sábado, 3 de abril de 2021

#SoydelaVeraCruz

 Publicado en ElForoCofrade.es

Ser de la Vera Cruz no es solo ser hermano  de una corporación, es formar parte de una gran familia, pues así nos sentimos los hermanos de la Vera Cruz. 



Vivimos un tiempo complicado, hosco, difícil, descorazonador. Cuesta trabajo ver la luz en el final de este sombrío túnel que ha tocado vivir a nuestra generación, al igual que nuestros antepasados sufrieron guerras, gripes, peste… Dos años con la vida secuestrada en busca de esa minimización de daños que nos permitan pasar esta página de la mejor forma posible. Dos años en los que la vivencia de nuestra semana santa a la usanza tradicional, con cofradías en la calle, se ha visto abocada al recuerdo de la arcadia interior de cada uno. Porque si la contemplación de una cofradía en la calle, o la vivencia de la salida en unión a nuestros hermanos nazarenos, hace posible esa unión interior con nuestros seres queridos que ya gozan de la presencia del Padre, que fueron quienes nos enseñaron a amar a Cristo, a la Iglesia y a las hermandades, a vivir en hermandad y a trasmitir estos sentimientos a las nuevas generaciones de jóvenes, estos años esa cercanía quasi espiritual con nuestro padres hemos de vivirla desde la memoria, en esos recuerdos que guardamos en ese rincón secreto del corazón que solo el sentimiento conoce. Quizás sea esto parte de lo que llaman la semana santa íntima…  ¿Y de qué forma creamos dichos recuerdos, los evocamos,  los conservamos, incluso los transmitimos? Mediante la vida en las hermandades y voy a contarles sobre mi hermandad: ¿Qué es ser de la Vera Cruz?

 

Manuel Sánchez del Arco en su “Cruz de Guía” nos dice que primero fue la retórica a la que muy pronto se le impuso la plástica. Los “místicos” no llegaban al pueblo; bien es cierto que no siempre fueron bien estudiados, ni sus obras gozaron de una gran difusión en su momento, teniendo en cuenta que entre místicos y ascéticos son numerosísimas las obras escritas, y que como dijo Menéndez y Pelayo “No hay sistema de Teología que pueda encerrar todos los modos por donde lo divino se manifiesta al alma”. Lo mejor de todo es lo que queda fuera de esta enorme biblioteca, que es lo que las hermandades recogen y nos transmiten: que “Cristo ha muerto explicando una lección de amor universal”.

 

Pasado el tiempo, cuando apenas queda memoria de los escritos, ahí están las hermandades impresionando con la misma fuerza que en los siglos XVI y XVII con sus imágenes procesionales. No es que la imagen tenga más importancia que los escritos, si no que en tiempos donde la cultura no era patrimonio de todos, allí es donde las imágenes llevan y transmiten su mensaje. Fiel al espíritu de Trento la hermandad tiene en la imagen la forma de hablar al pueblo. La plástica ha dado en Sevilla su mejor y más amplia lección sirviendo a la religión en el punto más alto de meditación  que podía ofrecer: La Pasión.

 

La contemplación de Cristo Crucificado sirve para captar más fácilmente el significado del dolor inmenso e injusto sufrido para la salvación del hombre. La devoción al Santo Crucifijo adquiere una singular relevancia en las iglesias dedicadas al misterio de la Cruz y muy especialmente en los conventos. Al paso por las altísimas bóvedas catedralicias y en la estación ante el monumento las cofradías adquieren una severidad claustral. En los lugares donde se veneran reliquias del Lignum Crucis aún se magnifica esa devoción a Cristo en la Cruz. Precisamente la Orden Seráfica, por ser los guardianes y custodios de Tierra Santa, fueron los principales difusores de las reliquias del Santo Madero y por consiguiente del culto a la Verdadera Cruz.

 

En ese marco de mística popular, en ese ambiente conventual de Casa Grande de San Francisco, es donde se nos regaló a Sevilla el Santísimo Cristo de la Veracruz: grave, severa, profundamente doliente, la imagen del crucificado trasciende su propio sufrimiento para, en esa ascética del claustro monacal de los seráficos hermanos, hoy revivida en la capilla del Dulce Nombre de Jesús, abrirnos sus brazos y hacernos partícipes de la gran lección de amor del Calvario. Es ese abrazo el que nos hace partícipes de su Cruz; en ese abrazo es donde unimos nuestra cruz particular con su Cruz Salvadora; es ese abrazo de Jesús en la Cruz el que nos hace hermanos en la Vera Cruz y nos invita cada día a compartirla con El (En tu Cruz, contigo quiero estar…)

Porque al final nuestra elección es aceptar esa cruz que cada día se nos ofrece y se nos regala en ese abrazo de brazos abiertos de quien lleva más de quinientos años diciéndonos: “Toma tu cruz y sígueme”.

Pero ser de la Vera Cruz no es solo ser hermano  de una corporación, es formar parte de una gran familia, pues así nos sentimos los hermanos de la Vera Cruz. Ir a la capilla o a la casa de hermandad no es encontrarte con personas que sienten devoción por la misma imagen de crucificado que tú, es saber que te vas a encontrar con tu familia, con seres queridos quienes nos preguntamos cómo nos va la vida, por nuestros padres e hijos, nos alegramos y felicitamos por nuestros éxitos profesionales o por los de nuestros hijos , lloramos juntos nuestros males y pérdidas, y los que disfrutamos en armonía la cotidianidad de una convivencia en nuestra casa de hermandad al termino del culto que corresponda. Ser de la Vera Cruz es trabajar por y para los demás desde una diputación de caridad que se reinventa cada año, como se hace con las carretillas, para intentar atender a tantos que lo necesitan, o cómo también se hizo desde el centro de educación permanente de adultos que tuvo la hermandad y que a tantos ayudó a conseguir sus estudios básicos, o procurando una buena formación litúrgica de nuestros hermanos, especialmente los jóvenes que son los acólitos en los cultos de la hermandad.  Y lo más importante esta familia no solo se corresponde a nuestra hermandad, sino que gracias a la Confraternidad de la Vera Cruz todas las hermandades que seguimos a Cristo Crucificado como lo visualizamos cada lunes santo tras el Santo Cristo de la hermandad de Sevilla, lo materializamos en los actos y cultos que hacemos en conjunto, fundamentalmente  la anual peregrinación de cada mes de septiembre, y lo demostramos cuando un hermano de la Vera Cruz visita otras localidades y encuentra abiertas las puertas de la Capilla, la casa y los brazos de sus hermanos para sentirnos uno más de la casa, como he vivido en primera persona en mis últimos viajes a Caravaca de la Cruz o Cádiz por citar los ejemplos más recientes, y aprovechar esta oportunidad de volver a mostrar mi agradecimiento por las atenciones recibidas y de hacernos sentir en casa.

 

Ser de la Vera Cruz es algo que va más allá que el ser hermano de una Hermandad. Ser de la Vera Cruz es un sentimiento: es una opción de vida, como dice mi hermano y amigo Francisco Berjano seguramente la mejor elección que podamos hacer.  Pero realmente la Veracruz no viene impuesta, quizás no siquiera se elige; suele llegar como algo puramente casual. El ser de la Vera Cruz es algo que te atrapa y te envuelve, y una vez ese sentimiento ha penetrado en ti, ya no te abandona nunca. Porque al final nuestra elección es aceptar esa cruz que cada día se nos ofrece y se nos regala en ese abrazo de brazos abiertos de quien lleva más de quinientos años diciéndonos: “Toma tu cruz y sígueme”.

Lo mostrado, lo vivido, lo sentido, las deshoras…

 Publicado en inriinformacion.com

“Este año no tenemos pasos, seguiremos sin vestir la túnica y añoraremos ese abrazo cuando de nazarenos entramos en nuestras capillas para la estación penitencial”.



Que la semana santa tiene su origen y fundamento en la tradición católica es algo conocido por todos, como también lo es que el pueblo la ha hecho suya hasta el punto que ha vertebrado la vida de la ciudad en torno a sus hermandades y cofradías, siendo la mayoría de los sevillanos hermanos de alguna corporación, o cuanto menos devoto de algunas de sus imágenes. La pertenencia a una hermandad viene determinada en muchos casos como una tradición familiar, así la propia vida e historia de las familias quedan ligadas a la hermandad, constituyendo las vivencias en la cofradía un acto de memoria y recuerdo hacia nuestros antecesores. Pero no solo la familiar es vía de acceso a una hermandad, sino nuestra vinculación a ellas por cercanía con amigos o por la propia devoción que tengamos hacia sus titulares que, siendo como son asociaciones donde se tributa culto a Dios posiblemente sea de los motivos más de peso para pertenecer a ellas.

 

La semana santa es rodo un espectáculo en sí misma. Hecha por el pueblo y para el pueblo interpreta en clave de sentimiento todo aquello que celebramos desde la óptica religiosa y lo convierte en algo único que engloba en su todo las más variopintas artes visuales, sonoras, olfativas y hasta gustativas que habremos de interpretar desde la doble perspectiva de una gastronomía propia y una exquisitez en los modos y las formas de hacer. Todo ello constituye lo mostrado, lo que el propio y el visitante encuentra cuando interviene en esta explosión de júbilo popular, porque la semana santa si bien hemos apuntado que es un espectáculo pro todo cuanto engloba, no se trata de ninguna representación donde unos interpretan y otros son espectadores del evento, aquí todos somos actores en primera persona y entre todos construimos esta manifestación de la fe, del sentir, del querer, de la propia vida del pueblo. En esta manifestación del alma de la ciudad, cada hermandad tiene su particular “puesta en escena” fruto, imagen y espejo de su historia, personalidad y reflejo de la vida interior de la misma con sus hermanos, y es aquí donde cada uno puede forjarse su idea de cómo es cada corporación.

 

Tras este primer conocimiento, bien por la pertenencia a la hermandad particular, bien a través de acercamientos por amistades o conocidos, o bien por casualidades de la propia vida en mi caso también cantando en los cultos de muchas de ellas, podemos acceder a la vida interior de la corporación conocer su forma de actuar puertas adentro, su forma de celebrar los cultos (que curioso que siendo la celebración de la eucaristía un rito común a todos los católicos en cada hermandad sabe darle ese toque personal que las diferencia unas de otras), conocer sus gentes, sus modos, su acogida… y es entonces cuando a través de los vivido cambia nuestra percepción de dicha hermandad pasa a formar parte de la nómina de nuestro corazón. Porque, independientemente de la devoción que puedan inspirarnos cada una de las imágenes sagradas, nuestro sentimiento hacia dicha hermandad queda condicionado por la experiencia real vivida en su seno.

 

Y es entonces, a partir de esta experiencia vivida, recibimos de forma diferente a la hermandad cuando acudimos a su encuentro en su estación de penitencia. Porque no es solo la imagen singular que proyecta la cofradía en su discurrir sino lo sentido por cada uno al evocar lo que hemos vivido en su interior con sus hermanos. Si una calle en semana santa trae a cada uno la memoria concreta de una hermandad determinada según las emociones vividas al paso de sus sagrados titulares, como es en mi caso particular el Cachorro por O’donnell, cuando una hermandad pertenece a la nómina del corazón solo el discurrir por las calles aledañas de su barrio ya nos manifiesta ese pellizco en el alma que nos une a dicha hermandad, aunque estemos en el mes de agosto, como es mi caso particular en mi barrio de San Pablo o simplemente en las cercanías del Tiro de Línea por citar algún ejemplo.

