciudad -, a los hermanos de Los Negritos que vendieron su libertad para sufragar cultos a la Inmaculada Reina de los Ángeles, a los sacerdotes de San Pedro Advíncula, y tantas otras instituciones que, en definitiva, conforman la ciudad en pleno. La Fiesta de la Inmaculada es el “Gaudete” de nuestro singular adviento porque es la alegría de cantar las excelencias de tan pura Virgen y dolorida Madre al recibir el más alto privilegio otorgado por Dios.

En la recta final celebramos a la Virgen de Loreto y Guadalupe: la que portaron su casa los ángeles y la que es Reina de la Hispanidad. Tendremos repique a fiesta grande en la giralda y campanas al vuelo en la Calzada por el júbilo de los XXV años de Encarnación Coronada. Y finalizamos nuestro adviento el día de las Esperanzas, porque las que están en la espera gozosa del Hijo nos tienden su mano para que sea nuestro beso, una vez más, el que rubrique nuestro amor por la Madre de Dios en una Navidad que cada año nos anticipa la Macarena cuando desciende de su altar en diciembre, marcando el final de este tiempo que Ella misma inició, siendo por tanto el alfa y el omega del adviento de Sevilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario