Las familias, como núcleo de la vida
diaria, han sido siempre parte muy importante de las cofradías, pues las mismas
se entroncan en torno a alguna hermandad y la hacen suya, hasta el punto que no
solo identificamos a algunas familias por su hermandad de pertenencia, sino que
algunas hermandades son conocidas por las familias que integran.
Las hermandades
y cofradías deben en gran medida su origen, y sobre todo su auge, a la piedad
popular como parte del pueblo que son y que las ha hecho suyas, por donde
canaliza y proyecta sus sentimientos religiosos y su amor a Jesús y María. Son
tan propias del pueblo que es éste mismo quien ha hecho posible el nacimiento
de nuevas corporaciones en los barrios de nueva creación donde se ha trasladado
gran parte de la vida cotidiana de la ciudad y por estar las hermandades
históricas vinculadas al centro y barrios antiguos de la ciudad. Las familias,
como núcleo de la vida diaria aunque ahora vivan momentos delicados, han sido
siempre parte muy importante de las cofradías pues las mismas se entroncan en
torno a alguna hermandad y la hacen suya, hasta el punto que no solo
identificamos a algunas familias por su hermandad de pertenencia, sino que
algunas hermandades son conocidas por las familias que integran. Hay familias que
por sus escasos recursos no han sido hermanos de número de la hermandad pero se
sintieron parte de las mismas solo por su devoción y apego; y tenemos también
las familias que han sido grandes benefactoras en su momento y a ellas les
debemos parte del patrimonio que hoy atesoran las hermandades y que disfrutamos
los cofrades cada semana santa. Viene esto al hilo de la noticia de la ponencia
de formación “Las hermandades y la familia” que el Rvdo. D. Marcelino expuso en
el Consejo de Hermandades de Dos Hermanas que, al verla publicada, me hizo
reflexionar sobre el papel que la familia tiene en la hermandad, no tanto desde
la historia, sino mirando el pasado cercano y sobre todo pensando en un futuro
inmediato
Como indicábamos
anteriormente las familias tienen una vinculación muy especial con las hermandades,
que en muchos casos alcanza a varias generaciones las que integran la nómina, y
ese sentido de pertenencia a la hermandad va pasando de padres a hijos y a
nietos. Ya desde la casa y la cuna se vincula a los nuevos miembros de la
familia a la hermandad, constituyendo un acontecimiento la llegada de un boletín
o una convocatoria de cultos, cuanto más el asistir a los mismos conforme se va
teniendo edad, y como participamos con un cirio en la procesión claustral o en
la protestación de fe. Como añoro las procesiones claustrales de Los
Estudiantes por las naves catedralicias con la entonces Banda de la Hiniesta
acompañando al Señor… (Grande Enrique García Muñoz). Ahora que está tan de moda
en las hermandades tener a los hermanos por grupos atendiendo las distintas labores
que se realizan en la hermandad: juventud-priostía-acólitos, costaleros, diputados,
secretaría-comunicación, mayordomía, cultos, caridad, hermanos veteranos,
incluso fotógrafos… ¿por qué no aprovechar a las familias como otro elemento más
que sume a la hermandad? Recuerdo especialmente al Director Espiritual que
tuvimos en VeraCruz a finales de los 80, al Rvd. D. Antonio de Mora, quien tuvo
una idea brillante para celebrar el mes de mayo en honor a la Stma. Virgen de
las Tristezas. Cada día del mes una familia se encargaba de participar en la
misa diaria de la hermandad, dirigiendo el rezo del rosario, las lecturas y
ofreciendo un ramo de flores a la Señora. Además de tener asistencia todos los
días, imaginad como estaba la virgen de flores al finalizar el mes, por no
mencionar los buenos ratos de convivencia que compartimos.
Atendiendo a la premisa que la hermandad
debe favorecer relaciones fraternas entre sus hermanos, en estos tiempos de fragilidad
afectiva, puede ofrecer a las familias un ambiente de cordialidad.
Pero también la
hermandad puede hacer por y para las familias máxime en los momentos actuales
en que la institución familiar no pasa por su mejor momento. Atendiendo a la
premisa que la hermandad debe favorecer relaciones fraternas entre sus hermanos,
en estos tiempos de fragilidad afectiva puede ofrecer a las familias un
ambiente de cordialidad, como me consta que hacen. Y también está ahí que hay
muchas acciones en marcha para mitigar esta situación: escuelas de padres,
centros de orientación familiar, y en general todas aquellas orientadas a las
familias que conlleven un fondo formativo pues la hermandad, aunque sea lugar
de reunión de sus hermanos, no debe ser un mero club social, sino un núcleo de
convivencia donde no solo dar culto a Dios, promover la formación y la caridad
a sus hermanos, sino atenderlos e intentar dar respuesta a sus problemas e
inquietudes, porque cuidar a la familia es cuidar la hermandad.
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