 

Este año no tenemos pasos, seguiremos sin vestir la túnica y añoraremos ese abrazo cuando de nazarenos entramos en nuestras capillas para la estación penitencial. Tenemos altares extraordinarios (en su doble acepción), exposiciones y muestras que intentan llenar ese vacío de la ausencia de cortejos en la calle. Al igual que esos anuncios que vemos en las parroquias antiguas “por aquí se administran los santos sacramentos a deshoras”, siento esta semana santa como una semana santa de deshoras… al igual que se colocan azulejos de los titulares en las fachadas de los templos para facilitar la oración cuando están cerrados… al igual que cuando acudimos a esa intima visita al Señor cuando la iglesia está recién abierta y estamos solos en su interior en intima comunicación con Él… como lo sentimos en la cercanía de las estampas que guardamos en nuestras carteras, mesitas de noche, o ese lugar privilegiado que le reservamos en nuestras casas… como le siente un nazareno de ruan en la soledad del interior de la túnica aunque vaya en el cortejo con sus hermanos pero sin volver la cara para no alterar la compostura y que nos priva de la contemplación de su imagen pero que marca ese recogimiento interior que solo cada uno puede saber cómo es… incluso en esa otra deshora del parón de una cofradía de capa en la que se experimenta la alegría de compartir el amor por tu Cristo o por tu Virgen repartiendo a los niños medallitas y caramelos que les haga más llevadera la espera… deshoras fueron los viacrucis en streaming vividos desde el confinamiento pandémico… y por supuesto nuestras deshoras este año la conformarán las medidas de seguridad y aforos permitidos en nuestro acceso a los templos…

 

Vivamos, participemos, celebremos, compartamos con nuestros hermanos lo que perdimos el año pasado. No tendremos procesiones pero tenemos a Cristo y a la Virgen que nos esperan con o sin altares extraordinarios, tenemos a nuestros hermanos, con los que podemos asistir este año a nuestros viacrucis del día de la salida, y sobre todo tenemos nuestro sentimiento interior, ese que nos une a la hermandad, seamos o no hermanos, porque pertenece a nuestra nómina del corazón.

 

 

domingo, 13 de diciembre de 2020

Buenos días nos dé Dios


 

“Buenos días nos dé Dios”. Este sencillo saludo al comenzar el día, en el que pedimos al señor nos conceda una buena jornada, formaba parte de la banda sonora de mi infancia y juventud, pues para una de mis tías, hermana de mi madre, era su grito de guerra en las mañanas, apostillado siempre con “y parte en su santa gloria” con lo que no solo le pedimos disfrutar un buen día, sino ser partícipes de la gloria eterna al fin de nuestra vida.

 

Un sencillo y profundo saludo que con el transcurso de la vida fue quedando atrás al no estar tan en contacto diario con quien lo propagaba voz populi cada mañana, pero que años después y gracias al saludo diario en el grupo de whatsapp que compartimos un grupo de amigos de la hermandad, “buenos días nos dé Dios” volvió a ser punto de partida de nuestro día a día. Y, como no podía ser de otra forma, ante este saludo emerge consustancial la jaculatoria familiar “y parte en su santa gloria”.

 

Como dice siempre un conocido tuitero “todo lo que somos ocurre en la niñez” y lo que ocurre en la niñez siempre formará parte de nuestra vida, como esos rosarios que aprendíamos a rezar con nuestras abuelas y que nos vienen a la memoria cuando lo rezamos en los cultos de nuestra hermandad. Por eso, en este tiempo difícil que atravesamos no hay un saludo mejor para nuestras mañanas.

 

Y al igual que hacemos en el rezo de las horas, si en laudes alabamos a Dios por el Mesías con el cántico de Zacarías, en vísperas alabamos al Señor con el saludo de María a Isabel, por eso en la tarde el recuerdo va para la Madre con el Acordaos de San Bernardo, porque nadie que se haya encomendado a Ella se ha visto desamparado.

