Así como Tomás de Aquino, en la “Suma”,
nos ofrece cinco vías o caminos para demostrar la existencia de Dios, cinco
pueden ser las formas diferentes como un hermano puede llegar a su hermandad: vinculación
de familia, barrio, amistades, por una buena acogida o solo por su devoción.
“Daenerys de la Tormenta de la Casa Targaryen, La Primera de su Nombre,
Reina de Meereen, Reina de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres,
Señora de los Siete Reinos, Khaleesi del Gran Mar de Hierba, La que no Arde,
Protectora del Reino, Rompedora de Cadenas, Madre de Dragones.” Para muchos de nosotros este
principio resulta muy familiar, pues son los títulos de presentación de un
personaje de la muy famosa serie “Juego de tronos”, superproducción que tiene
varios de sus escenarios en nuestra ciudad. Desde la primera vez que escuché
estas credenciales me llamó mucho la atención el primero de sus títulos: “La primera de su nombre…”,
refiriéndose, como no, a la costumbre de llamar a los reyes y papas no solo por
su nombre de gobernante -rey o pontífice- sino, en el caso en que hayan
existido otros anteriores con el mismo nombre, le sucede un número ordinal que
se refiere al lugar que ocupa dicho rey o papa en la historia, así en la nuestra
reciente nuestro actual Rey Emérito en nuestro recuerdo siempre es Juan Carlos
I (el primero de su nombre).
Viene esto a colación de la
reflexión que publicaba días atrás sobre la importancia de la familia
en la hermandad: como vinculación, como institución que aporta nuevos hermanos
y, como no, con la responsabilidad de la hermandad de ser un instrumento más de
apoyo y cuidado a ésta institución fundamental de nuestra vida afectiva y
familiar. El motivo de la reflexión de
hoy no son las familias, sino aquellos otros hermanos que llegan a la hermandad
individualmente sin tener una relación previa de linaje o parentesco, siendo
por tanto los primeros de su nombre que se integran en la nómina de la
corporación. Así como Tomás de Aquino, en la “Suma”, nos ofrece cinco vías o
caminos para demostrar la existencia de Dios, cinco pueden ser las formas
diferentes como un hermano puede llegar a su hermandad: vinculación de familia,
barrio, amistades, por una buena acogida o solo por su devoción.
Cada uno, en su haber, sabrá la
forma en como ha llegado a su hermandad o hermandades de las que sea miembro. En
mi caso la tengo tanto por vinculación familiar como por devoción, siendo ésta
última a la que llamo “mi hermandad” y donde tiene lugar mi vida cofrade. Es la
hermandad donde conocí a mis amigos que hoy son el círculo íntimo de mi vida
cotidiana. Es también donde conocí a mi mujer quien, a su vez, llegó a la misma
en esa casualidad de ir acompañando a unos amigos que eran hermanos y, por una
buena acogida, no sólo la hizo centro de su vida devocional, sino que en su
seno formamos nuestra familia; nacieron y se criaron nuestras hijas, quienes
veían en la casa hermandad una prolongación de la suya propia y hoy son parte
integrante y activa de la corporación. Fuimos los primeros de nuestro nombre, y
así como sucedió con nosotros, otros muchos tienen su historia parecida.
En cualquier caso, con o sin familia que establezca su linaje, hay que
reconocerles el mérito de ser pieza activa de la vida de la hermandad,
conocedores de su historia, tradiciones y costumbres como el más antiguo de la
nómina, siendo además los más dispuestos y activos en las tareas de gobierno de
la corporación y en el servicio hacia los demás hermanos.
Pero no solo estamos los primeros de
nuestro nombre, también están los que hasta el momento son los primeros y “únicos”
de su nombre pues, o bien no han formado familia, o por circunstancias dicha nueva
familia no se ha asentado como tal en la hermandad. En cualquier caso, con o sin
familia que establezca su linaje, hay que reconocerles el mérito de ser pieza
activa de la vida de la hermandad, conocedores de su historia, tradiciones y
costumbres como el más antiguo de la nómina, siendo además, en la mayoría de
los casos, los más dispuestos y activos en las tareas de gobierno de la
corporación y en el servicio
hacia los demás hermanos. Si decíamos que era tarea necesaria de la
hermandad cuidar de las familias, como institución y como aporte de nuevos
miembros, no es menos importante que cuide también a los que son “primeros de
su nombre”, como personas comprometidas que suelen ser. Como punto final, resumen
y conclusión, simplemente insitir en la que debe ser tarea fundamental de cualquier hermandad que no es otra que cuidar de sus
hermanos.
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