 

Para quienes creemos, somos cofrades y como tales parte de la iglesia, no hay mejor forma empezar y terminar el día que dando gracias a Dios, pidiendo la protección del Hijo, “buenos días nos de Dios”  y dando un beso a su Madre #Acordaos.



martes, 8 de diciembre de 2020

Días de Jacinto y Celeste

 

Celebramos la Purísima, fiesta que nace del corazón mismo de la ciudad como muestra de su amor desmedido a la Madre del Señor. Dialécticas, riñas, pugnas, coplillas y mucho culto, con visitas al rey y al papa, consiguieron con el tiemp
o la proclamación del dogma Inmaculista. Parafraseando el título de una conocida película ”días de vino y rosas” cuyo argumento ni tiene que ver con lo hablamos ni nos interesa en este momento, quisiera dedicar unas breves líneas a esta gran Fiesta de la Iglesia y cita obligada en el calendario de la urbe fijándome para ello en tres hermandades de especial cercanía para quien escribe que, atendiendo a los colores tradicionales de vestir a las Inmaculadas conforman nuestros “Días de Jacinto y Celeste”

 

En el principio de la disputa las teorías maculista, “la Virgen nació como vos y como yo aunque luego fuese limpiada de pecado”, y la inmaculista “fue preservada de la mancha original desde el primer instante de su purísimo ser” esta última defendida en primera instancia por la Orden de San Francisco que en la ciudad tuvo el apoyo y sustento de la hermandad de la Santísima Vera Cruz nacida en el mismo seno de la Orden en la Casa Grande de San Francisco. Grandes y señalados eran las celebraciones a la Inmaculada en la Casa Grande, que según narran los libros de la época las principales eran las organizadas por la hermandad en las que participaba toda la Orden. De las varias imágenes de la Virgen que llegó a poseer esta hermandad solo perdura en nuestros días la que responde a la antigua advocación de “La Virgen de Tristeza”, que aunque en nuestros días y en su fiesta grande aparezca con sus mejores galas siempre en el negro tradicional de su carácter doloroso, tenemos el testigo y recuerdo de uno de sus libros de reglas (1627)  iluminado por Juan de Herrera y hoy en la Universidad de Sevilla, en que la imagen de la Virgen es la Inmaculada de Jacinto y Celeste.

 

Alto, claro y brillante se expresa la hermandad de la Santa Cruz en Jerusalén que, contando entre sus primitivos hermanos con personas de la más alta influencia en la ciudad, fue el gran eco en la defensa de esta piadosa creencia. Voz de Miguel Cid. Imagen de Pacheco, que aunque en su tratado defendiese que para la Inmaculada se usasen los colores celeste y blanco, gustaba representarla de jacinto y celeste, como también lo hizo su yerno Diego Velázquez: Música original de Bernardo del Toro después popularizada por Correa de Arauxo en las tres Glosas de su Facultad Orgánica, y más cercana a nuestros días reinterpretada por el maestro Eslava y completada por los Alabados de Torres, que son los que conforman la banda sonora actual a nuestros días de jacinto y celeste. Y como no firmado con solemne voto de sangre en defensa de la Concepción Inmaculada de María y rubricado en forma de bandera blanca, espada desnuda y cirio encendido.

 


Y rotundos fueron los hermanos de Los Negritos Fernando de Molina y Pedro Francisco de Moreno, que siendo hombres libres se vendieron como esclavos para con ese dinero sufragar los cultos en honor a La Reina de los Ángeles.  
Foto: A. Rubén González Arellano

No cabe más. Solo el amor que el pueblo le profesa a la Madre del Salvador, de quien antaño se hablaba como la preservada de pecado y de quien hoy decimos que está tan llena de la Gracia de Dios que no había sitio en ella para el pecado y ésto es lo que celebramos en los días jacinto y celeste, en este año tan especial por la pandemia que sufrimos. Por eso, con o sin besamanos, con imágenes en los presbiterios o en los altares pero siempre a la veneración de los fieles, en templos aforados o través de las redes sociales seguimos aclamando:


“Todo el mundo en general,

A voces, Reina, escogida,

Diga que sois Concebida

Sin Pecado Original.”

martes, 14 de julio de 2020

Dejad que se acerquen


Las juntas tienen una tarea fundamental, tanto o más importante que cumplir los fines y las reglas de la corporación, y es garantizar la continuidad de la misma.

Nuestro universo de la semana santa es grande y diverso. Gracias a esta pluralidad manifestada en las diferentes características y personalidad de las diferentes hermandades tenemos el amplio abanico de corporaciones existentes, que en el caso de Sevilla capital son en torno a 60  y solo en el apartado de penitencia. Dentro de un mismo culto publico a Dios en torno a diversos momentos de la Pasión de Jesucristo, nos encontramos diferentes formas de hacer que responden a diversas causas: históricas, geográficas, artísticas… con el resultado tan rico y completo que todos conocemos.

Un aspecto en el que quisiera fijarme es en lo que llamamos la vida de hermandad, en la forma como se desarrolla el día a día de las diferentes corporaciones: grandes, pequeñas, de siglos, nuevas, de centro o de barrio, cada una manifiesta de diversa manera si vida interior durante el año. Hay hermandades que tienen hermanos en sus casas prácticamente todos los días del año, otras que se reúnen principalmente el día del culto semanal, quizás por la localización geográfica en la ciudad de unas y otras, pero algo que si es significativo es la asistencia  de los hermanos más pequeños en la vida diaria de la hermandad, pues son estos hermanos quienes garantizarán la pervivencia de la cofradía. Esto no significa que los niños tengan que ser parte integrante de todas las actividades de la hermandad, pero es innegable que cuanto mas alta sea su participación mas se acentuará su sentido de pertenencia a la institución y reforzará su filiación a la misma a lo largo del los años. Incluso no asistiendo a diario pero sintiéndose acogidos en sus visitas a la hermandad estará mas que conseguido este objetivo, siendo muy importante que se pueda fomentar su participación en la estación penitencial en la medida de las posibilidades, pues somos conscientes que hay hermandades en las que no se puede vestir el habito penitencial hasta los 14 años, aunque tienen puestos singulares para estos hermanos mas pequeños, conviene recordar cuan importante es la labor de los diputados, celadores y canastillas en la acogida de los hermanos.

Quienes siendo niños se sienten parte de la hermandad, casi con total seguridad continuaran vinculados como juventud, pudiéndose integrar en la vida activa de trabajo de la corporación,  pudiendo llegar a ser los miembros de junta del futuro. O puede que sean un simple hermano de cirio o cruz, pero ¿acaso no hacen falta en la nómina simples hermanos de cirio o cruz? Si no hay niños no hay futuro. Las juntas tienen una tarea fundamental, tanto o más importante que cumplir los fines y las reglas de la corporación, y es garantizar la continuidad de la misma, no solo formando buenos candidatos a miembros de junta para el futuro, sino trabajando activamente para mantener el número de hermanos. Para esto es imprescindible hacer atractiva la hermandad más allá de la devoción a los titulares, una buena acogida a los nuevos hermanos  y fomentando el sentido de pertenencia a la casa desde los primeros años  de la vida de sus hermanos. Dejemos que los niños se acerquen y demos vida a la casa, al igual que las familias que se ven tanto más vivas cuando en las mismas hay niños y después nietos.

martes, 30 de junio de 2020

Imagen sagrada

Hechura y unción son el cuerpo y el alma de la imagen sagrada. Una es lo que vemos, lo que podemos medir con criterios más o menos objetivos. De otra parte, la unción, es lo que nos toca el sentimiento y el corazón y, en el corazón, no manda nadie. 



Hemos finalizado el estado de alarma aún con la sombra del virus en los rebrotes conviviendo con nosotros. Nos abrimos paso a recuperar la normalidad en nuestro mundo cofrade. Sin olvidar los momentos de oración por los enfermos, fallecidos y por la erradicación de la pandemia, volvemos a la vida diaria, procesos electorales, cambios de bandas con toda su parafernalia y también posibilidad de cambio de la imagen titular de una corporación. Oportunidad, conveniencia o no para este cambio, no quiero, ni pretendo, dar lecciones sobre el tema pero, con el debido respeto, si quiero reflexionar en voz alta sobre lo que son y lo que representan para quienes somos católicos las imágenes sagradas. 

En sí son representaciones de Dios Padre, Jesucristo, el Espíritu Santo, la Virgen y los Santos que sirviéndose de materiales de este mundo buscan mostrar realidades que son reflejo y signo de lo divino y espiritual. Siendo el hombre un ser social para relacionarse con los demás necesita comunicarse y lo hace por medio del lenguaje, de signos, de imágenes que en el caso de las sagradas pueden expresar mucho más que la propia palabra. La imagen de Dios se nos hizo perfectamente visible en Jesucristo, su unigénito y uno solo con el Padre (Jn 10,30), quien “se hizo hombre” siendo el hombre creado a imagen de Dios, por tanto quien ve a Jesucristo ve al Padre. (Jn 14,9) Esta representación de contenidos de fe cristina viene desde antiguo pues en las catacumbas ya encontramos testimonios de figuras de Cristo y la Virgen María “Los artistas de cada tiempo han ofrecido a la contemplación y al asombro de los fieles los hechos salientes del misterio de la salvación, presentándoles en el esplendor del color y en la perfección de la belleza” (Card. Joseph Ratzinger, Introducción al Compendio). Los cristianos nos hemos servicio de las imágenes para anunciar el mensaje evangélico, antes de los catecismos escritos ya nos servíamos de las representaciones iconográficas en las iglesias y basílicas en las que el arte no solo ha sido una instrumento al servicio de la catequesis sino una invitación a la oración que tiene como fin principal anunciar la persona, mensaje y obra de Cristo, perfección reveladora de Dios Padre y salvación del hombre y del mundo: “La imagen de Cristo es el icono por excelencia. Las demás, que representan la Señora y los Santos, significan Cristo, que en ellos es glorificado” (Compendio, n. 240) Pero justo porque reconocemos a Cristo como imagen perfecta de Dios es tanto más importante buscar el sagrario cuando entramos en la iglesia pues en él está real y verdaderamente presente Cristo-Eucaristía a quien, en definitiva, van dirigidos nuestros saludos y oraciones. Por esto el culto que se da a las imágenes es de veneración, no de adoración que es reservado únicamente a Dios, quien venera la imagen venera a quien en ella se representa como nos dice Santo Tomás de Aquino en la Suma. 

Un concepto indisoluble a las imágenes religiosas es la unción sagrada que, según el profesor Hernández Díaz, es el “algo divino” que capacita a las imágenes religiosas a expresar sentimientos y devociones independientemente de su valor material. En términos coloquiales diríamos que es lo que nos invita a rezar cuando la contemplamos. Esta capacidad de emocionar no necesariamente ha de estar ligada con la calidad artística de la imagen, pudiendo darse la circunstancia de esculturas que pueden considerarse mediocres pero que transmiten emoción a quien las contempla y por el contrario imágenes sobresalientes que resultan frías por su falta de “trasmisión”. La antigüedad de la imagen y su propia historia tiene mucho que ver en lo que a unción sagrada se refiere, siendo la Virgen de los Reyes uno de los ejemplos destacados ya que, siendo la primera imagen mariana que fue entronizada en la ciudad, ha sido y es referente de la devoción popular heredada de abuelas a nietos desde tiempos antiguos hasta nuestros días. Imágenes que por el tiempo que llevan entre nosotros por la cotidianeidad de su contemplación entre nosotros hace que la asociemos inconscientemente a la representación de su advocación, por eso al sustituir imágenes perdidas por el fuego u otras calamidades se busca reproducir dicha imagen desaparecida. De otro lado también nos encontramos ejemplos de imágenes que han sido referentes de devoción en épocas pasadas y hoy las encontramos solas en sus altares y las hermandades a las que pertenecieron un recuerdo en los libros de historia, como la Virgen de la Antigua y Siete Dolores. 

Recapitulando podemos decir que hechura y unción son el cuerpo y el alma de la imagen sagrada. Una es lo que vemos, la imagen en sí, lo que podemos medir con criterios más o menos objetivos pues el libro de los gustos está en blanco. De otra parte, la unción, es lo que nos toca el sentimiento y el corazón y, en el corazón, no manda nadie. Siendo inseparables una y otra, por mucho que mande la razón, siempre puede más el corazón, por lo que cualquier opinión siempre será personal. Por tanto, si alguna hermandad decide estudiar la posible sustitución de su imagen titular, guardemos nuestra opinión y que sean sus hermanos quienes estudien, debatan y decidan, dentro de los cauces que marquen las reglas de la corporación, lo que sus corazones les dicten.

lunes, 18 de mayo de 2020

Devociones del corazón


No necesitamos nada especial para que una hermandad nos produzca un apego o singular cariño a sus imágenes titulares, solo el sentimiento que la contemplación de las mismas produce en nuestro interior  las hace insustituibles en nuestro programa personal de la semana santa.

La vida sigue, el virus con nosotros y nosotros intentando aprender de él. Nuevas cancelaciones y aplazamientos que nos dejan de manifiesto una y otra vez esta primavera esfumada de 2020. En contrapartida el proceso de recuperación nos devuelve la apertura de nuestros templos que, poco a poco y con grandes medidas de seguridad y aforo,  nos empiezan a devolver un culto abierto al que poder sumarnos.

Justo en esta vuelta a la celebración del sacramento en comunidad acudí a mi parroquia, templo más cercano, donde tuve la dicha de compartir la eucaristía con mis vecinos y previamente la exposición y bendición con el Santísimo, siempre ante las benditas imágenes de la hermandad del barrio. Es precisamente la presencia de las mismas la que hace volar el pensamiento y la memoria haciéndonos reflexionar sobre el cariño y devoción que nos puedan representar estas imágenes que, aunque no sean las  de nuestra hermandad, si nos representan una cercanía particular por cuanto conjugan nuestro amor por Jesús y María en unión a lo que representa la hermandad en nuestra cultura popular.

Pero este sentimiento no es exclusivo de la hermandad de nuestro barrio, hay otras hermandades que también evocan este sentimiento en nuestro interior por cuanto suponen una cercanía con sus hermanos bien por amistad, por convivencias entre juntas de gobierno o las propias realizadas entre las hermandades del día, por diversas actividades realizadas desde los grupos jóvenes (las cuales incluyen un componente inseparable de convivencia entre los mismos).

Pero tampoco necesitamos nada especial, pues es normal que en cada jornada de la semana santa tengamos alguna hermandad que nos produzca un apego o singular cariño a sus imágenes titulares, sin que tenga que mediar ninguna de las anteriormente citadas, simplemente el sentimiento que la contemplación de las mismas produce en nuestro interior  las hace insustituibles en nuestro programa personal de la semana santa, incidiendo en que cada día tenga ese punto especial que lo hace indispensable, aunque no sea el día grande de nuestra cofradía. Todo ello supone que la visita a sus templos tenga un añadido especial y sentimental que pueda incluso, en algunos momentos, suplir la visita a la capilla de nuestra hermandad, pues al fin y al cabo rezamos a un mismo Jesús y a una misma María independientemente de su advocación o imágenes que los representen.

Pero este valor añadido no es exclusivo de la semana santa pues tenemos muchas devociones que forman parte de nuestro intimo ser que vienen aprendidas y en herencia directa de nuestras madres y abuelas, fundamentalmente. Devociones de mes de mayo “venid y vamos todos”, de mes de junio “En Vos confío”, de mes de julio a la Reina del Carmelo, de novena en agosto a quien solo necesita que le llamen “La Virgen”, devociones selladas los viernes con un beso en el talón. Esto es, sin más vuelta ni más razón, porque no hay razones que valgan donde manda el corazón.